Colorín Colorado

“Érase una vez, en un país rico, rico y con fundamento, una serie de voluntariosos enanitos vestidos de verde, trabajadores y cultos como pocos, que disfrutaban diariamente vigilando que la paz, la calma y los buenos modos que en aquel modélico país habían permanecido inalterables desde hacía siglos, no se vieran alterados en lo más mínimo. El resto de enanitos del país estaban encantados con ellos, ya que su afabilidad y cordialidad de trato era digna de encomio. Cariñosamente los llamaban los “tricos”, debido a su gracioso sombrerito brillante.

Sin embargo, hacía un tiempo que parecía que las cosas no iban todo lo bien que deberían haber ido. Los Tricos habían detectado que en la Asamblea General, algunos enanitos discutían las decisiones que desde hacía generaciones siempre se habían tomado por la unanimidad de los representantes de los enanitos. No podían creer que algo de tamaña barbarie les estuviese pasando a ellos. El colmo llegó un día (23 de febrero, concretamente) en que los representantes del país elegían su enanito presidente, y hubo un enanito que no votó a favor. ¡Hasta aquí habían podido soportar!

Los Tricos hacía muchísimos años que no tenían oportunidad de actuar, y solo los más viejos se acordaban de una ocasión en que tuvieron que intervenir porque un enanito había tirado un papel a un suelo y tuvieron que reprimirlo no sin dificultades. Pero la situación en que se encontraban ahora era de la máxima gravedad posible, y tenían que actuar. Y actuaron.

Un bigotudo Trico veterano se puso en marcha y decidió entrar en la asamblea a reducir al osado que votó en contra, para evitar que su mal ejemplo cundiera. Entraron en plena votación, pero como no sabían quien había sido y nadie decía quien era, decidieron tenerlos encerrados y asustarlos un poco con sus escopetillas de fogueo. Los representantes se jiñaron al ver los tricos disparando al techo y se tiraron todos al suelo. El “bigotes” les dijo con la mejor de las intenciones que o salía el malo o les harían pam-pam en el culete y que vendría el rey de los enanitos a reñirles. Pero no salió.

Pasaron las horas, y los tricos no sabían que hacer porque esperaban que un enviado del rey apareciera por la asamblea a poner un poco de orden entre los representantes. Sin embargo, el rey salió en la tele y dejó claro que posiblemente los tricos se habían confundido y que no debían de haber actuado así. Los tricos se avergonzaron por su metedura de pata, y tal fue el pudor, que incluso hubo algunos que huyeron por las ventanas para que no les vieran sus familias y se avergonzasen de ellos. El “bigotes” orgulloso por creer que había hecho lo correcto, salió por la puerta principal acompañado del resto de tricos. El rey le castigó vehementemente por su comprensible equivocación y al asunto nadie más le dio importancia.

Y colorín colorado, así es la historia y así se la hemos contado.”

Esta es la versión que Tejero pretende publicar -en próximas fechas- en el diario de Melilla de lo que realmente pasó aquel 23 de febrero de 1981, y que me ha sido proporcionada por un amigote que en dicho diario tengo.