Las casetas de los pasajes Pons y Mata, un patrimonio hospitalense para hacer examen de conciencia

Fachada de las casetas de los pasajes Pons y Mata
Fachada de las casetas de los pasajes Pons y Mata
Si bien es verdad que L'Hospitalet no tiene un patrimonio arquitectónico del estilo de los grandes palacios barrocos o los antiguos edificios romanos, decir que no tiene nada que enseñar es una falacia que desde este blog me he cansado de rebatir una y otra vez. El hecho que, por aquellos azares de la historia, esta ciudad haya pasado sin solución de continuidad histórica de ser un pequeño pueblo agrícola a ser la segunda ciudad en número de habitantes de Catalunya, gracias al arte de birlibirloque de la especulación urbanística más dura e implacable, ha impedido que tengamos un pasado brillante y rutilante que podamos enseñar al mundo. Bien al contrario, el ser un arrabal en que, a modo de jardín trasero, se nos ha encasquetado todo lo que no quería la capital (ver La silenciada epidemia de peste bubónica que afectó L'Hospitalet en 1931), nos ha convertido en un lugar único que puede dar sopas con honda (históricas, se entiende) a cualquiera en un tema: la evolución de los suburbios. Una evolución que ha dejado en nuestra ciudad toda una serie de testimonios de lo que no debía de haber pasado, pero pasó, y que, para evitar la amnesia de esos pasajes históricos, se han vuelto patrimonio de primer orden. Es el caso de las casetas de los pasajes Pons y Mata, en el barrio hospitalense de la Torrassa.

Vista aérea de los pasajes de Pons y Mata
Vista aérea de los pasajes de Pons y Mata
Situadas en la calle Rosselló, 96 al 100B, a escasos 100 metros de la Riera Blanca (ver La silenciosa y olvidada amenaza de las Rieras de L'Hospitalet) y de la vía del tren, las casetas de los pasajes Pons y Mata son un verdadero monumento a preservar, no tanto por lo que son, sino por lo que no debieron ser nunca. Y no es para menos, porque éstas viviendas, que fueron construidas hacia el año 1925 para acoger familias obreras pobres aprovechando el boom inmobiliario de La Torrassa de principios del siglo XX, eran tan solo el nivel inmediatamente superior al barraquismo más inclemente. Eran las casas que construían los propietarios de los terrenos que querían aprovecharse de la alta demanda de viviendas, pero no estaban dispuestos a gastarse lo que costaba levantar un bloque de pisos; se buscaba el negocio fácil y barato. ¿Lo peor? Que se encontraba.

Mapa de las casetas protegidas en el PEPPA
Mapa de las casetas protegidas en el PEPPA
El proceso constructivo, para el cual el ayuntamiento no ponía el más mínimo reparo, era sencillo, rápido y -sobre todo- barato. En este caso, el propietario Josep Albiol disponía de un solar de unos 2.000 m2 de forma trapezoidal que decidió urbanizar construyendo sendas rengleras de casas adosadas de una sola planta que, dándose las espaldas unas a otras, tendrían la entrada a dos pasajes transversales que, cerrados al público externo, daban a la calle principal. Es lo que se ha dado a llamar "viviendas en pasillo" y fue una solución constructiva muy utilizada en las barriadas de Collblanc y La Torrassa aunque, como veremos a continuación, lo de "viviendas" tal vez le quede demasiado grande.

Plano arquetípico de una caseta del Passatge Pons
Plano arquetípico de una caseta del Passatge Pons
En el caso que nos compete, Albiol mandó construir un total de 27 casas, 21 de las cuales en dos conjuntos o "tiras" de casas (una de 9 apartamentos y otra de 12) con una superficie de entre 28 y 36 m2 que, a pesar de todo, disponían de 3 habitaciones, comedor, una amplia cocina de 2 m2 y un práctico WC de menos de 1 m2. La ventilación y la iluminación se las traía cada uno como pudiera porque, evidentemente, en aquellos cuchitriles, con un patio de luces de 2 m2 compartido entre dos casas, el sol y el aire no venían de serie. Eso sí, si eras un "potentado" te podías permitir el lujo de comprar o alquilar (la mayoría de estas promociones se hacían solo para alquilar) alguna de las 6 casas que restaban que, ocupando el límite del solar por el norte tenían la friolera de...¡58 m2! De todas formas, para que no fuera dicho, casi todas las casetas (y digo "casi" porque las 9 casas del nº 100, no lo tenían) disponían de un pequeño patio delante que eran en buena parte comunitarios, siendo el lugar donde se ubicaban los lavaderos. Todas las comodidades que una familia trabajadora podía permitirse, vamos.

