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Glaciares pirenaicos, la lenta muerte de nuestros glaciares domésticos

Retroceso glaciar
Retroceso glaciar
Cuando oímos hablar de "glaciares", se nos vienen a la memoria las imágenes de la caída de los grandes bloques de los glaciares argentinos, las extensiones inmensas del hielo antártico o los imponentes ríos de hielo de los Alpes. Sin embargo, y aunque parezca mentira, en casa tenemos también ejemplos de estos espectáculos de la naturaleza en los Pirineos. Y digo "tenemos" aún a sabiendas que la utilización del tiempo presente para definir la existencia de los glaciares pirenaicos puede ser muy, pero que muy breve.

Valle glacial de Ordesa
Valle glacial de Ordesa
Un glaciar no es más que la acumulación de la nieve que cae en las montañas y que no se ha fundido durante el verano. Esta nieve, al no fundirse del todo, se va acumulando año tras año creando grosores de hielo de varios metros. Hielo que llega a sobresalir del sitio en que se acumulan, empezando a fluir vertiente abajo como si fuera plastelina. Este movimiento de la nieve compactada en hielo, va modelando a su paso todo el terreno que se encuentra ante si, formando todo un tipo de paisaje muy típico del Pirineo, con picos escarpados y largos valles en forma de "u", tales como el Valle de Arán.

Glaciar de Aneto
Glaciar de Aneto
Los glaciares se ven afectados fuertemente por las oscilaciones climáticas de la Tierra, creciendo o retrocediendo según la temperatura del planeta. Durante las glaciaciones, la temperatura baja considerablemente, lo que conlleva un aumento de la nieve que no se funde en las montañas y una bajada del nivel del mar. Entre glaciaciones, la temperatura sube, provocando una mayor fusión de la nieve y por tanto retroceso de los hielos y aumento del nivel del mar (ver Doggerland, la Atlántida del Mar del Norte). Estos vaivenes del hielo son totalmente normales, pero ocurren muy lentamente abarcando varias decenas de miles de años.

Aneto, retroceso imparable
Aneto, retroceso imparable
Durante la última glaciación (empezó hace 75.000 años y acabó hace unos 20.000 años), se acumularon grandes cantidades de hielo en las montañas de todo el mundo. En Europa, toda Escandinavia se cubrió de una gruesa capa glacial, y las cordilleras más importantes acumularon grandes casquetes helados, menos potentes cuanto más bajas o más al sur estuviesen situadas. Los Alpes, debido a su altura y latitud, acumularon los mayores grosores. Más al sur, los Apeninos en Italia, y los Pirineos o los Picos de Europa en la península ibérica, también acumularon grandes cantidades, pero menos importantes. El frío fue tan extremo que cordilleras tan al sur como Sierra Nevada (Granada) llegaron a tener sus propias acumulaciones de hielo.

Glaciar de Taillón (Gavarnie)
Glaciar de Taillón (Gavarnie)
Al acabar la época glacial, la temperatura subió y los hielos comenzaron a retirarse, quedando restos de esta antigua distribución donde las condiciones fueron más óptimas, normalmente en las caras norte de las montañas, donde la luz del sol es menor y por tanto la temperatura es más baja (ver Puncak Jaya, la cuenta atrás de un glaciar tropical). En el Pirineo, estos glaciares relictos podemos encontrarlos en la zona más alta del Pirineo aragonés, en las cumbres ubicadas entre el valle del rio Gállego y el valle del Noguera Ribagorzana. Los montes Aneto, Posets, Balaitus, Perdiguero y el macizo de la Maladeta, poseen sus glaciares que si bien son modestos en comparación de los de Alaska o la Antártida, no dejan de ser más que supervivientes de antiguos tiempos "mejores". Pero esta supervivencia de milenios está gravemente amenazada.

Glaciar de Ossoue
Glaciar de Ossoue
Durante los últimos años, y gracias a la desaforada actividad humana, la temperatura del planeta está subiendo de una forma alarmante, provocando entre otras cosas que los glaciares retrocedan continuamente. Y como ejemplo valga destacar que el glaciar del Veleta, en Sierra Nevada, sobrevivió hasta el verano del 1913, cuando desapareció fundido por el excesivo calor. El tan manido "cambio climático", para nuestros glaciares, es algo muy real (ver El Corral del Veleta, el glaciar andaluz que se resiste a morir).

Las cifras del retroceso son de espanto: de las 1.779 hectáreas de glaciares que había en el Pirineo en 1894, hemos pasado a menos de 200 en la actualidad, lo que significa que ha desaparecido casi un 90% de la superficie helada. Un patrimonio natural que ha sobrevivido los últimos 20.000 años está desapareciendo en poco más de 100 años gracias a nuestra inestimable ayuda, sin darnos cuenta que somos los principales afectados de esta situación.

Glaciar del Seil de la Baque
Glaciar del Seil de la Baque
Un glaciar en equilibrio es una fuente de agua dulce prácticamente inagotable, pero si se deshace, en el momento que el hielo se funda, se acabó el suministro de agua, con el agravante de que gran parte de la población mundial depende directamente del agua dulce de los glaciares. En nuestro país, este recurso hidráulico no es muy importante debido a la poca extensión de nuestros glaciares, pero este problema se está presentando actualmente con los glaciares del Himalaya, donde se estima que en menos de 50 años el 40% de la población de Asia puede quedarse sin suministro de agua potable.

En definitiva, nuestros pequeños glaciares domésticos son el mejor testigo de lo que estamos haciendo mal en nuestro planeta. Si los mantenemos, querrá decir que hemos podido revertir la tendencia; si los perdemos, será el signo más evidente de que nos hemos puesto la soga en el cuello nosotros mismos.

Solo cabe esperar que no hayamos pegado la patada al taburete todavía.

Glaciar de Monte Perdido: pronto en un cubata encontraremos más hielo

Art. Rev. 4/11/09 22:43 16v

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Comentarios

cosmofonio ha dicho que…
Estupendo post!

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