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Belka y Strelka, unas perras de ida y vuelta

Sello conmemorativo
Sello conmemorativo
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos y la URSS iniciaron una loca carrera por ver quien de los dos era el gallo del gallinero mundial, y el tope se encontraba a niveles astronómicos, literalmente (ver La Bomba del Zar, la bomba nuclear que asesinó a la Tierra). El alcanzar las estrellas cinco minutos el uno antes que el otro se convirtió en prioridad de estado y no se escatimó en gastos ni en vidas, sobretodo si eran animales. Y si bien la perra rusa Laika fue el animal más famoso, al ser el primer ser vivo que orbitó la tierra en una cápsula artificial, el pobre bicho acabó "a l'ast". Pero... ¿conoce cual fue el primero que orbitó y volvió sano y salvo a la tierra? Tranquila, para su conocimiento, no fue uno, sino dos y se llamaban Belka y Strelka.

Cápsula Vostok (Sputnik)
Cápsula Vostok (Sputnik)
El 19 de agosto de 1960 fue un día de regocijo -y porqué no decirlo, de regodeo- para la Unión Soviética. En ese día, los científicos rusos consiguieron por primera vez hacer despegar desde Baikonur, poner en órbita terrestre durante 24 horas (les dio para 17 vueltas a la Tierra) y volver a la Tierra, una nave, el Korabl Sputnik II, más conocido como Sputnik-5, con todos sus tripulantes ilesos. Obvia decir que el Politburó soviético entonó un "chincha, chincha" que no hizo ninguna gracia a sus "amigos" yanquis. Pero no derivemos y volvamos a los verdaderos protagonistas.

Belka y Strelka
Belka y Strelka
Dentro de esta nave iban Belka (Blanquita) y Strelka (Flechita), dos perras mil leches recogidas de las calles rusas entrenadas especialmente para tan "alta" ocasión, las cuales hicieron perfectamente el papel de probadoras de los sistemas de supervivencia que utilizaría Yuri Gagarin unos meses después. ¿Porqué escoger unos chuchos callejeros cualquiera en vez de perros de raza? Según los científicos soviéticos, los perros callejeros eran más dóciles, domesticables y duros que cualquiera de raza, ya que el hecho de tenerse que buscar la vida día a día por las calles rusas, los hacía especialmente resistentes... y que si les salía mal, a parte de haber dado su vida por la ciencia -y por la URSS- , eran baratos y al menos habían limpiado las calles (ver Los indignantes perros-bomba soviéticos). Todo ventajas.

Habitáculo donde iban las perras
Habitáculo donde iban las perras
Según las crónicas, dentro de la nave los perros actuaron de diferente forma. Mientras que Strelka estaba estresada y siempre en guardia, Belka, por su parte, estaba disfrutando del viaje y ladrando. Por lo visto tanto "disfrutó" que a la cuarta vuelta a la Tierra, Belka tuvo convulsiones -aunque este sutil detalle fue obviado convenientemente-, por lo que decidieron que en el primer vuelo tripulado las órbitas se redujeran a tres... por si las moscas. Yuri Gagarin contó que nunca supo si fue el primer humano o el último perro al que enviaron al espacio.

Sea como sea, el trasto de 4.600 kilos que transportaba las perras las retornó a casa salvas y más o menos sanas. Bueno, a las dos perras... y al conejo gris, los 40 ratones, las dos ratas, las moscas, las plantas, los hongos y las bacterias que fueron enviadas en aquella misión. A decir verdad, más que una cápsula, aquello era una auténtica Arca de Noé. Un Arca de Noé que fue vendida a bombo y platillo por las autoridades rusas al día siguiente para repasar su victoria a los Estados Unidos.

Pushinka, la hija de Strelka
Pushinka, la hija de Strelka
Como premio, las dos perras no volvieron a ser utilizadas en ninguna otra expedición orbital y acabaron sus días tranquilamente como un perro cualquiera visitando colegios y dejándose acariciar por la chiquillería soviética. Strelka incluso ligó con otro astronauta canino llamado Pushok (Peludo), que si bien no había ido al espacio como ella, sí le sirvió para tener una camada de perritos. Uno de estos retoñitos, una perra llamada Pushinka (Peludita), fue donado en junio de 1961 por el presidente Nikita Krushev a la hija de Kennedy -Caroline- en un gesto de amistad, buena voluntad... y mucha mala leche, ya que, por si fuera poco, en abril había conseguido el éxito del vuelo de Gagarin. 

Los Kennedy lo aceptaron gustosamente, no sin antes revisarle hasta las almorranas no fuera caso que los rusos le hubieran puesto algún micrófono con el cual espiar al inquilino de la Sala Oval. 

Estábamos en plena Guerra Fría. Llámenles desconfiados.


Strelka, disecada y con su traje espacial
Strelka, disecada y con su traje espacial

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