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Pompeya año 59, la primera batalla campal entre aficiones de la Historia

Fresco de Pompeya con la batalla campal del Anfiteatro
La batalla campal de Pompeya
Más allá de los beneficios que se derivan para la salud del practicarlo, el deporte es, hoy en día, sobre todo un tremendo negocio. La capacidad que el futbol, el baloncesto o las carreras de motos tienen de atraer -y apasionar- al personal es solo equiparable a la ingente cantidad de dinero que estos espectáculos de masas son capaces de generar. Pero claro, allí donde se junta gente y pasiones enfrentadas, surgen chispas, que, a veces, prenden en forma de tumultuosos encontronazos físicos que pueden derivar en auténticas masacres (ver La Guerra del Fútbol o cuando el deporte rey fue capaz de desatar una guerra). Esto, que en principio quedaría al margen del deporte, pero que ciertos “periodistas deportivos” con pocos escrúpulos venden hasta la saciedad con imágenes en bucle y vestidas de supuesta información, podíamos pensar que ha surgido en los últimos tiempos, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, en una fecha tan alejada como el 59 d.C. las crónicas ya nos cuentan que hubo una monumental pelotera entre aficiones, a cuenta de un espectáculo deportivo, que produjo diversos muertos. Se produjo en Pompeya y se trata de la primera noticia en la Historia de una trifulca semejante.

Anfiteatro de Pompeya
Anfiteatro de Pompeya
Pompeya es ampliamente conocida por la erupción que, en el año 79 d.C., enterró la ciudad y sus habitantes bajo varios metros de cenizas volcánicas procedentes del Vesubio. No obstante, hasta el momento de la destrucción, Pompeya era una ciudad muy populosa gracias a su puerto, que la convertía en un centro comercial de primer orden al aprovechar su relativa cercanía a la Vía Apia para distribuir mercancías ya fuera con Roma como con el sur de la península Itálica; era lo que hoy denominaríamos un “hub”. Esta situación privilegiada hacía que la ciudad estuviera equipada con todo tipo de infraestructuras, entre ellas un anfiteatro (ver La oculta ubicación del anfiteatro romano de Barcelona) con capacidad para 20.000 personas, donde se realizaban, como en todo el Imperio, las populares luchas de gladiadores.

Mosaico con gladiadores
Mosaico con gladiadores
Las luchas de gladiadores, para quien no tenga mucha idea, serían el equivalente romano de las actuales veladas de Lucha Libre (Wrestling) aunque bastante más sangrientas, ya que el morbo y la sangre siempre atraían mucho en aquella época. Ello significaba que, igual que hoy en día, los gladiadores tuvieran una gran afición que se movilizaba cuando “actuaba”, levantando pasiones entre la gente -algunos volvían locas a las mujeres como un David Bisbal cualquiera- y generando una gran expectación. No obstante, y como pasa siempre, cada público tiene sus cadencias, generando unas filias y unas fobias diferentes según los pueblos. El Real Madrid tiene sus fans irredentos, exactamente igual que el F.C. Barcelona... ¿y qué pasa cuando se enfrentan? Que forman un cóctel explosivo que salta a la más mínima.

Pollice verso (1872)
Pollice verso (1872)
Así las cosas, Livineyo Régulo, un oscuro personaje que tenía que ser una buena “pieza” ya que había sido expulsado del Senado romano (se desconoce el porqué), organizó en el anfiteatro de Pompeya un juego de gladiadores para público disfrute en el año 59 de nuestra era. Los espectáculos de gladiadores, como ya he comentado alguna vez, tenían mucho de promoción y de limpieza de la imagen personal de quien los organizaba, por lo que los emperadores y grandes personajes los utilizaban profusamente para ganarse la simpatía del pueblo. Es fácil pensar que, ante la situación de haber sido expulsado del Senado, el tal Livineyo Régulo pudiera haber organizado unos juegos para congraciarse con el populacho. La cuestión es que los juegos atrajeron un gran gentío, como acostumbraba a pasar.

