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Hueso de Cornwell |
Los
dinosaurios, a pesar de hacer más de 60 millones de años que desaparecieron, son posiblemente uno de los animales más
conocidos del gran público. La expectación que despiertan entre la gente estos terribles lagartos extinguidos es simplemente increíble, y en todas partes puedes encontrar todo tipo de
iconografía dedicada a ellos. De todas formas, y si bien ahora son más conocidos que
la Moños, hace relativamente poco tiempo que la comunidad científica
no tenía ni idea de que hubieran habido bichos así, y no fue hasta 1824 en que, oficialmente, se determinó la existencia de los
dinosaurios. Pero claro, el hecho de que no se supiera qué eran esos huesos, no significa que no se encontrasen (
ver Beringer y el bromazo paleontológico más pesado de la Historia), y ello hizo que se les pusieran nombres... digamos que peculiares.
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Robert Plot |
Tenemos que remontarnos a
1676, cuando un aristócrata llamado
Sir Thomas Penyston recogió de una cantera de piedra caliza del pequeño pueblo de Cornwell (Oxfordshire, Inglaterra) una extraña
piedra que le llamó la atención. Sir Penyston contactó con
Robert Plot, químico y naturalista que estaba trabajando en un libro sobre la historia natural de Oxfordshire, el cual
estudió el pedazo de roca recibido. Hemos de recordar que, en aquellos momentos, se
desconocían prácticamente todos los principios que rigen la geología actual, por lo que todo aquello que se separara de la imagen de la
Biblia, era poco menos que una herejía. En esta situación, el doctor Plot, concluyó que debido a su forma de hueso petrificado tenía que ser el tramo final de
un fémur, pero de un tamaño muy grande. Plot creyó que correspondería a un hueso de un
elefante de guerra romano, pero lo comprobó con unos huesos de elefante que tenía y vio que no se parecían en nada, y ello le hizo especular con que fueran de
gigantes (
ver La historia de los cíclopes fosilizados). Como no tenía forma de saberlo, tomó constancia gráfica y haciendo un dibujo
detallado, lo incluyó en su libro el cual saldría publicado al año siguiente. El extraño hueso quedó guardado en el cajón del olvido.
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Carl von Linné (Linneo) |
En
1763, el físico y también naturalista
Richard Brookes repesca en su libro "System of Natural History" el hueso estudiado por Plot casi
un siglo antes, pero en ese lapso de tiempo las ciencias naturales habían avanzado mucho y, por ejemplo,
Linneo había publicado su libro sobre la nomenclatura sistemática de las especies en
1735. Ello significaba que
Brookes estaba familiarizado con la nomenclatura binomial y la utilizaba allí donde
nadie lo había hecho hasta entonces. Aunque hacía
28 años que se conocía la sistemática, el mundo no se conocía del todo y todo el trabajo de poner nombres científicos a diestro y siniestro estaba aún por hacer.
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Scrotum Humanum de Brookes |
En estas circunstancias,
Brookes, en vistas de que el
hueso de Cornwell no tenía nombre científico, decidió ponerle su correspondiente nombre y no se le ocurrió otro más cachondo que el de
"Scrotum Humanum" (Escroto Humano), habida cuenta que el fósil, efectivamente
se parecía a los testículos de un hombre. Llegado este punto hay que destacar que, a diferencia de la actualidad, en que solo se utiliza para seres vivos, en aquella época Linneo había desarrollado el sistema binomial
para todo, ya fueran seres vivos o
minerales, por lo que Brookes simplemente siguió el estándar del momento. El problema vino luego, ya que al ser la primera vez que se publicaba, sentaba precedente para lo que viniera después.
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Richard Owen |
En
1824, el biólogo y paleontólogo
Richard Owen después del descubrimiento de restos en el sur de Inglaterra, determinó, ahora sí, la existencia del primer
gran saurio al cual se le dio el nombre científico de
Megalosaurus bucklandii, y acuñando el nombre de "dinosaurio" (lagarto terrorífico) que posteriormente ha hecho tanta fortuna. El
megalosaurus se convertía de esta forma, en el primer "dinosaurio" del que se tenía constancia, pero cuando años después se descubrió la ilustración del hueso de Cornwell de
Brookes se vio que
posiblemente correspondiera al fémur de un megalosaurus. De esta manera, si éste había sido descrito
61 años antes, el nombre del género no podría ser "Megalosaurus", sino "
Scrotum". La polémica entre seguidores y detractores estaba servida y más si contamos que
el fósil "escrotal" había desaparecido físicamente con el transcurso del tiempo.
No fue hasta
1993, en que debido a la solicitud de supresión del "Scrotum humanus" y el blindaje de "Megalosaurus" por un detractor, que la
ICZN (la Comisión Internacional de Nomenclatura Zoológica) sentenció que "Scrotum humanum" era simplemente una
etiqueta de una ilustración y no un nombre científico en sí, además de que no había suficientes datos con el dibujo para determinar la especie exacta a la que se refería. De esta forma el género "Scrotum" pasó a ser un
nomen oblitum (nombre olvidado) sin valor taxonómico real.
Sea como sea que acabara el asunto, el hueso de Cornwell consta como la primera ilustración publicada de un hueso de dinosaurio. Es por ello que, por mucho que pueda escandalizar a según qué almas cándidas, un "Escroto humano" tiene el honor de haber sido el primer dinosaurio documentado de la historia.
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Esqueleto reconstruido de Megalosaurio |
Webgrafía
Otro escroto humano con una triste historia verdadera: él de King Billy of Tasmania, símbolo final de un genocidio que se completó.
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