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Unas escandalosas pero diligentes ocas guardianas

Ocas de la Catedral de Barcelona
Ocas de la Catedral de Barcelona
Si hay algo que llama la atención en el claustro de la Catedral de Barcelona son las ocas blancas como la nieve que se encuentran libres por el patio. Estas ocas, si bien en este caso están dedicadas a Santa Eulalia, la patrona de Barcelona -la cual se dedicaba a cuidarlas cuando la martirizaron- (ver Un río subterráneo bajo Barcelona), provienen rebotadas de un culto romano muy antiguo, el cual se las consagraba a la diosa Juno, diosa del matrimonio y la fertilidad. Sin embargo, esta costumbre de las ocas sagradas disfrutó de un inesperado reavivamiento cuando un grupo de estas anátidas evitó que Roma fuera totalmente destruida.

Breno, el jefe galo
Alrededor del 390 a.C. (hay fuentes que sitúan la acción en el 387 a.C.), los galos no es que estuvieran exactamente a partir un piñón con los romanos y diversos encontronazos militares mantenían a ambas comunidades entretenidas entre ellas dirimiendo litigios fronterizos. Llegado este punto, hay que destacar que los romanos, si bien se encontraban en expansión (ver Lago Albano: ingeniería romana para drenar un volcán), distaban mucho de tener la potencia de la Roma Imperial y los galos ocupaban la parte norte de la península Itálica en lo que se daba a llamar la Galia Cisalpina (a grosso modo, de Bolonia para arriba). En uno de estos lances, los romanos se enfrentaron contra los galos en el río Alia, a unos 20 kms al norte de Roma.

Los galos, bajo el mando de Breno, y a pesar de ser la mitad de efectivos que las tropas romanas (se calcula que eran unos 24.000 soldados romanos -6 legiones-), le dieron la del pulpo a los paisanos de Rómulo y Remo. Ello provocó una estampida de las legiones romanas y el avance galo hasta la capital.

Colina capitolina
Roma, por su parte, estaba muy mal defendida con unas murallas poco aptas para resistir una confrontación militar, por lo que el retén de soldados que quedaba en la ciudad comandados por el cónsul Marco Manlio, previendo la que se avecinaba, decidió atrincherarse en la Colina capitolina. Esta colina no estaba habitada, pero al ser un lugar de culto a Júpiter, Juno y Minerva (la triada capitolina) estaba en una zona elevada, de difícil acceso y estaba envuelta de altas murallas que la hacían fácilmente defendible. Sea como sea, también se ha de decir que tan solo los soldados se protegieron en el Capitolio, dejando a los niños, las mujeres y los ancianos en la ciudad. Consideraciones respecto la defensa de la población civil se las dejo a su gusto.

Asalto galo al Capitolio
Al llegar los galos a Roma, entraron como toro en cacharrería y saquearon la ciudad, mientras que la guarnición romana atrincherada en la colina Capitolina aguantó el envite. Al llegar la noche, los galos intentaron tomar el Capitolio trepando por las murallas al abrigo de la oscuridad y el silencio para pillar a la guarnición romana por sorpresa. Sin embargo, cuando los galos estaban a punto de entrar en tropel con nocturnidad y alevosía, el escandaloso graznido de un grupo de ocas puso en alerta a los endormiscados soldados romanos, permitiendo repeler la agresión y evitar que el Capitolio fuera arrasado como el resto de la ciudad.

Ubicación del Capitolio en Roma
De esta forma, las ocas, las cuales procedían del templo dedicado a la diosa Juno, se mostraron más efectivas que los perros que tenían, los cuales ni tan siquiera llegaron a ladrar. Esta historia -se supone que fue un elemento propagandístico para ocultar la deshonrosa derrota romana- hizo que las ocas fueran cada vez más veneradas en los cultos romanos, hasta llegar a nuestros días, donde al abrigo de la cristianización de los antiguos cultos paganos (ver La Natividad del Dios-Sol), las ocas ocupan, como en el caso del claustro de Barcelona, un lugar preeminente en no pocos templos cristianos.



Las ocas, unas guardianas muy diligentes

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