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¿Conoces mi último libro?

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Edificis Catalans amb Història (2023)

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La calle Xipreret, el emblemático corazón de L'Hospitalet

Plumeros al aire.

Todo el follón que se avecina con el asunto de la sequía en Catalunya es, como quien dice, la crónica de una sequía anunciada. Uno que tiene una perspectiva desde dentro del meollo al vivir en plena conurbación barcelonesa, no puede, por menos ,que no dejar político sin cabeza en este asunto ya que no hay ni un partido que no haya tenido nada que ver con la situación en que nos encontramos. Aquí todos quieren ser los buenos pero al final, los jodidos, los de siempre.

En este clima mediterráneo en que nos ha tocado vivir, la irregularidad de las lluvias es la norma. Te puedes encontrar con épocas en que te sale el agua por las orejas y otros en que el desierto del Sahara te viene a casa. Partiendo de esta base, el hecho de que los partidos digan que estamos padeciendo "una sequía excepcional" no es más que una excusa de mal pagador ante la falta de previsión de un problema que más tarde o más temprano había de ocurrir y que, curiosamente, no pueden endosar al franquismo, ya que fue el último en hacer algo -bien o mal- al respecto.

El problema comienza por la distribución de la población de Catalunya, el 70% de la cual se encuentra ubicada en el 3% de su territorio. Ello provoca que un autoabastecimiento sea, al ritmo actual de consumo, imposible, y por tanto sea obligado el traer agua de afuera si no es que quieran que nos duchemos en cerveza. Pero esto no es mas que una parte del problema, porque agua y reservas para atender las necesidades domésticas hay de sobras y el hecho de pedir a la población que gaste lo menos posible cuando tira de la boya del váter es como empezar por reducir el alpiste del perico para reflotar una empresa.

El nivel de infraestructuras con relación al agua que hay en Catalunya, si bien no se ha construido más que un pantano desde el final del franquismo -el de Rialb- es impresionante como para abastecer largamente las necesidades de la población aún con piscinas y jardincillos a toda castaña, ya que el conjunto de capacidad de los embalses catalanes es de 4414 hm3 y el consumo doméstico medio es de 573 hm3. Entonces... ¿porqué estamos sin agua? El por qué es sencillo: el 80% del agua se usa en hacer negocio con ella y ahora no tenemos para beber.

La agricultura se lleva el 70% del agua en concepto de riegos. El convertir estepas trigueras en vergeles a base meter agua a manta, o utilizar auténticos ríos de agua potable para refrigerar turbinas no es exactamente la mejor forma de gestionar el agua. Pero...¿Quién le pone el cascabel al gato de obligar a los industriales a utilizar aguas depuradas sí o sí, poniendo en peligro los puestos de trabajo y, por ende, los votos? ¿Quién le obliga a los lobbys agrícolas a que se modernicen y reduzcan sus consumos de agua a la fuerza, so pena de perder los apoyos políticos en según que territorios? Traer el agua de afuera es la solución más fácil para los políticos. Todos contentos y nadie toca su statu quo.

Ya hace cuatro o cinco años que se ve a venir el asunto, pero nadie ha hecho nada. Los unos por los otros, y la casa sin barrer. Ahora son todo reproches y parches de última hora, pero los convergentes por estar sustentados por la Catalunya agrícola y los socialistas por la Catalunya obrera, no se han atrevido a poner freno a este derroche de agua. La suerte se les había aliado y había llovido lo suficiente como para tapar las vergüenzas políticas de unos y otros.

El clima mediterráneo ha dado la vuelta a la moneda; todos los plumeros, al aire.

¿Agua o votos? la mecha está encendida.

Comentarios

  1. Anónimo3:52 p. m.

    Que desastre por dios!

    Vengo a abrazarte pa que no me olvides.

    ResponderEliminar

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