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La Talaia de L'Hospitalet, el símbolo inerte de una ciudad iconoclasta

La Talaia
La Talaia
Uno de los símbolos patrimoniales más conocidos de L'Hospitalet de Llobregat es, por méritos propios, la conocida como Talaia (Atalaya), la torre de piedra que hoy en día podemos admirar en la entrada de la no menos conocida calle Xipreret de esta población barcelonesa. En tanto que símbolo, podría destacar por su edad, por su altura, por su construcción, por su singularidad... pero la realidad es que, por encima de todos estos parámetros, la Talaia destaca como símbolo inerte de la especulación urbanística más indignante y de la corrupción institucional del gobierno municipal durante el final del franquismo. ¿Sabía que no está en su ubicación original y que cuando se inauguró su traslado se tuvo que inaugurar a medias porque habían robado las 12 arcadas del último piso? Sígame un ratito, que intentaré explicárselo con detalle.

Mas Modolell de la Torre con la Atalaya
Mas Modolell de la Torre
Hasta principios del siglo XX, Hospitalet destacaba por ser una pequeña población de tradición eminentemente agrícola que ocupaba casi todo el lóbulo izquierdo del Delta del Llobregat (ver El delta del Llobregat, una costa en retroceso). Esta circunstancia tan particular implicaba que, más allá de los núcleos de población del barrio del Centro y de Santa Eulàlia, dispuestos a lo largo de la antigua Vía Augusta (actual Carrer Major), la población estuviera dispersa en una constelación de masías aisladas que gestionaban sus campos como buenamente podían. Una de estas casas de campo era la conocida como Can Modolell de la Torre, que se encontraba a la salida del pueblo en dirección a Cornellà pero a una relativa cercanía del casco urbano.

Dintel grabado con la fecha de construcción: 1587
Dintel con la fecha de erección
Esta masía destacaba por tener adosada una torre de vigilancia construida con bloques de piedra calcárea en 1587 y que, con sus 5 metros de ancho y unos 14 m de alto (lo que daban sus 4 pisos de planta cuadrada y el ático con arcadas abiertas a los cuatro vientos), pretendía proteger a los habitantes de la casa de las razzias de los piratas sarracenos. Una amenaza muy real que, en aquel momento histórico, tenía en jaque a buena parte de las poblaciones costeras catalanas (ver Moros en la costa: La historia de los pueblos dobles del Maresme).

La Talaia en su ubicación original, C/ Atalaya, nº 9
C/ Atalaya, nº 9
El paso del tiempo, el fin de la amenaza pirata, y el desarrollo, años después, de la agricultura intensiva de regadío gracias a la construcción en 1819 del Canal de la Infanta (ver El Canal de la Infanta o la trascendencia histórica de un patrimonio olvidado), dio alas al crecimiento disparatado de L'Hospitalet. Un Hospitalet que durante la segunda mitad del siglo XIX se extendió a base de ensanches de los núcleos más antiguos y, a principios del siglo XX, con la creación de nuevos barrios residenciales (caso de Collblanc y de La Torrassa). La organización en Barcelona de la  Exposición Universal de 1929 y la llegada masiva de mano de obra hizo que el antiguo Mas Modolell de la Torre (también conocido como Mas Burguera o Can Vila) se viera absorbido por la trama urbana, y sus casi 6,86 hectáreas de terreno a tocar de la Riera de l'Escorxador se parcelaran. Tras la Guerra Civil se abrieron nuevas calles alrededor de la masía, quedando la casa ubicada finalmente en el número 9 de la calle Atalaya (hoy Talaia), llamada así en honor a aquella casa con aquella torre tan característica. Sin embargo, la presión demográfica seguía imparable y el construir más y más (que no mejor) se convirtió en un adictivo y lucrativo deporte solo al alcance de unos pocos.

La Talaia con sus piedras numeradas
Sus piedras fueron numeradas
L'Hospitalet en 1970 tenía 241.978 habitantes, o lo que es lo mismo, el 4.800% más que la población de 1900, que era de 4.948 almas, y el espacio que ocupaba la vieja casa, ya rodeado de bloques de pisos, se vio como el lugar más adecuado para levantar un rentabilísimo nuevo bloque de pisos. Tirar Can Modolell de la Torre se veía obligatorio para el negocio (¿Salvar el Patrimonio? Eso es de cobardes. Quita, quita...) pero se toparon que la torre que acompañaba la casa, en tanto que era un elemento defensivo histórico, había sido protegido por la Ley de Castillos que el propio Franco había firmado el 22 de abril de 1949. La torre de marras se convertía, de esta forma, en un duro freno para el chollo que se presentaba con la construcción masiva del suelo que pisaba. ¿La solución? La trasladamos a otro sitio piedra a piedra y así nos queda el espacio diáfano y sin molestias. Las autoridades franquistas ávidas de llenar las arcas municipales (y algún que otro bolsillo) no dudaron en dar el visto bueno.

