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Anuncio de Cosme Toda (1917) |
A finales del siglo XIX, L'Hospitalet era una floreciente villa de las cercanías de Barcelona que gracias al
Canal de la Infanta (
ver El Canal de la Infanta o la trascendencia histórica de un patrimonio olvidado) se movía entre una agricultura exuberante y una incipiente industria. Entre estas industrias destacaban sobre todo las dedicadas a la
cerámica, las cuales aprovechaban los sustratos arcillosos hospitalenses para la fabricación de tejas, ladrillos y todo tipo de materiales cerámicos de construcción. Una industria destinada mayoritariamente a una Ciudad Condal en plena urbanización del
Eixample y cuya importancia les llevó a ser competencia directa de la potente industria cerámica castellonense.
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Edificio de Cosme Toda (1931) |
Con el estallido de la Guerra Civil, algunas de estas explotaciones se colectivizaron en 1937 y se transformaron en industria de guerra. Tal fue el caso del complejo de
Cosme Toda, Cerámicas
Llopis y Cerámicas
Batllori, las cuales, ubicadas en el barrio de Sant Josep, extraían la
arcilla roja del subsuelo mediante galerías subterráneas que, debido a que las empresas eran contiguas, llegaban a interconectarse. Ello las convertía en el lugar idóneo para ubicar un polvorín y reconvertir la industria ceramista en una
fábrica de obuses de primer orden que abasteciese la aviación y las tropas republicanas que luchaban en el frente.
En noviembre de 1938, con Catalunya separada del resto de territorio de la República y la
batalla del Ebro decantada del bando franquista, la industria armamentista hospitalense se vuelve clave para el ejército republicano. No obstante, algo iba a hacer cambiar las cosas.
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Frente del Ebro (1938) |
El 17 de noviembre, a eso de las 19.20 h, una
brutal explosión atravesó el aire de
Barcelona y el
Baix Llobregat. El estallido, seguido de un gran incendio que iluminó el cielo de aquella tarde de otoño, había afectado la fábrica de Cosme Toda, pudiéndose ver desde
Sant Vicenç dels Horts, a 10 km en linea recta de la zona del incidente. La gente, asustada, pensó que había sido un
bombardeo de la aviación franquista, pero pronto vieron que no había sido tal: uno de los almacenes de bombas había
explotado produciendo la detonación del armamento allí depositado. Una detonación que, gracias al incendio posterior se fue extendiendo por las instalaciones, haciendo que las bombas almacenadas explotaran convirtiendo los alrededores de la fábrica en un infierno de
metralla y fuego. Ante la perspectiva, los 200 trabajadores del complejo y una gran cantidad de habitantes de la barriada adyacente,
huyeron como pudieron hacia el barrio del Centro.
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Bombardeos de Barcelona (1938) |
La llegada de los bomberos al poco rato dio constancia a la
gravedad del incidente. De hecho, era tal el peligro por los continuos zambombazos que, para evitar la metralla que salía despedida hasta a
1 km de las instalaciones, los camiones tuvieron que esperar a 200 metros de la vía del tren o, lo que es lo mismo, a la altura de la actual
Fuente Mágica de Buigas en Santa Eulalia (
ver Buigas y la olvidada "fuente mágica" de L'Hospitalet). Sin embargo, tenían que actuar con rapidez ya que, a pesar de la magnitud de la tragedia, lo que había pasado podía no ser nada si aquel incendio descontrolado alcanzaba los grandes depósitos de
trilita (el conocido TNT) que se almacenaba en los subterráneos de la fábrica: L'Hospitalet, sencillamente,
habría desaparecido del mapa.
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Juan Negrín |
Con mucha cautela, los bomberos consiguieron atajar el fuego entre los
proyectiles cargados, no cesando las explosiones hasta las 3 de la mañana. Se cuenta que uno de los trabajadores, hacia la una de la madrugada recogió un
trapo en llamas que el aire dirigía hacia el foso de la trilita, evitando así que la tan temida propagación llegase a producirse. 24 horas más tarde, se daba el incendio por
estabilizado y fuera de peligro para el vecindario, trabajando durante varios días en el sofoco de los últimos focos y en la reubicación del armamento que no se había visto afectado. La importancia de los daños producidos hicieron que el mismísimo presidente de la República,
Juan Negrín, por aquel entonces en Barcelona, se dirigiera a visitar aquel desastre.
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Secretismo de guerra |
Aquella pérdida, que según los historiadores produjo
4 muertos y unos 20 heridos, fue tan sensible para el bando republicano que sus diarios afines prácticamente
no trataron el tema, haciéndolo, en el mejor de los casos, tarde y en pequeños apuntes en que disminuían el incidente a poco menos que un incendio sin mucha importancia (caso de
La Vanguardia, el 20/11/1938). Por el contrario, la prensa franquista
exageró la explosión hasta el punto de contabilizar centenares de muertos y una destrucción colosal. Y es que el día 15 de noviembre había acabado la
batalla del Ebro y, con el ejército republicano en retirada, la maquinaria propagandista de Franco estaba envalentonada por una
victoria final que tenía a tocar de la mano.
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Can Llopis |
El
secretismo del periodo de guerra hizo que no se supiera exactamente ni donde sucedió, ni el origen de lo sucedido. Se supone que la explosión afectó a las instalaciones de Can Llopis y Can Batllori (ubicadas más hacia el oeste del complejo) y de las que solo quedan un par de edificios
modernistas, sin afectar el edificio Cosme Toda, que sería el que contendría el depósito de trilita y que ha llegado hasta la actualidad. Asimismo, se ignora cómo pudo producirse, (tal vez una chispa perdida) si bien hay datos que apuntan a que pudiera haber sido un
sabotaje producido por un
comando franquista infiltrado en la zona republicana. Sea uno o sea otro, el incidente, tras la Guerra Civil, desapareció de la
memoria colectiva a la misma velocidad que la industria cerámica recuperó su actividad normal durante la posguerra y tras la fiebre constructora de los años 60.
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Edificio de Can Batllori |
Ahora que aquella actividad tan importante para L'Hospitalet ha desaparecido y que el ayuntamiento (en su conocida
paranoia constructiva) pretende convertir el solar de Cosme Toda en una lata de sardinas donde
embutir más de 900 pisos, bien haríamos en no olvidar que, por mucho que se pretenda construir de forma insensata, por mucho que se quiera hacer negocio
destruyendo el pasado de la ciudad, por mucho que los que tendrían que ser los primeros en preservar nuestra memoria histórica sean los primeros que quieran
eliminarla, nadie podrá borrar la angustia, el sufrimiento y las vidas perdidas en aquel lugar. Un lugar, emblemático como pocos, que envuelto en uno de los pasajes más truculentos de la Historia de la ciudad, a punto estuvo de destruirla hasta los cimientos.
Y eso, ni se borra, ni se olvida... ni se perdona.
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Solar de Cosme Toda, lugar de la explosión del polvorín |
Muchas gracias por este Post. Me parece una historia alucinante!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Ramon. Ha sido todo un placer! 😋
ResponderEliminarMuchas gracias!!! 👏🏻👏🏻👏🏻
ResponderEliminarMe encanta saber de mi Ciudad, Gracias
ResponderEliminarAunque soy nacida aquí hay muchas cosas que desconocía.
Publicaras un libro con todas estos pedazos de historias?. me encantaria tenerlas para no olvidar.
Un saludo.