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¿Conoces mi último libro?

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Pobles Medievals de Catalunya (2024)

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Capítulo 7: El asunto del canal

El fin de los racimos asesinos.

El día 1 de agosto entró en vigor el tratado que prohíbe el uso, almacenamiento y producción de las bombas de racimo, lo cual es un gran avance para la humanidad. Sin embargo, si preguntamos a la gente, prácticamente nadie sabrá explicar en que consisten este tipo de bombas, de tal forma que esta prohibición se pierde en el limbo de las noticias que no interesan prácticamente a nadie. Pues para su información, es una de las armas más perversas y malévolas que ha producido el ser humano.

La bombas de racimo consisten en un tipo de bomba que al explotar a cierta altura deja ir centenares de pequeñas bombas que se distribuyen por todo el entorno. La idea de estas bombas es generar el mayor daño posible con un solo impacto, pero ya no sólo con el estallido de las bombas, sino que al fallar entre el 5 y el 30% de estas "sub-bombas" esparcen toda la zona con bombas sin explotar. La perversión del artefacto es que el fallo de las bombas que no explotan es inducida de cara a producir terror a la población, utilizándose para "regar" zonas que no interesa que sean utilizadas por los enemigos, tales como aeródromos o zonas estratégicas.

Imagínese que ha sufrido un bombardeo con bombas de fragmentación en su zona. Si ha tenido suerte y ha sobrevivido al "ametrallamiento" de las bombas espolvoreadas, el peligro no ha pasado cuando ha explotado la última. En el momento que salga al exterior, en cualquier momento puede pisar o tocar una de las bombas que no ha explotado y le van a tener que recoger con una pala. Peor, sus hijos pueden encontrar una de las bombas que fabricadas con forma de pelota o incluso de inofensiva lata de refresco con toda la mala leche del mundo, le cercenen un miembro o le produzca la muerte directamente. El miedo, durante décadas, hecho bomba. La perversión y el sadismo hecha negocio.

La ONU ha conseguido imponer la Convención Internacional que confirma su abandono, después de que 37 países hayan accedido a su ratificación, de los 107 que firmaron en el 2008 el Tratado de Oslo de no proliferación de las bombas clúster (como las llaman los anglosajones). Muchos de estos firmantes eran países que habían utilizado, fabricado o almacenado este tipo de armamento "convencional", y que han procedido a dejar de usar y destruir las existencias de estas bombas crueles donde las haya. Cualquier paso dado en este sentido, es un gran avance para la humanidad.

Sin embargo, y como ocurre demasiado habitualmente, los grandes productores y consumidores, tales como EE.UU, Rusia, China, Israel, India o Pakistán, no han querido ni oír hablar de este tratado, ya que muchos tienen un verdadero negocio con su venta y en muchos de los casos consideran que el uso de las bombas de racimo está completamente justificado, demostrando que la vida humana no tiene ningún valor mientras que haya un duro en juego.

Hay que congratularse que países como España, que antaño habían tenido pingües beneficios con la venta de estos artilugios del diablo, hayan decidido suprimirlos, pero mientras que los países realmente importantes no hagan el más mínimo movimiento para prohibirlos, las convenciones que se puedan firmar son auténticamente papel mojado. 

Dicen que en la guerra todo vale, y ejemplos recientes de violación de los derechos humanos y de cualquier tipo de convención reguladora de la guerra las hay a patadas, pero un paso adelante es un paso más para convertir nuestra especie en un Homo realmente sapiens.

¡Adelante!

A mí, los únicos racimos que me gustan son estos.

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