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¿Conoces mi último libro?

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Histeria gallinácea.

Desde luego, la histeria colectiva que tiene esta sociedad es de las que hacen historia. Ahora resulta que unos vecinos del barrio de Singuerlin de la localidad barcelonesa de Santa Coloma de Gramanet, han denunciado la presencia de un gallo -si, si, el macho de la gallina- por las calles del barrio el cual canta a horas intempestivas y provoca el desvelo del vecindario. La policía se lo ha tomado a cachondeo y les ha dicho que si no lo pillan in fraganti no pueden hacer nada. Y la verdad que no es para menos.

El gallo en cuestión parece ser que es de una familia gitana de los alrededores y campa a sus anchas por las calles. Comienza a cantar a las tres de la mañana y para cuando se cansa o ya hace demasiado calor. El vecindario ha llamado la atención a los propietarios, pero no quieren ponerse a mal con ellos y los propietarios tampoco quieren saber nada del crestudo animal. Ya han intentado capturarlo, pero no han podido pillarlo, es demasiado escurridiza la ágil volátil.

Cierto es que no es agradable que te despierten los cantos de un pollo tomatero -los he sufrido en propios tímpanos- pero llegar el caso de denunciarlo, es poco menos que de juzgado de guardia.

En una población crecida a base de inmigración venida de todas las partes de la España profunda, donde lo más urbano que habían vivido eran los cortijos de los terratenientes, resulta histriónico que, años a venir, se quejen de la presencia de un simple gallo. Me da la sensación de estar observando quejarse a alguien porque tiene un garbanzo en el colchón, cuando ha estado durmiendo toda la vida sobre el suelo, si no rodeado de caballos para estar más caliente.

Curiosamente, el hecho de quejarse de la presencia del animal parece que confiera un estatus de mayor categoría a quien se queja que a aquellos los cuales no se enteran o a los que no les molesta. Ya lo dicen claramente: ni sirvas a quien sirvió, ni pidas a quien pidió, y en este caso, parece que el pobre gallináceo despierte pasados de miseria que entre cierta gente es preferible olvidar.

Sin embargo, lo que me llega a molestar seriamente, no es que se llegue a denunciar en serio a un gallo, sino que hay otras muchas cosas mucho más serias por las que preocuparse un vecindario y más en un barrio como el Singuerlin, que dista mucho de ser un barrio modélico. Curiosamente, esas otras cosas, que implican un cierto compromiso personal con la mejora del barrio, no producen tanta movilización.

Denunciar a un gallo que molesta es poco comprometido. Denunciar el narcotráfico callejero, sí.



Pues hay quien paga por oirlos en el campo.

Comentarios

laceci ha dicho que…
Menos mal que no era una vaca o un jabalí, si no se monta otra guerra civil!!
Mr.Celofan ha dicho que…
Mejor un gallo que el puto camión de la basura, que por mi casa pasa a la una de la madrugada.

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