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¿Conoces mi último libro?

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Edificis Catalans amb Història (2023)

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La calle Xipreret, el emblemático corazón de L'Hospitalet

Hoy, cuento: ¡Que hay prisa!

Parece mentira cómo hay veces que parece que a toda la gente de la ciudad se le ha ocurrido salir a la calle a la misma hora que a ti. Normalmente ocurre en el momento más inoportuno, cuando te interesa llegar a una cierta hora o cuando llegas tarde a algún sitio. Hoy es esta última causa. He salido del trabajo más tarde que de costumbre gracias al incompetente de mi jefe, y me va a obligar a llegar tarde a mis clases de alemán. ¡Con lo retrasado que voy! Este año no apruebo ni queriendo.

Desde que he salido de la oficina, me estoy encontrando a toda la población a mi paso. Toda la población, literalmente. Familiares lejanos, amigos casi olvidados, gente famosa... hasta me he tropezado con el alcalde saliente, que al estar en plena campaña electoral ha aprovechado que pasaba a mi altura para preguntarme si conocía su programa electoral. Hay algunas veces que ser educado es un autentico inconveniente.

Después de tener que superar a abuelos con muletas, grupos de turistas con guía, concertistas de armónica, ciegos, niños que han aprendido a andar hoy con sus padres, un cordón policial y un encuestador... al final he podido llegar al metro. Un metro que estaba más abarrotado que nunca, parecía que estuvieran regalando algo, y que, para postre, llegaba con unos minutos de retraso. Las sardinas en lata viven en la inmensidad del desierto del Gobi en comparación con mi persona en ese vagón de metro. ¿Lo peor? Ese “Eau de Sobaques” que tanto gusta ponerse a una parte de la población a ciertas horas del día.

Al final el metro ha llegado a la estación, pero el esfuerzo para salir del vagón ha sido el de un buldózer, ya que he quedado arrinconado y no bajaba nadie de esta puerta. ¡Aaaagh! Por suerte que he sacado el pie a tiempo, que si no, me lo engancha la puerta al cerrar. Hoy, realmente, no es el mejor día para ir con prisas, ya llego tarde y con la clase empezada. Malas caras de la profesora, seguro.

Yo, en mi inocencia, pensaba que ya estaba llegando, ya que la academia está cerca del metro, pero no era así. Calles cortadas, manifestación de jubilados, niños jugando, grupito de mujeres que vienen del mercado con sus carritos, la grúa que se lleva un coche, una señora con silla de ruedas que me pide que le ayude a cambiar de acera, semáforos eternamente en rojo...

Ya no sabía ni quien era, si el santo Job que decía todo el mundo que era, o un clon de Hulk de los nervios que llevaba. ¡Quería llegar! Pero todo eran obstáculos. Incluso cuando llegaba a clase, en el estrecho vestíbulo paseaba un chico joven pegado a un móvil, enviándole besitos a la que debía ser su novia, una tal Jennifer ¡Por favor! ¡¡¡Qué eso no se hace aquí!!! ...pero ya era el último obstáculo. ¡Uf! ¡Media hora de retraso! Al fin en clase.

- Sí, Jennifer, sí... – dijo mirando alrededor, cerciorándose de lo que iba a decir - Sí, ya podemos hablar, jefe. Acaba de meterse en clase. No he podido retenerlo más.

-De acuerdo. Ordena dispersarse al resto de la gente.

Un rumor de hojas secas invadió todo el ambiente.


Hoy, realmente, no es el mejor día para ir con prisas.

Comentarios

  1. Ummm... una conspiración!!!!

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  2. No sé si he entendido algo.
    Estoy un poco espeso.
    Volveré a leerlo otra vez luego :)

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