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¿Conoces mi último libro?

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El Derecho a estar a la patalallana.

El referéndum de ayer por lo del Estatut (loado sea), tuvo un protagonista que brilló justo por su ausencia: la abstención. Casi la mitad de los catalanes con derecho a voto no ejerció dicho derecho. Tanta murga con el Estatut, el día que hacía y el calor sofocante invitaron a la gente a hacer otra cosa mejor que desplazarse al colegio electoral y meter el cacho de papel. Sin embargo, todos los analistas y todos los partidos políticos han querido arrimar el ascua de la abstención a su sardina.

Antes de nada, hemos de conocer que la abstención es un derecho de la ciudadanía que puede ejercer o dejar de ejercer tal como le venga en gusto. Cuando ejercemos este derecho estamos dejando que los que sí quieren ejercer el derecho a voto decidan por nosotros. O dicho de otra forma: que sea lo que salga, que ya me está bien. Otro cantar es el hecho de que quien se abstenga no tenga derecho moral a quejarse, pero ya sabemos que la moral es una cosa muy laxa y no está muy de moda.

Esta vez ha sido el 50% de los votantes que han participado, es decir, que yo he votado por dos personas: por mí, y por alguien que le ha dado lo mismo lo que saliera y ha dejado que yo decidiera por él. Sencillo, ¿no?. Pues no, todos han querido ver algo en esta abstención. Unos han querido ver un voto de castigo a Maragall, otros al PP y a ERC, otros han querido ver un No generalizado al Estatut y otros un Si igualmente generalizado. ¿En qué quedamos?

La única realidad objetiva es que en el día de ayer, 2.500.000 personas decidieron que lo que dijeran las otras 2.500.000 personas ya estaba bien. Han ejercido un derecho democrático que en todas las democracias consolidadas se da igualmente, o lo que es lo mismo, la abstención además de una apatía por el mundo de la política es un signo de normalidad democrática.

El sí ha ganado, el no ha perdido y al ciudadano aquel que estaba más ancho que largo estirado en su tumbona que no le vengan interpretando políticamente su “dolce fare niente”, que el gustazo no se lo quitará nadie.

Estaba en su derecho.

Comentarios

  1. En estas elecciones, como en todas, sólo hay un ganador...la clase política...
    No obstante, ha triunfado la ética sobre la falacia indisimulada...

    Agur.

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  2. Por supuesto, cualquier ciudadano puede elegir entre votar y el pack ocio, consistente en playita, paella, siesta, heladito y atasco.

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  3. bueno... como no has escrito nada nuevo, y ya que estoy aquí, vamos a decir algunas tonterias: polla, polla, polla, polla, polla...

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  4. Bof... es que va uno de puto culo con el curro, de verdad... disculpad mi imposibilidad.

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  5. Anónimo9:53 a. m.

    A mi me parece que tanto derecho tienen los acomodados ciudadanos a celebrar "el día de su ascenso a estatus de nación" tomándose unas cervezas en la playa, como los que se preocupan de ciertos temas a opinar sobre esa abstención, ya que han sido los que se abstienen los que dejan además la puerta abierta a la especulación.

    Y hay una cuestión que es objetiva, aunque haya visiones sectarias que no quieran reconocerla. El "arraigado y mayoritario" sentimiento de necesidad de ser una nación que tanto se ha cacareado es una falacia. Y para demostrarlo están precisamente los del chiringuito, a quienes mayoritariamente se la trae al pairo.

    A mi me parece algo sectario intentar ocultar este hecho tras la obviedad de que estos ciudadanos tienen derecho a no votar. ¿Quien dijo lo contrario?.

    A la mitad de los votantes Catalanes se la trae al pairo el Estatut (con todo su derecho) y de los restantes, el 30% dice que no. Pues vale, ganó el sí, pero con la boca pequeña.

    Es que en el fondo es cojonudo que España sea un gran mercado donde no tengas que pagar impuestos. Esto "mola" un montón. Son 10 siglos pretendiendo lo mismo con absurdas excusas sobre identidades, lenguas y otras músicas.

    Rog

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  6. Eres el claro ejemplo de lo que critiqué en este post, chico. Gracias de todas formas por visitarme.

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