La Ciudad de L'Hospitalet o el centenario vacío de un título intranscendente

Una celebración sin trascendencia
Una celebración sin trascendencia
Justo hoy hace 100 años que se concedió el título de ciudad a L'Hospitalet por parte del rey Alfonso XIII y toda su camarilla. En principio podría pensarse que es un evento que tendría que celebrarse con júbilo y satisfacción, pero la verdad es que, aparte de su uso propagandístico por el ayuntamiento de L'Hospitalet, el título de "ciudad" es como el que tiene un tío en "Graná" que ni tiene tío ni tiene "ná" (como decía mi padre). Nada mejoró respecto la situación anterior -de hecho empeoró- y excepto para añadir una coronita encima del escudo, hubo más de narcisismo, marketing y peloteo al más alto nivel que de otra cosa. Y no lo digo por una especial inquina política hacia nadie sino porque, si miramos el contexto histórico, más que un orgullo para Hospitalet era para haberle endiñado el "papelito" a alguno en salva sea la parte. Intentaré explicárselo.

Plaza Española (1931)
Plaza Española (1931)
En 1925, L'Hospitalet de Llobregat, por mucho que aún hubiera una parte importante de la población que se dedicaba a la agricultura, estaba en pleno proceso de expansión debido a las oleadas inmigratorias que llegaban a la ciudad procedentes de Murcia, Almería y Valencia. Unas oleadas que venían a proveer de mano de obra los trabajos de excavación del metro de Barcelona, la creciente industria y los florecientes campos del delta del Llobregat, ubicándose sobre todo en los barrios de Santa Eulàlia y Collblanc-Torrassa por mera proximidad a Barcelona. Y he dicho "ciudad" porque L'Hospitalet había pasado en poco más de 20 años de tener unos 5.000 habitantes a tener cerca de 30.000 y, como comprenderá, con esa población, de "pueblo" tenía poco. Bien al contrario.

Foto atribuida a la Torrassa, posiblemente falsa
Foto atribuida a la Torrassa, posiblemente falsa
Los problemas derivados del salvaje crecimiento del 500% de la población, fueron igualmente salvajes, por mucho que el arquitecto municipal Ramon Puig Gairalt hiciera lo que pudiera para poner un poco de orden urbanístico a los barrios que crecían sin control. Pobreza, hacinamiento, barraquismo, insalubridad... convirtieron los barrios del norte, en un "territorio comanche" donde, como pura reacción de supervivencia, la gente se organizó alrededor del sindicato anarquista CNT. Las clases acomodadas empezaron a despotricar de L'Hospitalet; el racismo y la xenofobia campaban por la sociedad como las ratas por las barracas.

Zona expropiada a L'Hospitalet (1926)
Zona expropiada a L'Hospitalet (1926)
Paralelamente, en 1920, Barcelona absorbió por las bravas (ver La expropiación de la Zona Franca: Historia de una puñalada trapera) más de 900 hectáreas de la Marina de L'Hospitalet para la construcción de un "imprescindible" puerto franco, cercenando la salida al mar que el municipio tenía desde la formación del delta del Llobregat. Una absorción que únicamente escondía los deseos anexionistas de Barcelona a costa de los terrenos llanos y fértiles de L'Hospitalet y que fue una auténtica conmoción para la sociedad hospitalense. El alcalde Just Oliveras trató de negociar pero, firmado el decreto por el rey Alfonso XIII, Barcelona no cedió ni un milímetro; por no ceder, obligó a L'Hospitalet a pagar por utilizar los colectores que, Hospitalet había construido (y pagado) años antes y que drenaban las aguas fecales hasta el mar. Una maravilla, vamos. Pero como todo es susceptible de "mejorar", en 1923 la cosa iba a pegar un vuelco.

Alfonso XIII y Primo de Rivera
Alfonso XIII y Primo de Rivera
El caos social de España en aquel momento (movimiento obrero, anticlericalismo, separatismos, corrupción institucionalizada, etc...) provocó que el general Miguel Primo de Rivera diera un golpe de estado reaccionario al que el propio rey -temeroso del creciente movimiento republicano y ácrata- daría su bendición más ardiente y efusiva. En ese contexto, Primo de Rivera abolió todas las instituciones más o menos democráticas habidas hasta ese momento, imponiendo una brutal dictadura. Destituyó a todos los alcaldes e impuso a dedo nuevos alcaldes que fueran de su cuerda. En L'Hospitalet endiñó a Tomás Giménez Bernabé, un alcalde colaboracionista del nuevo régimen -y narcisista como él solo: se dedicó él mismo una calle en Pubilla Casas- que se entretuvo a hacer la rosca al rey y al gobierno como mejor supo. Al fin y al cabo, habían sido ellos los que lo habían colocado en el puesto.

