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¿Conoces mi último libro?

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Capítulo 7: El asunto del canal

El misterioso exceso de velocidad del antílope americano

Antílope americano
En una sociedad tan (artificialmente) competitiva como la nuestra, el hecho de ser el segundo en algo es casi tan malo como llegar a ser el último en ello y, cuando hablamos de la naturaleza, parece que tengamos que seguir el mismo estúpido rasero. Por ejemplo, todo el mundo sabe -aunque siempre está el empanado de turno- que el animal terrestre más rápido es el guepardo, pero nadie sabe quién es el segundo de la lista. Pues bien, para su información sepa que el segundo animal más rápido sobre la superficie del planeta es el Antílope americano, también llamado berrendo, el cual es capaz de llegar a unos alucinantes 95 km/h. No obstante, el berrendo es poseedor de un misterio que ha llevado de cráneo durante muchos años a los científicos ya que, en su hábitat natural, esta velocidad endiablada no la necesita para nada. ¿La naturaleza ha dado, por una vez, una puntada sin hilo? No se lo crea; más bien ha sido un hilo perdido en la evolución del berrendo. Ahora se lo explico.

Distribución actual del berrendo
Aunque se le llame "antílope", el berrendo (Antilocapra americana) no está emparentado con los antílopes, sino con las cabras, y es el único representante vivo de toda una familia de animales similares que camparon por las grandes llanuras norteamericanas durante los últimos millones de años. El fin de la última glaciación y los cambios acaecidos en su medio ambiente habitual, dejaron evolucionar en soledad a este curioso animal.

Pareja de berrendos
El berrendo, además de ser "el último de los Mohicanos" de su familia de pseudocabras, destaca por su tremenda velocidad en carreras en campo abierto. Una velocidad punta de 95 km/h y de 45 km/h en velocidad sostenida, que sorprende, sobre todo, porque sus enemigos naturales, tales como los lobos o los coyotes, no son capaces de pasar de los 60 en el mejor de los casos. Vale que vaya de sobrado, pero en la naturaleza, los depredadores y las presas, como los policías y los ladrones, van pisándose los talones los unos a los otros. Algo fallaba en esta ecuación y, según parece, el registro fósil tenía mucho que decir.

Berrendos a la carrera
Durante el Pleistoceno (que va desde los últimos 2.5 millones de años hasta hace 11.700 años), Norteamérica era muy diferente a lo que encontramos hoy en día. Las glaciaciones hacían avanzar y retroceder los hielos (ver Missoula, un cataclismo hecho riada), lo que propiciaba una fauna especial que se adaptaba a su medio ambiente.  Sin embargo, el fin de la última glaciación hace unos 10.000 años, significó una gran alteración que implicó la desaparición de gran cantidad de animales, muchos de ellos antecesores directos de los actuales.

Reconstrucción de un miracinonyx
En este sentido, a finales del siglo XIX se descubrió en Estados Unidos los restos de un félido especial que no tenía nada que ver con los grandes gatos que hay hoy en el continente americano. Este felino tenía unos 80 kilos de peso, un esqueleto estilizado, patas largas y un cráneo redondeado que, con unas fosas nasales grandes, recordaban a los guepardos actuales. Por esta similitud (los guepardos son "Acinonyx") y por la sorpresa de su hallazgo, se le dio el nombre de Miracinonyx inexpectatus o guepardo americano para los amigos.

A tal presa, tal predador
Los estudios y los hallazgos posteriores, demostraron que el estilo de vida de este félido, a pesar de estar emparentado con los pumas y no tanto con los guepardos actuales, era muy similar al de los veloces felinos africanos. Ello significaba que era capaz de cazar a la carrera tal y como lo hacen los guepardos con los antílopes... ¿y qué especie se encontraba en América del Norte que pudiera ser similar a los antílopes y gacelas africanas? Exactamente: el berrendo.

Guepardo oteando
Con la pieza del guepardo americano todo empezaba a cuadrar; la velocidad fulgurante de los antílopes americanos tenía pleno sentido en un medio ambiente donde los depredadores fueran, como mínimo, tan rápidos como ellos, lo que llevaba a una evolución paralela entre presa y depredador. Sin embargo, los paleontólogos pudieron comprobar que una versión moderna del Miracinonyx (el Miracinonyx trumani) se había extinguido hacía 10.000 años, dejando un hueco en el ecosistema que no había sido ocupado por ningún otro organismo.

De esta forma, los berrendos habían podido campar a sus anchas durante los milenios siguientes con unas prestaciones que les daba unas ventajas espectaculares respecto sus depredadores, a los cuales dejaba atrás con una facilidad pasmosa. Ello le permitió conquistar amplias partes de las Grandes Llanuras norteamericanas con manadas inmensas... hasta el siglo XIX. En ese siglo los cazadores se ensañaron tanto con ellos que los dejaron al borde de la extinción como les pasó a los bisontes, lo que llevó a considerarlos especies protegidas.

Presa cazada
El porqué de la extinción del Miracinonyx no está clara, si bien se integraría en la gran extinción de megafauna del Pleistoceno (ver Wrangel, el dominio del último mamut). Los científicos creen que la expansión del hombre por el planeta -con sus cazas intensivas- y el cambio climático jugaron una mala pasada a los grandes mamíferos especializados tanto de la zona eurasiática como de América, los cuales no fueron capaces de adaptarse a los rápidos cambios sufridos por el planeta. 

Estampa de un chita
Fuera uno o fuera otro, el berrendo se quedó sin depredador directo y, en vez de perder la ventaja evolutiva, lo que hizo fue mantenerla para, de esta forma, pasarles la mano por el hocico a los pocos depredadores que se atreven a intentar hincarles el diente. No obstante... ¿hasta qué punto tendríamos que reintroducir -como se ha propuesto- un animal como el guepardo, en el medio ambiente supuestamente desequilibrado del antílope americano?

Al ser humano le gusta mucho el hacer de "Dios Todopoderoso" y el hecho de desconocer prácticamente la antigua ecología de berrendos y guepardos americanos, mientras haya inversores utilizando la paleoecología como excusa, no va a ser demasiado inconveniente.

Al berrendo, sea como sea, seguro que no le hará demasiada gracia.


Imagen idealizada de un guepardo americano y varios berrendos


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