La gente de L'Hospitalet no somos "pixapins"...¡Somos ribereños! ¡Ribereños!

L'Hospitalet y el río Llobregat
L'Hospitalet y el río Llobregat
Aunque pudiera pensarse que decir que L'Hospitalet no es Barcelona no es más que una obviedad, la verdad es que, en el imaginario colectivo hospitalense y buena parte del barcelonés, es un dicho que tiene poco de perogrullo. El hecho de ser un suburbio de la gran capital con el cual mantiene un continuo urbano, por muy independiente que políticamente sea de ella, ha propiciado que los mismos pobladores hospitalenses se vean como un simple pedúnculo de la Ciudad Condal. Un pedúnculo que, propiciado por las inexistentes políticas de autoafirmación hospitalense llevadas a cabo por el Ayuntamiento de L’Hospitalet, por su seguidismo político con la capital -a veces hasta extremos vergonzosos-, los repetidos intentos de absorción por parte de Barcelona y la falta de cualquier tipo de enraizamiento con el territorio de los recién llegados, ha permitido que buena parte de sus pobladores no se sientan plenamente hospitalenses sino una especie de barceloneses de segunda clase. Si a eso sumamos las carencias de todo tipo que hay en los servicios públicos de la segunda ciudad de Catalunya, lo que dispara -con razón- las agrias quejas de los vecinos, se produce una situación que no hace más que ahondar en la idea de suburbio descastado y sin historia que se extiende, demasiado intensamente, por ambas orillas de la Riera Blanca.

Sentimientos encontrados de la ciudadanía hospitalense - Fiestas de Primavera 2024
Sentimientos encontrados de la ciudadanía hospitalense
No obstante este escenario apocalíptico para las “esencias” hospitalenses, la realidad es que, en el fondo -posiblemente demasiado en el fondo- la ciudadanía de L’Hospitalet se estima su barrio y su ciudad como el hijo tonto que te ha tocado criar: te da rabia que sea como es, te duele que no progrese adecuadamente, pero lo quieres y defiendes como un hijo porque...¡tampoco lo vas a matar! Y aquí se encuentra el quid de la cuestión.

Los hospitalenses no dudan en defender lo suyo
Los hospitalenses no dudan en defender lo suyo
Ante la falta de referentes de todo tipo que los hagan enorgullecer, el vecindario hospitalense se mueve entre la indiferencia, el cabreo y la estima hacia su ciudad, las cuales afloran en mayor o menor medida según caen los chuzos de punta de uno u otro lado: Se te quejarán hasta extremos enfermizos de la delincuencia que hay en las calles, de la suciedad, de la dejadez del ayuntamiento con el incivismo o del sursum corda... pero, por ejemplo, no digas que el barrio de Bellvitge es feo, que los vecinos se te lanzarán a la yugular. Consejo de amigo.

Sarrià se opuso, pero acabó anexionado
Sarrià se opuso, pero acabó anexionado
Ante esta situación, en que los propios hospitalenses demuestran una cierta tibieza ante su pertenencia a L’Hospitalet, encontramos a la pantagruélica Barcelona. Una ciudad circunscrita a sus murallas cuyas élites políticas vieron poner en peligro su particular cuota de poder debido a la falta de espacio vital y que no dudaron en absorber por las bravas -con la connivencia de Madrid, no olvidemos- toda la constelación de pueblos históricos que la rodeaban para así tener espacio físico en el que desarrollarse y especular. 

El poderoso siempre intenta comerse al débil
El poderoso siempre intenta comerse al débil
Primero cayeron (1897) Gràcia, Sants, Les Corts, Sant Andreu y Sant Martí de Provençals, después Horta (1904) y Sarrià (1921). L’Hospitalet parecía estar suficientemente alejada para temer el zarpazo barcelonés, pero la absorción de Les Corts y Sants llevaba al gigante a la puerta de casa y el tremendo término municipal hospitalense que iba desde la ladera de Sant Pere Màrtir (ver Sant Pere Màrtir, la carismática atalaya natural del sur de Barcelona) hasta la playa se mostraba como un bomboncillo al que era difícil de resistirse. L'Hospitalet pasó a ser, para la propaganda barcelonesa, una parte de Barcelona que por un lado anhelaba y consideraba como propio, mientras que por el otro lo denostaba y convertía en su patio de atrás (ver La silenciada epidemia de peste bubónica que afectó L'Hospitalet en 1931). 

Terrenos de la Marina hospitalense expropiados
Terrenos de la Marina hospitalense expropiados
La expropiación de la Zona Franca (1920) y de Finestrelles (1933) fueron bocados encaminados a devorar el mamut hospitalense, el cual más pronto que tarde tendría que caer. Tan solo la Guerra Civil y el caos durante el franquismo pausaron el proceso de absorción, que la llegada de la democracia eliminó definitivamente al impedir las agregaciones por las bravas de espaldas a la ciudadanía afectada. Esto evitó que hoy L’Hospitalet fuese un barrio más de Barcelona, aunque la propaganda y la idea de que L’Hospitalet “es” Barcelona no cesó en ningún momento, calando fuerte en la población recién llegada e incluso en la ya asentada, devolviéndonos a la situación inicial.

El Centre d'Esports L'Hospitalet, el "Hospi"
El Centre d'Esports L'Hospitalet, el "Hospi"
Una vez hecho el necesario apunte histórico, hay que decir que pese a esta “laxitud” en la conciencia hospitalense de los propios hospitalenses, la realidad es que L’Hospitalet de Llobregat tiene un pasado y unas circunstancias históricas y geográficas diferenciadas de la Ciudad Condal. Unas circunstancias que si bien están ligadas por fuerza con el principal polo poblacional y de poder de Catalunya (ni más ni menos como todos los pueblos a 50 km a la redonda), han dado un municipio con una personalidad propia que tan solo la opaca sombra de Barcelona ha sido capaz de esconder. Personalidad que se muestra incluso por los rincones más inesperados... o si no ¿por qué piensa que al club de fútbol del Centre d’Esports L’Hospitalet, el conocido “Hospi”, se le llama “el equipo ribereño” (o riberenc, en catalán)? La relación íntima de L’Hospitalet con el río Llobregat tiene la culpa ya que, guste o no, L’Hospitalet es “de” Llobregat, no de Barcelona. No somos “pixapins” tal y como llama despectivamente la (mal llamada) gente de comarcas a la gente de Barcelona, englobando injustamente a todos los municipios que la envolvemos: La gente de L’Hospitalet, señoras y señores... ¡Somos ribereños! ¡Ribereños!

Y es que, lo crean o no, L’Hospitalet no es Barcelona.

Por si quedaba alguna duda
Por si quedaba alguna duda

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