Obras de traslado de La Talaia
Obras de traslado
Así las cosas, la Diputación Provincial de Barcelona, en 1972,  encargó las obras a Eduard Muntada i Lluch (el arquitecto que colocó en 1971 el reloj giratorio de la Plaza Catalunya de Barcelona), el equipo del cual procedió a numerar las piedras que formaban la Talaia y a trasladarla a un solar que había en la esquina entre las calles Xipreret y Barcelona, a unos 300 metros de la ubicación original. De esta forma, el casco antiguo de L'Hospitalet, lleno de pequeños tesoros patrimoniales (ver El Tratado de Utrecht o cuando la Historia pasó por Hospitalet), se "enriquecía" con un elemento más -que no estuviera en su sitio no pareció importarle a nadie-, les permitía ponerse medallas de "salvamento patrimonial" (al menos que hubiera algo que compensase el patrimonicidio brutal que se estaba perpetrando en la ciudad) y, lo más importante, dejaba el solar libre a la especulación urbanística desbocada. No obstante, algo no salió como debía...

Inauguración sin acabar
Inauguración sin acabar
En el lapso de tiempo entre el desmontaje y el montaje de nuevo de la Atalaya, se descubrió que las arcadas que conformaban el piso superior de la torre y que en su momento permitían la visión del delta hasta el mar, habían desaparecido.¿Quién se las llevó? Nunca se supo, pero, evidentemente, quién lo hiciera lo hizo con total conocimiento ya que desaparecieron las 12 arcadas y las 16 columnas que las sustentaban. No falló ni una. Corría el rumor de que eran góticas y tal vez ello ayudó a que alguien informado convenientemente (¿alguien de dentro?) las sustrajera. Incluso se dijo que el pintor y escritor Santiago Rusiñol se las había llevado a Sitges como decoración de su famoso taller "Cau Ferrat", pero teniendo en cuenta que había muerto en 1931 y que allí no hay ni rastro de ellas, la tesis no pasa de una mera leyenda. Eso sí, había un problema añadido: la inauguración del traslado estaba programado para el 8 de noviembre de 1972, en el llamado "Día de la Provincia". Y no era un día cualquiera. Un montón de autoridades del Estado venían con los Príncipes de España  (a la postre los reyes Juan Carlos y Sofía) a inaugurar el recién acabado Hospital de Bellvitge y se aprovechaba la presencia en la ciudad de más estrellas -políticas- que en el firmamento, para hacer diversas inauguraciones por toda la ciudad, entre ellas, nuestra Talaia. ¿Y se cree que se suspendió el acto? Pues no... se inauguró con toda pompa y boato con cuatro enormes boquetes correspondientes a los espacios que tenían que haber ocupado las arcadas superiores. Sin complejos.
 
Antes y después de las arcadas
Odiosas comparaciones
Los arcos robados fueron sustituidos poco tiempo después por otros que se parecían al original igual que un huevo a una castaña, es decir, en nada. Y no solo eso, sino que, según comentan los que visitaron la edificación original, el interior, que debía tener un acceso a la masía a la altura del primer piso, se reconstruyó también en un estilo libre -por decirlo de manera fina- que dificulta en la actualidad el acceso a posibles visitantes. No en vano, los tramos de escalera que unen las diferentes plantas no disponen ni de una mala barandilla para evitar que alguien se rompa la crisma como diese un mal resbalón; una responsabilidad directa del Ayuntamiento que se ve que en casi 50 años no ha tenido nunca un momento para solventarlo.

Sea como sea, la Talaia quedó bajo la tutela del Museu de l'Hospitalet, que actualmente la utiliza como almacén y, pese a la falta de fidelidad histórica en su reconstrucción (o tal vez justo por ello), la torre se ha convertido en uno de los símbolos más representativos de una de las ciudades más iconoclastas y menos respetuosas con su Patrimonio Histórico de la faz de la Tierra: L'Hospitalet de Llobregat.

La Talaia en su ubicación actual
La Talaia en su ubicación actual

Webgrafía

Comentarios

Pepelitri ha dicho que…

Me gusta la historia y la descripción de los hechos, algo en lo que estoy de acuerdo con el vasto patrimonio histórico de Hospitalet, que se está destruyendo siempre con fines especulativos, y con el beneplácito de las autoridades administrativas .

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