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El creativo y espectacular paisaje de La Geria

Cultivos de La Geria
La "forzosa", por mucho que duela el sentirlo -y sobre todo el padecerla-, es uno de los principales motores de creatividad de la humanidad. Es en esos momentos en que te ves entre la espada y la pared en los que el cerebro, estrujándose las meninges cual bayeta de cocina, saca lo mejor de sí mismo y, de forma sorprendente, es capaz de salir de una situación que a priori parecía insalvable. Esto que hoy en día está tan valorado, pero que nuestros ancestros ejercían a cada minuto del día (que se lo digan a los de "Aventura en pelotas") fue más o menos lo que les pasó a los habitantes de la isla canaria de Lanzarote en el siglo XVIII. ¿Resultado? Uno de los paisajes agrarios más alucinantes del mundo: La Geria.

Montañas de Fuego de Timanfaya
1 de septiembre de 1730. Entre las 9 y las 10 de la noche de aquel día, las tierras en un inmenso bramido se abrieron en Timanfaya (ver El Paricutín o cómo sembrar maíz y recoger un volcán). De la grieta que se formó, empezó a salir lava y cenizas volcánicas en tal cantidad que 167 de los 845 km2 de extensión de la isla quedaron cubiertos de lava, y el resto de la isla cubierta con una gruesa capa de lapilli que en algunas partes llegó a ser de 2 metros de espesor. Fue un auténtico desastre, y no era para menos.
Ubicación de La Geria

Durante seis largos años de erupción continua (desde 1730 al 1736), el Timanfaya, en una de las mayores actividades volcánicas que se han dado durante la historia de la humanidad, enterró bajo toneladas y toneladas de materiales volcánicos 10 pueblos lanzaroteños hasta entonces tranquilos y apacibles. Pero no solo fueron las desgracias materiales, sino que todos los cultivos de la isla se vieron afectados y no pudieron producir suficientes alimentos para los lugareños. Un periodo negro como la ceniza volcánica se cernió sobre los pobres conejeros. Sin embargo, la bombilla se le encendió a algún espabilado campesino.

Lapilli volcánico
Efectivamente, la vega central de la isla de Lanzarote tenía buenas tierras arables que desde la conquista medieval por parte de Castilla se habían dedicado a la producción de cereales (ver La modorra que acabó con los guanches canarios). Las tierras, de hecho, no habían desaparecido, sino que simplemente habían sido cubiertas por una capa de lapilli -material volcánico granulado del tamaño de garbanzos- por lo que si querían cultivar, simplemente tenían que irlas a buscar. Y a eso le pusieron empeño.

De esta forma se les ocurrió hacer unos agujeros en forma de cono invertido en el lapilli que llegasen hasta la antigua capa agrícola fértil y allí plantar lo que fuera menester. La cosa parecía una auténtica locura, pero la necesidad apretaba fuerte... aunque pronto se vio que dicho cultivo no era todo inconvenientes, sino que tenía incluso algunas ventajas.

Una geria con una viña
El hecho de plantar en el fondo de un pequeño cráter (llamado geria) permitía que el agua del rocío que se condensaba fuera directamente a regar la planta que tuvieran sembrada, pero no solo eso, sino que esta agua, junto con la de las escasa lluvias, debido a la porosidad del lapilli, llegaba hasta la capa fértil. Ello permitía que la antigua tierra mantuviera mucho mejor la humedad gracias al aislante natural que, en forma de lapilli, la cubría totalmente. Para más ventajas, el hecho de estar en el fondo del embudo de tierra permitía que los vientos no afectaran a los cultivos, aunque para que fuera más eficaz, los agricultores levantaban pequeños muretes de piedra seca al borde del pequeño cráter. Un auténtico trabajo de chinos, pero o era eso o hincharse a comer minerales y vitaminas en estado puro. Entre lo uno y lo otro, la elección estaba clara.

Vista aérea de La Geria
Entre tanto, a mediados del siglo XVIII llegó el cultivo de la viña, el cual abría una puerta a poder desarrollar una agricultura más allá del mero cultivo de subsistencia, y para el que el uso de las gerias se demostró inmejorable

A partir de entonces, todo el centro de la isla empezó a parecerse a un auténtico cartón de huevos de color negro de kilómetros y kilómetros de extensión, en el que los isleños han cultivado -a pesar de soportar una nueva erupción en 1824 que obligó a emigrar a una parte de la población- frutales de todo tipo y, sobre todo, la variedad de uva malvasía. Variedad de uva que ha permitido erigir a La Geria lanzaroteña en una importante zona productora de vino malvasía y a sus curiosos campos de cultivo, en uno de los paisajes agrícolas más trabajados, más creativos y más espectaculares del planeta.


Un paisaje agrícola absolutamente alucinante

Webgrafía

Comentarios

  1. Muy interesante. El paisaje agrario resultante es increíble, me pregunto cómo serán los vinos elaborados en semejante entorno, me tendré que informar.
    Estupendo post, como siempre.
    Saludos.

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