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El enfado catalán que puso de moda la palabra "cabreo"

Filemón, cabreado
Domingo por la tarde. Tu equipo de fútbol ha perdido -cosa habitual- pero no sólo ha perdido, sino que le han metido goles hasta en las taquillas del vestuario. ¿Qué hacer ante semejante papelón? Pues lo lógico: cabrearse. Esto que para muchos futboleros les sonará a muy habitual, sin embargo no ha sido siempre así, ya que el significado de la palabra cabreo, como sinónimo de enojarse o de enfadarse en grado sumo, tiene menos de dos siglos. Eso sí, tiene que darle las gracias a los labriegos catalanes los cuales, tras una serie de atropellos a manos de los terratenientes del momento, pusieron la palabra "cabreo" y su verbo "cabrearse" de moda. ¿Lo sabía?

Cabreo de 1694
La palabra "cabreo", aunque hoy tenga un significado que remite a un enfado de más o menos intensidad, proviene del latín capibrevium, nombre con el que se denominaba durante la Baja Edad Media a los escritos administrativos que, a modo de antiguo registro de la propiedad se hacían de las fincas. Estos escritos, conocidos por cabreos o cabrevaciones (capbreus en catalán), a parte de dar fe de las propiedades, servia para poner al día los diezmos y los impuestos que los señores feudales imponían a sus vasallos. Los siglos fueron pasando, y los cabreos no cambiaron su significado administrativo, pero a principios del s.XIX, el escenario iba a dar un vuelco dramático.

Los movimientos liberales y humanistas que, a partir de la Revolución Francesa comienzan a extenderse por Europa, hicieron que el plácido statu quo que el clero y la nobleza mantenía desde la Edad Media se viera fuertemente zarandeado. España, si bien tarde, no fue una excepción, aunque los movimientos liberales que abogaban por la abolición de los derechos feudales que aún se hacían efectivos en el país, encontraron en Fernando VII un duro defensor de las prebendas de las élites aristocráticas. Y es que, si tu (lucrativo) modo de sustento es la explotación de quien trabaja tus tierras, verlo como tu igual no tiene más que inconvenientes.

Fernando VII
La invasión napoleónica, y la retención de la familia real en Francia, dio pie a un periodo de desgobierno que fue aprovechado por las fuerzas políticas resistentes a los franceses para instaurar un régimen liberal y, con él, la Constitución de Cádiz de 1812. Constitución que, entre otras medidas modernizadoras, abolía los derechos señoriales que permitían cobrar todo tipo de tasas y cargas -muchas de las veces abusivas- que daban pingües beneficios a la Iglesia y a la aristocracia rentista. La vuelta en 1814 de Fernando VII, echó al traste cualquier intento de modernización (ver ¡Muera la Libertad!...y no era una broma).

Entierro de los serviles (absolutistas)
A pesar de que Fernando VII intentó deshacer todo lo andado por los liberales en cuestión de derechos individuales y de modernización del estado, los liberales se opusieron con todas sus fuerzas y consiguieron, en 1820, volver a instaurar un régimen liberal. Fernando VII, puesto en jaque por su propio ejército, se vio obligado a aceptar la Constitución de Cádiz, en un trágala que duró tres años (1820-1823) y que se dio a llamar el Trienio Liberal. Pero ni el rey, ni los nobles lo iban a aceptar de buen grado.

Hubo un súbito interés por los cabreos
Los nobles (condes, marqueses, duques...) empezaron a elevar quejas a las Cortes por impagos de los diezmos, laudemios y tasas diversas que no estaban cobrando y que ellos consideraban que eran de ley. Y donde más guerra daban era en los campos catalanes, ya que muchos de los agricultores que trabajaban la tierra desde hacía siglos se negaban a pagar amparados por la Constitución, por una dura crisis económica que imponía unos precios bajos y una fiscalidad estatal elevada. Pueblos como el de Altafulla, tenía que pagar hasta el 23% del producto bruto de la población al Marqués de Tamarite, el cual se lo llevaba todo calentito, calentito. A los nobles se los llevaban los mengues.

Los 100.000 hijos de S.Luis
El mismo 1823 se promulgó una ley que abolía los señoríos en España, la cual impedía a los nobles seguir chupando del trabajo de los agricultores, pero poco duró la alegría en casa del pobre. Y es que los Cien Mil Hijos de San Luis (el ejército absolutista francés restaurado tras la caída de Napoleón) en aquel mismo año, hacía su entrada triunfal conquistando todas las ciudades controladas por los liberales y devolviendo a Fernando VII su estatus de Rey Absoluto. Evidentemente, el clero y los aristócratas recuperaron todas sus prebendas... para dolor, sobre todo, del campesinado catalán.

Fusilamiento de Torrijos
La represión de la aristocracia contra los liberales fue brutal y, a parte de abolir todas las leyes que les iban en contra, hubo fusilamientos sumarísimos de buena parte de la élite liberal. Por su parte, en el campo catalán, la batalla para forzar a los labriegos a pagar todo lo que no habían pagado desde 1811, fue igualmente brutal, solicitando permiso al rey para proceder a "cabreos". De esta forma, actualizaban todas sus posesiones -para que nadie pudiese poner en duda la pertenencia al señor de turno- y todas las tasas que hubieran, por tontas y olvidadas que fueran, reclamando con todo el peso de la ley las tasas adeudadas. El acoso era tal, que se llegaba a enviar al ejército a los campesinos para cobrar -con costas, daños y perjuicios, faltaría más- so pena de desahucio de unas tierras que algunos llevaban varias generaciones trabajando.

El campo era prácticamente feudal
Como es fácil de comprender, la gracia que hizo a los agricultores esta ofensiva reaccionaria, fue de las que hicieron impresión. Y más si tenemos en cuenta que se prolongó durante 10 años (la llamada Década Ominosa), llegando a afectar a una gran parte del campo de Catalunya. No obstante, a todo cerdo le llega su san Martín, y la muerte de Fernando VII, junto con la llegada de nuevos tiempos, hicieron que en 1834 se prohibiera expulsar a los campesinos de sus tierras por impagos al señor, y el 1837 se promulgara una ley que abolía definitivamente los derechos de señorío y con ellos, hacía desaparecer los últimos restos de feudalismo de España.

Así, de esta forma, el enfado y la impotencia social fue tan monumental ante la prepotencia de los nobles que invocaban sus desfasados derechos mediante los cabreos que, a partir de entonces, la palabra "cabreo" y su verbo "cabrear" se relacionan con cólera e ira. Un ejemplo más (ver La insólita estafa oficial de los falsos duros sevillanos) de como, la lengua, es capaz de fosilizar la historia en pequeñas cápsulas de memoria que, como si quisiera que no la olvidásemos, nos tomamos diariamente.

El cabreo de los agricultores catalanes dio el sentido actual a "cabreo"

Webgrafía

Comentarios

  1. Hola, sólo por informar, "vivan las cadenas" es la primera parte de una estrofa: "vivan las cadenas/con que os vamos a amarrar", etc, etc, lo cita Pérez Galdos y es difícil dar con el dato, pero en España no se dijo vivan las cadenas.

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  2. Sugerencia de corrección. En el texto está escrito 'hubieron fusilamientos sumarísimos de buena parte de la élite liberal', pero evidentemente es 'hubo fusilamientos sumarísimos de buena parte de la élite liberal'.
    En cuanto al texto, muy interesante.

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  3. Sugerencia aceptada, Yol-Yol. Gracias por leerme y por ayudar a mejorar el texto. :-)

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