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¿Conoces mi último libro?

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Edificis Catalans amb Història (2023)

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El Museo de Vilabella, la sorprendente y desconocida pinacoteca de un pueblo del Alt Camp

La espinosa corona del respeto.

Pese a los dias que ha pasado, aún colea, incomprensiblemente, el asunto del viaje a Tierra Santa, la banderita y la corona de espinas sobre la cabeza de Carod y la foto de Maragall. Cuando salió la noticia, para mi pasó sin pena ni gloria, zipi y zape "in action", pero está visto que toda la clase política está dispuesta a sacar partido político a cualquier cosa con tal de desgastar a sus contrincantes. En vez de mirar por el ciudadano, solo buscan la paja en el ojo del político ajeno para con ella dejarlo tuerto.

Lo que mas me indigna de todo es que la clase política está continuamente jugando a un "tócame roque" del cual no sacamos el ciudadano de a pié beneficio alguno. Si Carod lo hizo tan mal con la bandera, ¿a alguien se le escapa que habría follón con el dirigente independentista -el cual no quiere saber nada de España- si lo ponen bajo la bandera española? Entonces, ¿porque lo hicieron? ¿casualidad? ¿en política?. La respuesta de que los responsables no pensaron, no hace más que dejarlos en peor lugar todavia. La oposició nacional-españolista, al frente del cual está el clero haciendo el papel de monjes-soldado en plan templario, ha visto los símbolos patrios arder por los cuatro costados y ha iniciado su enésima cruzada: "España is perditia! Hurraj!!!" Pues miren ustedes, va a ser que no.

El problema con Carod-Rovira no es de hoy, y era facilmente predecible, pero no se solucionó y ha pasado lo que ha pasado. Pues vale, una mas al morral de todos. ¿El asunto de la corona de espinas? Una chorrada como otra cualquiera, ya que esas coronas las venden en los zocos de Jerusalén a patadas como souvenir para los turistas ¿a que viene rasgarse las vestiduras como lo ha hecho la Iglesia -de los ricos- con lo del ultraje a los simbolos? Se supone que siguiendo el mismo criterio simbólico tendremos que dejar de comer croisants o polvorones, ya que los croisants son ni mas ni menos que una representación de la media luna hecho por los pasteleros austriacos cuando consiguieron derrotar a los turcos, y los polvorones son el resultado de la adición sistemática de manteca de cerdo a todo lo que "olia" a cocina musulmana despues de la reconquista, en este caso al "tzameta", que se come usualmente durante la época del ramadán. Pero claro, como otras tantas veces, no es lo mismo dar que recibir y sin estas incongruencias no hay agravios que defender.

Buscarle la punta a lo que no tiene siempre es buscar desviar la atención de lo que tiene, porque puestos a destapar, me preocupa mucho mas el viaje de placer que se han rascado Zipi y Zape a Tierra "Santa" a cuenta de mi bolsillo o las innumerables juergas a "Rasputines" varios por los politicuchos de todas las adscripciones a cargo del erario público.

Los millones de muertos del Holocausto y los millones de contribuyentes que sostenemos la buena vida de políticos, politiquillos y politicuchos merecen un respeto.

Comentarios

  1. Cuanta razòn en todo. da gusto ver que no todo el mundo ha perdido la cabeza.

    No tenìa ni idea de lo de los croissants. Muy interesante. Me ha traido a la memoria un paseo por Viena en una de esas paletisimas, carìsimas y turistiquisimas calesas. En un momento dado, el cochero se da la vuelta y nos dice: estas murallas consiguieron mantener a los turcos fuera de la ciudad. Me pregunto -anadiò - porque no las reconstruyen. Ya, ya, ya lo se...es un comentario xenofobo y de mal gusto. Pero tenia gracia aquel cochero...

    Saludos.

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  2. Un amigo de mi padre está absolutamente convencido de que todo es teatro. Que frente a las cámaras mucho insulto y mucha polémica, y cuando no hay nadie mirando se van todos juntos a cenar y divertirse (y de putas, añado yo).

    Cada vez estoy más convencido de que lleva razón...

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  3. Anónimo9:13 a. m.

    Yo creo que el problema es más de forma que de fondo. Un representante del gobierno regional en visita oficial, no puede comportarse como un turista normal y hacer bromas de cualquier cosa. Él (ellos) son la imagen de Cataluña en el exterior y, por cierto, que mal la han dejado.

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