Fachadas a la calle Rosselló (1956)
Fachadas a la calle Rosselló (1956)
Las casas, simples cajas tabicadas construidas con los materiales más baratos, no destacaban -como podrán comprender- por una estética artística llamativa ya que, construidas para lo que se había construido y para las familias a las que se destinaba, gastar dinero en tonterías era baladí. De hecho sorprende que, si bien las casetas eran espartanas hasta el colmo, con un interior con menos detalles que un Panda, la fachada de las casas que dan a la calle Rosselló destacan por toda una serie de ornamentos de estilo modernista, tales como balaustres, respiraderos cerámicos y enrejados artísticos que no existen en el resto. Se conoce que el propietario se preocupó de que sus tugurios, al menos, dieran buena impresión a la calle; si cogían la tuberculosis por falta de ventilación, ya no era su culpa, claro.

Passatge Pons (2012)
Passatge Pons (2012)
Supuestamente diseñadas por el arquitecto Josep Masdeu (hay quien las atribuye a Ramon Puig Gairalt, pero no hay documentación que lo avale), las casetas dieron problemas de humedades y aislamiento desde el principio. El hacinamiento, las duras condiciones de vida y la mala construcción hicieron que, quien pudiera, se marchase de ellas tan pronto le fuera posible. Ello hizo que, con el tiempo, los propietarios de éstas "chabolas" de lujo, las derribasen y se decantasen por substituirlas por altos bloques de pisos, que permitían encastrar aún más habitantes por metro cuadrado (ver El pionero pero olvidado Rascacielos de L'Hospitalet) y multiplicar los beneficios procedentes de la masificación del barrio. No por nada, Collblanc y la Torrassa tienen unas densidades de población que nada tienen que envidiar a las de Calcuta o el Cairo. Pero no todos lo hicieron.

Caseta del Passatge Mata
Caseta del Passatge Mata
Las constantes oleadas inmigratorias de gente pobre a L'Hospitalet durante el resto del siglo XX y lo que va del XXI han hecho que se hayan mantenido en el tiempo las brutales condiciones de la población recién llegada. Unas condiciones que, ha hecho que algunos de estos conjuntos de viviendas de pasillo, se hayan conservado hasta el día de hoy como forma de recurso habitacional barato y mínimamente digno. Lo cual tampoco habla excesivamente bien ni de las políticas de vivienda, ni sociales, ni de la propia sociedad que aún las permite. De hecho, las casetas de los pasajes Pons y Mata y pese a todos los problemas que una arquitectura tan precaria conlleva, en buena parte se mantuvieron en uso (unos de forma legal, otras ilegal) hasta que el ayuntamiento adquirió en 2016 las 9 casetas del Passatge Pons y, tapió los accesos a estos 9 cuchitriles, en espera de su rehabilitación y conversión en vivienda social para el barrio.

Las casetas más "lujosas" del Pje. Mata
Las casetas más "lujosas" del Pje. Mata
Por su propia naturaleza especulativa y precaria, las viviendas en pasillo son una arquitectura que tiende a desaparecer, por lo que su preservación como patrimonio histórico de la ciudad se hace imperiosa. Lo más gracioso del caso es que las casetas de los pasajes Pons y Mata están protegidas por el actual catálogo patrimonial (de las 27 originales, las únicas que no están protegidas son las 6 más grandes) pero ello no está evitando su degradación. La falta de ayudas para que los propietarios -familias humildes normalmente- las mantengan, junto a la inacción del mismo ayuntamiento, que casi 10 años después aún no ha comenzado el proceso de rehabilitación de las 9 que tiene cerradas, está provocando que éste precario testimonio de la historia de L'Hospitalet se esté desmoronando día a día, trozo a trozo, promesa tras promesa, sin que parezca que a la administración local le importe lo más mínimo.

Degradación de las fachadas tapiadas
Degradación de las fachadas tapiadas
Del más de medio centenar de  conjuntos de viviendas en pasillo que había en la ciudad, en la actualidad quedan menos de una docena, de los que tan solo tres están protegidos. Una arquitectura en extinción que si bien nunca debiera de haber existido, deberíamos mantenerla como oro en paño. De primeras, porque a pesar del tiempo pasado desde su construcción, el problema de la vivienda es hoy, igual que ayer, acuciante. De segundas -pero no menos importante-, como examen de conciencia física y tangible de lo que es capaz de hacer la gente para hacer dinero con la desgracia ajena, así como de lo que es capaz de aguantar ese mismo ser humano para salir adelante aún en las peores condiciones posibles.

Una memoria histórica, dura pero efímera, que parece que a más de uno le moleste.

Degradación maquillada a base de promesas incumplidas
Degradación maquillada a base de promesas incumplidas

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