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El misil viviente llamado Halcón Peregrino

Halcón peregrino
El ser humano, a pesar de haberse autoencumbrado el rey de la naturaleza, la verdad es que, en comparación con los demás animales de la Tierra, no puede ser más mediocre. No destaca ni por tamaño, ni por fuerza, ni por vista, ni por olfato, ni por resistencia... y vistas las audiencias endemoniadas de "Gran Hermano VIP" ni tan solo en inteligencia. Evidentemente, en velocidad, tampoco íbamos a ser más y cualquier cabra coja supera los 37,57 km/h que consiguió Usain Bolt cuando batió su récord mundial de los 100 m lisos con 9,58 segundos. Y es que, en cuestión de velocidad, hay uno que es capaz de dejar a cualquier coche de carreras a la altura del betún con sus 389 km/h: el halcón peregrino.

El halcón peregrino (Falco peregrinus) si no ha tenido oportunidad de verlo en alguna exhibición cetrera o similar, tampoco es que sea una enormidad. Con sus 50 cm de alto, un metro de ancho y rondando el kilo de peso, este ave rapaz no destaca excesivamente por su corpulencia, sobre todo si lo comparamos con buhos reales o águilas. No obstante, esta aparente menudencia no le impide ser un auténtico misil vivo aire-aire que entra en acción en el momento que caza a sus presas.

Un misil aire-aire
Patos, gaviotas, torcaces, estorninos, codornices... pero sobre todo palomas, son los aspirantes a formar parte del almuerzo diario del halcón peregrino, a los cuales da caza de forma sorprendentemente letal gracias a su velocidad extrema, imposible de alcanzar para sus presas (ver El misterioso exceso de velocidad del antílope americano). La técnica del halcón, la cual aprovecha la velocidad de aceleración de la gravedad, es quirúrgica a la vez que mortal.

Esta pequeña rapaz, que se alimenta casi exclusivamente de aves, busca su presa en pleno vuelo. El halcón, en velocidad de crucero, ya es capaz de volar a unos 100 km/h, lo cual ya lo convierte en una de las aves más veloces. Sin embargo, cuando con sus grandes y penetrantes ojos detecta una presa, el halcón peregrino pliega las alas y se lanza sobre su presa en caída libre.

Momento del impacto
La rapaz, que en ese momento ya volaba a una velocidad elevada, toma forma de torpedo y tras una caída libre en algunos casos de más de 1.500 metros en que aún tiene fuerza de darse impulso, supera los 300 km/h y golpea a su presa con las patas cerradas, a modo de maza. De esta forma la infortunada paloma muere o queda aturdida después de recibir el impacto de un proyectil a una velocidad impresionante. El halcón, por su parte, aprovecha para cogerla en el aire para llevársela a algún lugar tranquilo o, si es demasiado grande, la deja caer al suelo para, desde el suelo, desplumarla y comérsela allí mismo.

Alguien pudiera pensar que dejarse caer para coger velocidad no tiene mérito ninguno, pero la verdad es que para soportar una velocidad semejante, se ha de estar muy preparado, so riesgo de reventar en pleno vuelo. Y el halcón peregrino, lo está. Y mucho.

Preparado para la velocidad
Todo en él está preparado para la velocidad: su aerodinámica forma de hoz (falx en latín) del cual deriva su nombre científico "falco", adaptado a reducir la resistencia de la alta velocidad; un plumaje adaptado a dominar hasta el más mínimo movimiento en el aire; un cuerpo pequeño y denso dispuesto a plegarse sobre sí mismo y convertirse en un auténtico torpedo; una cabeza equipada con unos ojos agudos con un tercer párpado que los protegen y humedecen en su descenso meteórico, así como unos orificios nasales que son auténticas toberas diseñadas para frenar el aire que entra en los pulmones y poder respirar sin problemas a velocidades de más de 300 km/h... características todas ellas que lo convierten en un depredador letal. Pero no todo es tan eficiente como parece.

El halcón peregrino, al lanzarse como un cohete, basa su estrategia en la sorpresa y en la capacidad de acertar sobre un objetivo en movimiento. No obstante, el efecto sorpresa solo funciona una vez, de tal forma que el ataque ha de funcionar a la primera para ser efectivo... pero las presas no son tontas y a veces modifican la trayectoria de vuelo, lo que se traduce en que tan solo el 20% de las intentonas acaban en éxito.

Sea como sea, la baja tasa de aciertos en sus ataques no quita ni un ápice de belleza a una criatura majestuosa como pocas y que, hasta hace poco tiempo, estuvo en peligro por la contaminación y la actividad destructora humana (ver El cegador problema de la contaminación lumínica). Campos estos en que, por desgracia, el hombre es el rey indiscutible.

El misil viviente llamado Halcón Peregrino

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