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¿Conoces mi último libro?

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Edificis Catalans amb Història (2023)

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Cuestión de dignidad y derechos.

El revuelo que se ha formado a raíz de las diversas proposiciones de prohibición de los burka o del nicab islámico es de los que están haciendo época. Ayuntamientos como los de Lleida, no han dudado en aprobar restricciones de su uso en las zonas públicas mientras que por otra parte, los partidos del gobierno tripartito de Catalunya defienden que se está haciendo una montaña de todo y que dado que el problema es de ámbito muy reducido, no hay ninguna necesidad de legislar al respecto. Es curiosa esta reacción del Govern de la Generalitat.

En este país en que la norma es hacer las cosas tarde, mal y nunca, se está dando la situación en que algunas administraciones locales estén legislando poniendo la tirita antes de producirse la herida. Y esto, que sería de desear por todo el mundo en todas las circunstancias de la vida, resulta que es criticado desde las altas esferas con un “ahora no toca” o incluso atacando de racismo y xenofobia a quien está intentando hacer las cosas mínimamente bien. Pero... ¿porqué esta reacción desmesurada del gobierno?

La principal razón es que es una medida que -en principio- hace impopular al gobernante ante la comunidad musulmana, y más cuando se está intentando encontrar todos los apoyos posibles desde esta comunidad. En un momento en que están cayendo chuzos de punta para el gobierno, lo que menos le interesa es ganarse más enemigos que le pongan más piedras en el cuello de las que ya tiene. Por ello, no dudan en negar la mayor, y poner todas las trabas posibles para que las diferentes iniciativas tiren adelante.

Este interés suyo de no ganarse enemistades ahora, está haciendo que se esté dando la imagen de que si eres de izquierdas, has de estar de parte del burka, y esto es una gran perversión interesada. Una perversión que hace mucho daño a la izquierda de base, ya que implica que o estas a favor de todo lo musulmán, o eres un xenófobo. No hay término medio..., y mira por donde va a ser que no.

Hay tradiciones que por muy antiguas que sean, no tienen ninguna razón de ser, vengan de donde vengan y las haga quien las haga. Igual que era una barbaridad lo de tirar las cabras desde el campanario de una iglesia, y se suprimió porque era una cabestrada, o se abolió la esclavitud, o tantas otras cazurrerías que ha ido transmitiendo el hombre de generación en generación, la tradición del burka es una ignominia para cualquier ser humano que lo padezca, en este caso, las mujeres.

No me sirve que me digan que es una tradición y una opción personal, ya que aunque sea la misma mujer la que lo quiera llevar, lo único que está denotando no es el ejercicio de una libertad personal, sino un formateo secular de su forma de pensar para justificar lo injustificable. Nadie en el mundo, ni por razón de sexo, ni por creencias religiosas, ni por su lugar de nacencia puede tener la obligación de ser un fantasma en vida, ni de estar enclaustrado tras una rejilla en mor de una tradición netamente sexista y anacrónica. Es, en este marco, que el prohibir la burka, aquí, cuando todavía no es un problema, en vez de un símbolo de racismo, se convierte en un acto de proclamación de la libertad e igualdad humana ante la intransigencia y el sectarismo secular.

Pero, atención, estamos hablando de la prohibición del burka (se mira por una rejilla) y el nicab (se mira por una rendija), pero en ningún caso de la prohibición de los hiyab (pañuelos de cabeza) o los shador (integral, pero dejando la cara a la vista), ya que si bien se utilizan por tradición religiosa y como señal de identidad, su uso no está quitando identidad individual a quien los utiliza, equiparándose en este caso a las mantillas cristianas. La libertad en el vestir no está reñida con las influencias sociales de cada uno, por más que los intereses partidistas de cada formación política quieran pintar una delgada línea roja donde la línea aparece ancha como una autopista.

En bonsai tenemos una premisa que dice que los brotes que molestan –o prevemos que van a molestar-, cuanto más pequeños se quiten, menos problemas producen al árbol. De no hacerlo así, si se dejan crecer más de lo conveniente, en el momento de cortarlos, se producen heridas que dejan feas y profundas cicatrices, foco de todo tipo de enfermedades.

Ahora, aunque a alguien no le interese, es el mejor momento para quitar el futuro molesto brote de los burka del árbol de la convivencia intercultural... ¿o preferimos dejar que se escape de las manos y sea auténticamente conflictivo el eliminarlo?.

Para algunos, ahora no toca hacer las cosas bien.


Simple cuestión de dignidad y de derechos.

Comentarios

  1. Yo aún no me había posicionado respecto a este tema, pero la verdad és que por lo pronto a esas mujeres debemos darles una oportunidad de dejar de tapar sus rostros.
    Ahora mi balanza se inclina más en contra de estas prendas.

    Por cierto, soy de Lleida ;)Y la noticia nos cogio un poco de sorpresa...

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  2. Anónimo2:01 a. m.

    Efectivamente, nadie recuerda que "memento mori" sea lo que sigue a "carpe diem"... y es que no lo es. Carpe diem sale al final de un poema de Horacio, algo así como "Mientras hablamos, la edad se habrá fugado: devora el momento, no te fíes del mañana". Y "memento mori" aparece como consigna de humildad que se decía a los generales victoriosos para evitar que se envanecieran demasiado, y luego se ha usado para otros fines. Las dos frases no tienen nada que ver, salvo cierta vaga proximidad del tema (brevedad de la vida - urgencia de aprovechar sus años buenos) ¿o me equivoco?

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