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Gases hediondos y problemáticos |
Quien más, quien menos, ha tenido el placer de "disfrutar" de los inefables
efluvios que quedan en un lavabo en el que previamente alguien ha dado solaz a sus inquietudes intestinales. Estos gases, por mucho que molesten, son un subproducto
natural de todos los seres vivos, cuya expulsión trasciende incluso a nivel climático (
ver Cuando el hombre y los pedos de mamut produjeron una glaciación: el Dryas Reciente). Y es que, por mucho que sea poco glamuroso hablar de
flatulencias, la realidad es que hasta el más reprimido ha dejado en algún momento un "regalito" gaseoso que ha hecho abrir puertas y ventanas al más pintado. Sin embargo, un gesto tan simple como es el de abrir la ventana para no
asfixiarte tras ir al váter, no es posible hacerlo en el espacio, pudiéndose encontrar en un serio problema si se diera el caso. Lo peor es que este "catastrófico" supuesto se ha producido realmente, tal y como ocurrió en julio de 2011 cuando la controladísima atmósfera de la
Estación Espacial Internacional se vio, de golpe, invadida por un hediondo olor proveniente de uno de sus lavabos.
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Estación Espacial Internacional |
Cuando te haces
astronauta, lo que menos te puedes pensar es que, además de saber conducir naves espaciales, te va a tocar meter la mano en un
retrete como si fueras un fontanero cualquiera. No obstante, esto es justo lo que le tocó hacer al astronauta estadounidense
Ron Garan, cuando se reportó un olor insoportable que se extendía por los alrededores del lavabo ubicado en el módulo
Tranquility de la Estación Espacial. Después de hacer historia siendo el último astronauta que dio un paseo espacial en la última misión del transbordador
Atlantis el martes 12 de julio de 2011, es de suponer que tampoco le haría demasiada gracia liarse a arreglar un
albañal, pero de la Tierra no iba a venir nadie a arreglárselo. Cosas de estar en el espacio.
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Módulo Tranquility |
Por mucho que en estas
misiones espaciales se muevan miles de millones de dólares y que, por ello, el asunto de pegar una meada o hacer de vientre parezca una
frivolidad, el asunto de los
residuos es uno de los principales dolores de cabeza de la humanidad en general (
ver Las mareas que afectaban Madrid a pesar de no tener mar) y la astronáutica en particular, sobre todo en el caso de vuelos o misiones tripuladas. No por nada te puedes gastar una auténtica millonada en aparatos carísimos de medición de la radiación gamma al
tresbolillo que, como el astronauta que tenga que montarlo o gestionarlo no pueda orinar o defecar en condiciones, aquello no va a servir para nada, por lo que montar una
infraestructura para el adecuado alivio de los cosmonautas, no es un lujo, sino una necesidad de
primer orden.
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Sin gravedad, todo flota |
Para empezar, un
váter cósmico no funciona como uno en la Tierra, ya que la falta de gravedad hace que una taza al estilo de tu casa no sirva para nada. Imagínese por un momento haciendo sus cosas en
gravedad cero igual que lo haría a nivel del mar. Si orina, se va a bañar con ella porque el líquido va a
flotar por la habitación con total libertad; y si hace caca, también... el espectáculo, en ese caso, se lo dejo a su (más o menos sucia) imaginación. Sea como sea, la solución terrestre no es una buena opción y, por ello, los sanitarios espaciales son más parecidos a
aspiradoras que a un lavabo al uso.
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Váter de la Estación Espacial |
Efectivamente, para evitar que vaya usted bostezando por su nave y se encuentre comiendo o bebiendo algo que no debiera, la orina y las heces se absorben mediante una corriente de aire que recoge ambos productos directamente desde su fuente de emisión. Es decir, que para mear, un embudo adaptado a la forma de los genitales del astronauta (más cónico para los hombres, más ancho para las mujeres) y conectado a la manguera de un aspirador, recoge la orina y la traslada a un sistema de filtrado que separa el aire del líquido, a la vez que extrae el agua que contiene. Agua que es depurada y que, dada la dificultad de asegurar un suministro continuo en el espacio, se reutiliza para beber u otros menesteres. Y ahora se preguntará... ¿y para cagar? La respuesta es sencilla: en vez de utilizar la manguera, se sienta directamente en el agujero de la aspiradora. Literalmente.
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Esquema de funcionamiento |
Cuando llega el momento de hacer
aguas mayores, los y las astronautas han de sentarse en una especie de pequeño bidón metálico con una boca de unos 10 cm de ancho y atinar a poner el
ano centrado en ese agujero. De esta forma, la corriente de aire aspira lo que salga de "ahí" y, talmente como la bolsa de un aspirador, el mecanismo recoge sus "
adabelardos" en unas bolsas especiales en las cuales se queda el residuo sólido y líquido, pero no el gaseoso, que es absorbido y transportado a un filtro que depura el aire. La bolsa, así estando, se cierra y se guarda en
cajones especiales que, cuando están llenos,
se lanzan hacia la Tierra, se desintegran al reingresar en la atmósfera como un meteorito y forman parte del
polvo que se le pone en los muebles. Al principio de la era espacial (
ver Belka y Strelka, unas perras de ida y vuelta), tanto los líquidos como los sólidos se lanzaban directamente al espacio, hasta que en 2001 vieron que el 40% de los paneles solares de la estación rusa
Mir estaban dañados por el impacto a gran velocidad de la orina y heces congeladas. De los errores se aprende, claro.
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Ronald J. Garan |
Así las cosas, en julio de 2011, un fallo de los sistemas de filtrado de gases -se comentó que tal vez unas
burbujas de aire hubiesen quedado en el conducto de recogida de orina- obligó al coronel Ron Garan a pasar varias horas del 13 de julio haciendo
mantenimiento de distintos filtros del lavabo "averiado". Esta fue la explicación
oficial que se dio para justificar la intervención en el lavabo y la peste asociada (todo está monitorizado por la NASA), pero algo no cuadra en esta historia dado que el "olor" desapareció por sí solo mientras que estaban haciendo el
paseo espacial, bastante tiempo antes de arreglar la supuesta avería... ¿qué pasó entonces?
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Lavabo espacial soviético |
Lo que pasó en verdad difícilmente lo llegaremos a saber nunca -lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas-, pero, más allá de la versión oficial, algunos autores apuntan a que alguien de la tripulación
atascó el váter (los "
bates de béisbol" siempre son complicados de gestionar) o bien no acertó a ponerse correctamente en él, lo que provocó que los
gases de sus intestinos no fuesen correctamente absorbidos por la maquinaria de filtrado y se esparcieran libremente por la estación orbital, haciendo que se lo "
comieran" sus compañeros, a la vez que activaba todas las señales de alarma. Una alarma que, en el fondo, no habría sido tal, sino la confirmación fehaciente y rotunda que, por mucho que seamos reyes o plebeyos, ricos o pobres, hablemos una lengua u otra, estemos en tierra o en el espacio, no somos más que unos corrientes y molientes animalejos pedorros.
Naturaleza en estado puro, vamos.
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Retretes espaciales rudimentarios de las naves Soyuz |
Webgrafía
Me has hecho sonreir
ResponderEliminarun texto lleno de luz
para la pobreza de un baño
Buenisimo tu texto
Recomenzar: Muchas gracias por tu comentario, siempre es un placer informar a la vez que se saca una sonrisa. Gracias por tu visita. :-)
ResponderEliminarExplicar esto con elegancia y rigor solo se le puede pedir al autor de este blog, que, además nos regala un nuevo palabro "adabelardos". ¡derechito al DRAE pero ya, (el palabro, ¡no confundamos!)
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