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Franco, la mediocridad y la incorrupta mano de Santa Teresa

Mano incorrupta de Santa Teresa de Jesús
Mano incorrupta de Santa Teresa de Jesús

Viendo estos días las manifestaciones de extrema derecha que se están haciendo en la puerta de la sede del PSOE en Madrid por el inmenso cabreo de ver que, no solo no acceden al gobierno de SU nación (porque es sólo de ellos) sino que, encima, Pedro Sánchez les ha pasado la mano por la cara y ha sido capaz de hacer encajes de bolillos con ocho formaciones y salir elegido presidente, uno no puede dejar de pensar de dónde ha salido tanto franquista suelto en la España democrática del siglo XXI. La realidad es que si alguien pensó que el millón de españoles que el 1 de octubre de 1975 -un mes antes de la muerte de Franco- que se reunió brazo en alto en la plaza de Oriente de Madrid para aclamar al Caudillo (por más que se habrían tenido que reunir 22 personas por metro cuadrado si esta cifra fuese real) se habían convertido de la noche a la mañana en demócratas de toda la vida, mucho se habían equivocado. Sin embargo, lo que más sorprende es la extraña devoción que se tiene sobre este personaje funesto de nuestra historia que fue Francisco Franco, más que nada porque la historia personal del dictador español (y no lo digo yo, sino sus biógrafos más cercanos) fue la de un personaje mediocre, ignorante y supersticioso que, simplemente estuvo en el lugar apropiado en el momento justo y acertó a mover con más o menos fortuna (para sus intereses, claro) las fichas que la situación global le iba dando. Y justo, fruto de esta superstición, como muestra, un botón... bueno... una mano: la mano incorrupta de Santa Teresa de Jesús, una morbosa reliquia que le acompañó, incluyo llegando a extremos ridículos, hasta el momento de su muerte.

Santa Teresa de Jesús
Santa Teresa de Jesús

La historia de la mano incorrupta de Santa Teresa comienza el 4 de octubre de 1582 con la muerte de la santa y su entierro a toda prisa el día siguiente, el 15 de octubre, en el Convento de la Anunciación de las Madres Carmelitas de Alba de Tormes (Salamanca). Y no, no me he equivocado con la fecha, ya que justamente al dia siguiente de la muerte de Santa Teresa se hizo el cambio del calendario juliano al gregoriano y se saltaron once días por la jeta, pero volvamos a nuestra santa... Conociendo el valor intrínseco espiritual (y, sobre todo, pecuniario, ver El Santo Prepucio de Jesús, una reliquia divina muy terrenal) de los restos de Santa Teresa, la madre priora decidió enterrarla a toda velocidad, pese a las protestas de todas las monjas del convento, bajo una cantidad ingente de piedras y argamasa para evitar según qué tentaciones. Lo gracioso es que, como se pensaba la jefa, sucedió.

Monasterio carmelita de Alba de Tormes
Monasterio carmelita de Alba de Tormes

A los 9 meses, el padre provincial fray Jerónimo Gracián decidió que, imbuido de una gran veneración por Santa Teresa, quería ver a la difunta santa, la cual había sido enterrada sin embalsamar y el ataúd roto por el peso de la piedras. Después de cuatro días de sacar rocas y tierra, vieron que el cuerpo no se había corrompido (curiosamente le llamó la atención que mantenía sus pechos altivos...pillín, pillín, ver La politelia, los pezones fruto de un despiste genético) y que desprendía un aroma agradable, lo que se consideraba un milagro. Más allá de percepciones subjetivas u obsesivas, el religioso procedió a cortarle la mano izquierda, que cedió a la comunidad de carmelitas de San Alberto de Lisboa, y se quedó para él (como recuerdo) el dedo meñique, procediendo a enterrarla de una forma que fuera más fácil de acceder. A partir de aquí, el cuerpo se mueve varias veces de zona de reposo eterno (visto lo visto, temporal), con pleitos entre las carmelitas de Alba de Tormes y el convento de San José de Ávila (donde se enterró durante un tiempo a petición del Duque de Alba) por la posesión del cuerpo y perdiendo entre traslado y traslado el corazón, el brazo, el pie derecho, un ojo, parte de la mandíbula superior, varios dedos, la clavícula y un sinnúmero de muelas, que dan la vuelta al mundo y dejan el cuerpo de Santa Teresa -hoy enterrado en Alba de Tormes- como un gorrino después de pasar por el despiece. Sea como fuere, la mano, envuelta en un guantelete de plata y brillantes quedará en manos de las carmelitas portuguesas hasta 1910, cuando fruto de la proclamación de Portugal en república, las carmelitas serán prohibidas y, para salvar la reliquia, será trasladada a España, llegando en 1924 al convento de las carmelitas descalzas de Ronda (Málaga).

