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Lápida de Hans Staininger |
“
¡Eres más desgraciado que el que se cae y se mata!”. Este jocoso dicho castellano que se ha espetado desde siempre cuando el que tienes delante te ha hecho una
trastada o le sale todo torcido en la vida, ha servido durante generaciones para ilustrar la máxima expresión de la
mala suerte humana. El hecho de caerte y matarte (andando, se entiende), aunque pueda tener consecuencias dolorosas, difícilmente son de un carácter tan
grave como para perder la vida por ello. Sin embargo seguro que no era eso lo que pensó
Hans Staininger cuando un mal día tropezó y se mató. Hasta aquí podríamos considerar que el hombre tuvo mala suerte, pero es que, cuando sabemos con lo que tropezó, podemos decir que la mala suerte iba con majorettes y banda de música:
con su propia barba. Ahí es nada.
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Lo que sea para llamar la atención |
Que el ser humano es capaz de hacer
tonterías muy gordas por simple estupidez y ganas de destacar respecto los demás, es algo que he tratado largo y tendido en estas líneas. Esta obcecación por ser
más que nadie ha hecho que haya personas que pongan toda su constancia y tenacidad (cuando no su
obsesión más enfermiza) en conseguir objetivos que el común de los mortales no se plantearía en la vida por su
inutilidad manifiesta, pero de los cuales se sienten especialmente orgullosos. El dejarse los bigotes o las barbas
bien largas es uno de ellos, habiendo llegado a pagar onerosos impuestos por mantenerlas cuando las autoridades han pretendido regularlas (
ver El impuesto sobre las barbas o la forma de modernizar Rusia a la fuerza). Aunque claro, cuando es la misma autoridad la que las calza...
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La Stadtplatz de Braunau-am-Inn |
Hans Staininger (o
Steininger, que se aceptan las dos grafías) era el burgomaestre de la pequeña ciudad de
Braunau-am-Inn allá por el año del Señor de 1567. Ciudad austriaca lindante con
Baviera -a la que perteneció hasta el siglo XIX- que, por otra parte, no destacaría en mucho de otras similares si no hubiera sido la patria chica de
Adolf Hitler para regocijo (antes de la guerra) y vergüenza (después de la guerra) de sus habitantes (
ver La Esvástica del Bosque, el oculto regalo del führer). Sea como sea, Staininger destacaba, a parte de por su extraño buen hacer que lo hacía muy popular, por la tremenda barba en estilo “
tenedor francés” (con dos tiras paralelas, vamos) que tenía, la cual era tan larga que le llegaba
hasta los pies.
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Staininger se ha convertido en un reclamo turístico |
Como sea que una barba de entre 1,5 y 2 metros de longitud
llama la atención y la admiración de la gente, pero en el día a día molesta más que un garbanzo seco en el zapato, Staininger la llevaba
recogida en una bolsa de piel que llevaba permanentemente consigo. De esta forma, este particular “
transportín” de barbas le permitía llevar los asuntos de la política de Braunau con cierta comodidad y sin el engorro de tener que estar quitando continuamente una barba tan larga -a pesar de que se la había recortado unas cuantas veces- de encima de los documentos municipales. No obstante, la noche del 28 de septiembre de 1567 un pavoroso
incendio se produjo en la ciudad. Y en una época en que las casas estaban mayoritariamente construidas con
madera, un fuego descontrolado podía significar la destrucción total de la población.
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Su barba le jugó una pasada mortal |
Staininger, en tanto que alcalde de Braunau, tuvo que ponerse al frente de la coordinación de la situación de
emergencia y, en uno de los lances, su prominente barba se escapó de su bolsa-contenedor. Como la situación era urgente y no estaba el momento como para
atusarse con mimo su vello facial, simplemente se la apartó y siguió adelante. No obstante, en un momento dado, Staininger tuvo que subir unas escaleras corriendo y, en llegando a los últimos escalones, la barba,
libérrima como iba,
se enredó entre sus piernas haciéndolo caer escaleras abajo. Un enredo de consecuencias fatales ya que, al caer rodando, el burgomaestre
se partió el cuello, quedando muerto en el acto.
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Figura de Steininger en la fachada del Ayuntamiento |
Ante tan sentida pérdida y, dada la popularidad del alcalde, se le dedicó una lápida en mármol rosa en la fachada de la iglesia de
San Esteban (
ver Y con Esteban, tres. El porqué de la celebración de San Esteban) de Braunau am Inn, donde se le representó a tamaño natural con su barba de 1,40 metros hasta los pies y convirtiéndose en un
icono folclórico de la ciudad a partir de ese momento.
Asimismo, conocido el esfuerzo y el cariño que tenía en su cuidado, y para que no se perdiera para siempre, al cadáver de Staininger se le cortó la barba, la cual quedó como una
reliquia familiar para la posteridad. Barba rubia que conservada perfectamente pese a los siglos pasados (varios dermatólogos confirmaron su legitimidad), en 1911 fue donada al ayuntamiento por los descendientes del desgraciado
burgomaestre como
patrimonio cultural de Braunau y quedando depositada en el museo local, donde se puede admirar desde entonces.
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Barba original conservada en el museo local |
En conclusión, que el hombre puso todo su esfuerzo y tesón en conseguir una característica que le hizo
destacar de los demás, pero que acabó por ser, no solo inútil, sino que acabó por llevarle a la
tumba. En estos momentos, en que se está debatiendo en Madrid si enviamos el planeta a la mierda por la vía lenta o por la vía rápida, bien haríamos de olvidarnos de
postureos inútiles y pusiésemos verdaderas soluciones a corto plazo sobre la mesa. Soluciones que, de no tomarlas
ya, corremos el riesgo de que nos pase lo que a Hans Staininger: que por querer subir, el postureo nos lleve abajo de golpe
y nos mate.
Y, a día de hoy, la barba ya la tenemos enredada entre nuestros pies.
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