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¿Conoces mi último libro?

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Pobles Medievals de Catalunya (2024)

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Capítulo 7: El asunto del canal

Escarabajos picudos con traje.

Si hay algo que es vox populii entre los que trabajan con la administración es que si quieres llevarte una adjudicación con cara y ojos de una entidad pública - la que sea-, no sirve de nada ni tener buenos precios, ni el mejor de los servicios, solamente "engrasando los ejes" podrás llevarte el gato al agua. Y ni más ni menos es lo que ha demostrado la Agencia Tributaria con el pago de Ferrovial del 4% del montante del presupuesto a Millet y el desvío posterior a las arcas de CDC. Los jetas de Millet y Montull se llenaron los bolsillos, pero tengo el convencimiento que Ferrovial, si no llega a soltar el dinero, no se hubiera llevado el contrato ni que lo matasen. Está visto que Pascual Maragall se quedó corto con su tres por ciento. 

Veinticinco años de gobierno ininterrumpido de Convergencia tejieron una red de clientelismo en la que tipos como Millet, con la connivencia de otros cargos de cierta confianza de la Generalitat de entonces, se llenaron los bolsillos a espuertas. Todo aquel que quería (o tenía) que trabajar con la administración catalana tenía que pasar por caja para asegurarse el pedido, "colaborando" gentilmente con aquellos que le podían asegurar el sustento. Evidentemente, ello les servía a los extorsionadores para asegurarse a su vez cierto control y dominio de los lobbys industriales, que podían ser necesarios para el aparato del partido en el poder en un momento dado. Resulta normal el cabreo infinito de los convergentes cuando saltaron del asiento por sorpresa tras la edición del primer Tripartito. Muchos habían perdido mucho más que unas elecciones.

Pero que nadie se lleve a engaño, estoy convencido que muchos de los altos responsables políticos de CiU no tenían ni idea de los embrollos en que estaban metidos sus cargos de confianza, ya que los que acostumbran a ser más corruptos son los cargos intermedios, los cuales están en política simplemente por el interés personal pero tienen cierto poder de decisión. En el ejército, un Comandante no tocará ni un bolígrafo, pero los sargentos (ver posición en el escalafón)  dejarán pelada la sección de artículos de limpieza para llevársela a su casa; yo mismo lo pude comprobar durante el servicio militar.

Ahora, en plena batalla electoral, los partidos se sacarán todas las miserias de debajo de los felpudos y les faltará tiempo para pregonarlo a los cuatro vientos, pero más vale que nadie tire la primera piedra, porque todos están afectados por esta plaga de escarabajos picudos con traje, que no dudan en destrozar la palmera que los acoge mientras obtengan pingües beneficios de ella.

Por otro lado, el hecho de que algunos de estos caraduras favorezcan a sus partidos -implicándolos en sus fechorías- tiene más a ver con su intención de mantener su estatus parasitario que con el hecho de que haya una intención clara del partido para beneficiarse. Normalmente, como en el caso de Millet con el Palau de la Música, saben que la mejor forma de perpetuar su provechosa situación es que los números sean siempre positivos, ya que difícilmente nadie investigará habiendo un superávit en los beneficios o consiguiendo financiación para el saco sin fondo que son siempre las finanzas de los partidos políticos.

Sin embargo, el gran pecado de los partidos en los temas de corrupción es que, por mero interés electoral, cuando detectan algún caso de abusos de este estilo acostumbran a esconderlo. Es entonces que aunque depuren responsabilidades en la sombra, estas acaban más tarde o más temprano por destaparse, dando carnaza a los otros partidos para hacer publicidad de lo corruptos que son. Al generalizarse este modus operandii entre los partidos, la imagen de corrupción que la gente tiene de la política se dispara haciendo que el electorado, cada vez más, rechace este tipo de actuación, aumentando por tanto el secretismo de los partidos.

Estoy convencido que en política hay gente muy válida y muy honrada, pero también que hay mucho muerto de hambre entre las estructuras de los partidos dispuesto a llenarse los bolsillos a cualquier costa a cuenta de la casa grande. Por desgracia, lo realmente difícil es que las empresas no entren en su juego cuando juegan con los trabajos de mucha gente.

Difícil solución.


La corrupción política, la plaga a combatir.

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