Convento carmelita de Ronda
Convento carmelita de Ronda

Con los saqueos anticlericales del inicio de la Guerra Civil, el convento de Ronda será expoliado, quedando la mano y su valioso envoltorio en posesión personal del coronel republicano Villalba Rubio, el cual, ante la inminente entrada de las tropas franquistas en Málaga, huirá precipitadamente dejando la mano de Santa Teresa en su oficina, en el cuartel de Guardias de Asalto. Trasladada a Valladolid, será exhibida y Franco, enterado de la recuperación de la relíquia, decide que se la queda para él. Las protestas de las carmelitas, que reclamaban el retorno del relicario a sus legítimas propietarias, el Caudillo se las pasó por salva sea la parte. Faltaría más.

Habitación de Franco con el reclinatorio de la mano
Habitación de Franco con el reclinatorio de la mano

Franco, que atribuía su suerte a la intervención divina (de ahí su obsesión por el nacionalcatolicismo y el tradicionalismo más clerical), no dudó en hacer de la mano incorrupta de Santa Teresa su talismán personal. Un talismán del cual no se separaba fuera donde fuera y que, situado en un reclinatorio de madera de palo santo encargado expresamente por Franco para su exposición, era su lugar de oración y confesión íntima preferido. Era tal la devoción hacia la mano de la santa (la entrada en Madrid de las tropas franquistas durante la Guerra Civil se había producido un 28 de marzo, día del cumpleaños de Santa Teresa, cosa que consideró una señal) que cada noche, a la hora de irse a dormir, se llevaba el relicario a su mesilla de noche; una obsesión que le acompañó mientras que vivió. Tras la muerte del dictador, su mujer, Carmen Polo, retornó la mano finalmente y después de 40 años de reclamaciones -sin mucho ahínco, pero sin pausa, que para eso era el Generalísimo- al convento de las carmelitas de Ronda.

Con la muerte de Franco la mano volvió a Ronda
Con la muerte de Franco la mano volvió a Ronda

Sea como sea, la mano incorrupta de Santa Teresa (no el brazo, que ese anda dando tumbos por ahí) no fue la única reliquia que atesoraba el Caudillo, entre los que se encontraba un manto de la Virgen del Pilar y la mano y el antebrazo de san Francisco Javier. Convencido de estar agraciado por la divinidad (el Mariscal Pétain, después de un encuentro con él en 1941 hizo el comentario de que Franco se creía el primo de la Virgen María), no dudó en buscar en lo sagrado y en la superchería la razón de los golpes de fortuna que le envolvieron durante su vida y que le llevaron a alcanzar el poder y a salvarse de 17 intentos de asesinato. Una razón que, como él mismo sabía, no podía encontrarla en sus limitados conocimientos: "haga como yo, no se meta en política", decía.

Franco no era devoto, era supersticioso
Franco no era devoto, era supersticioso

En definitiva, que la mano momificada de Santa Teresa, en tanto que reliquia que mezcla la superstición pagana más recalcitrante y el fanatismo religioso más talibán, controló los destinos de España durante 40 aciagos años (para la mayoría, ya que hubo muchos a los que les fue de maravilla) allí donde la inteligencia y la sabiduría del dictador tenía más agujeros que un colador (ver La filekina, la gasolina de hierbas con que timaron a Franco). Ahora, cuarenta y ocho años después de la muerte de Franco, aún hay gente que hace proselitismo de su figura como el gran salvador de la "patria" cuando, en realidad, lo único que hizo fue hundirla en el pegajoso alquitrán del oscurantismo y la mediocridad histórica.

En el siglo XIX, los mismos, gritaban por las calles "¡Vivan las cadenas!" (ver ¡Muera la libertad!... y no era una broma), y ahora gritan "¡La Constitución destruye la nación!".

Que el brazo de Santa Teresa nos proteja... 

La mano era un talismán personal de Franco
La mano era un talismán personal de Franco

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