Violencia latente
Violencia latente
El espectáculo, como era de esperar atrajo una gran cantidad de gente de la misma Pompeya, pero también lo hizo de Nuceria, una población distante unos 12 km de ella, pero más al interior. Hasta aquí todo normal, ya que la afición por los gladiadores trascendía lo meramente local, sin embargo, el gran problema era que ambas poblaciones no podían verse ni en pintura desde tiempos inmemoriales en que, por una causa u otra, siempre habían acabado en bandos diferentes. Obvia decir que, la pasión de las luchas de gladiadores, despertaban los bajos instintos y las altas inquinas entre los pompeyanos y los nucerinos… y aquel día se mostraron en todo su “esplendor”.

Enfrentamiento entre aficiones
Enfrentamiento entre aficiones
Cuenta el historiador Tácito que, en aquellos juegos, los encontronazos entre ambas aficiones empezaron con provocaciones de tipo verbal, es decir, que comenzaron a mentarse a la madre -o el gladiador, que para estos casos es lo mismo- lo cual encendió los ánimos de pompeyanos y nucerinos. Ánimos que, lejos de calmarse, fueron cada vez a más, liándose una batalla campal a pedrada limpia entre aficionados de uno y otro bando, hasta el punto que a la zarabanda de piedras voladoras siguieron las armas (se conoce que estaba permitidas entrarlas a aquellos espectáculos) acabando el follón con varios muertos y múltiples heridos entre los “contendientes” (ver Un tigre, un toro y el infinito disparate humano). Seguramente, los gladiadores fliparon en colores al ver que el verdadero espectáculo sangriento, en vez de en la arena, se estaba desarrollando en las gradas.

Cicerone denuncia Catilina in Senato, Cesare Maccari, 1880, Palazzo Madama
Senado romano
Según parece, los que peor salieron fueron los nucerinos, ya que eran minoría y los pompeyanos, que estaban en casa y eran más, repartían estopa con mucha más alegría y tranquilidad. Sea como fuere, la trifulca llegó a conocimiento de Nerón, el cual pasó la patata caliente a los senadores, de estos a los cónsules y, de nuevo, a los senadores, los cuales sentenciaron prohibir durante 10 años los juegos de gladiadores en el anfiteatro de Pompeya, un golpe durísimo a unos espectáculos que eran una auténtica locura para los ciudadanos del Imperio Romano. No obstante, no solo hubo castigo para los pompeyanos, sino que los organizadores de aquella “juerga flamenca”, entre ellos el promotor, el exsenador Livineyo Régulo -sobre el que seguro pesaba su mal recuerdo en el Senado-, fueron desterrados de Pompeya a perpetuidad.

Moneda con Nerón y Popea
Moneda con Nerón y Popea
Como ocurre en la actualidad con los castigos supuestamente “ejemplares” que se producen cuando se produce un altercado semejante en un campo de fútbol, el castigo no duró todo el tiempo de la condena. El propio Nerón levantó la prohibición de los “ludi gladiatorii” en Pompeya 5 años después, especulándose que Popea Sabina, la esposa de Nerón, pompeyana y con la cual se había casado poco tiempo antes, habría convencido al emperador para que levantara el castigo a sus paisanos.

Estupidez humana en estado puro
Estupidez humana en estado puro
Sea como sea, la erupción del Vesubio arrasaría con toda la ciudad años a venir, si bien ha llegado hasta la actualidad un fresco en que se retrata aquella algarada con todo lujo de detalles, posiblemente encargado por alguien para el cual aquellos hechos fueron de especial orgullo. Y es que, si bien Instagram es una cosa de nuestros días, está visto que el repartirse de hostias en los estadios, vanagloriarse de ello, y hacerse la foto para tener el recuerdo, es una de aquellas vergüenzas que, más allá de la supina estupidez que demuestra quien lo hace, no ha sido capaz de borrar de nuestro acervo ni el incansable pasar de los siglos.

Ayer, como hoy, el deporte desata pasiones
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