Comunicación de la concesión del título de Ciudad
Comunicación de la concesión del título de Ciudad
Así las cosas, sabiendo la marejada social en que estaba Hospitalet tanto por la complicada situación política en Collblanc-Torrassa como por la expropiación de la Zona Franca, el alcalde Giménez presionó al gobierno para que le fuera concedido a L'Hospitalet el título de ciudad por su graciosa majestad el rey Alfonso XIII. De esta forma, a L'Hospitalet se le daba un caramelito que "compensaba" la bestial expropiación de la Marina, la monarquía hacía un blanqueo de imagen propagandístico respecto el auge republicano y ácrata en la población, y el ego de Tomás Giménez crecía hasta poder ponerse en la pechera una ristra de medallas más largo que un dia sin pan. Todo ventajas. Un plan que se materializó el dia 15 de diciembre de 1925 con el otorgamiento del título oficial de "ciudad" para L'Hospitalet de Llobregat. 

Tomás Giménez, siempre a su servicio, señor...
Tomás Giménez, siempre a su servicio, señor...
La relación de los implicados en la concesión con el fascismo italiano, la represión en Catalunya -cultural  y social- y la corrupción al más alto nivel (ver Barcelona-El Prat o el pelotazo que casi ubica el aeropuerto en L’Hospitalet) daría para hacer una enciclopedia por sí sola. No obstante, véase el nivel de "peloteo" del alcalde con el régimen que, en enero de 1925 no dudó en nombrar al rey Alfonso XIII y a la reina Victoria Eugenia alcaldes honorarios de L'Hospitalet y, por si fuera poco, el 17 de octubre de 1926, nombró hijo predilecto de L'Hospitalet a Primo de Rivera, colocándole una placa de homenaje en la fachada de la casa consistorial. Placa, ahijado y alcaldías que cayeron en 1930 junto con el gobierno de Primo de Rivera. Por su parte la monarquía lo hizo en 1931 cuando, en las elecciones municipales de aquel año, el pueblo votó masivamente en favor de la República (en L'Hospitalet votó más del 80% a partidos republicanos), proclamándose la Segunda República Española el 14 de abril de 1931.

Una visita real de propaganda y marketing
Una visita real de propaganda y marketing
En definitiva, que el título de "ciudad" no tuvo ninguna repercusión para la ciudad. Las condiciones de los barrios del norte continuaron siendo horribles, el municipio siguió perdiendo territorio en beneficio de Barcelona, las oleadas inmigratorias no pararon y el uso de L'Hospitalet como el patio trasero de la Ciudad Condal no cesó en lo más mínimo (ver La silenciada epidemia de peste bubónica que afectó L'Hospitalet en 1931). Visto lo visto, que el ayuntamiento haga un año de "celebración" por algo sin beneficios, ni consecuencias prácticas para L'Hospitalet, no deja de ser más que un brindis al sol de marketing municipal del partido en el gobierno. Un brindis vacío que, emulando al alcalde Tomás Giménez, han vendido como un gran evento cuando es algo sin trascendencia. La presencia de Felipe VI por estos lares atiende, un siglo después, al mismo interés de blanqueamiento de una institución más en crisis que nunca. 

¿Centenario de L'Hospitalet? Siempre igual...
¿Centenario de L'Hospitalet? Siempre igual...
En la actualidad, en que los habitantes de L'Hospitalet de Llobregat llevamos decenios teniendo que soportar carros y carretas de desprecio e ignorancia ajenas, y en que hasta su misma gente en buena proporción se cree que son un barrio más de Barcelona, esta celebración tal vez sí que sirva para algo: para gritar a los cuatro vientos que somos "Ciudad" y tomar consciencia de que lo somos. Pero no porque lo haya dicho un diario oficial, sino porque nuestra gente tiene la historia, la cultura y la dignidad suficiente para creérselo.

Dignidad que, hoy como ayer, no la da ni un rey, ni un alcalde.


L'Hospitalet tiene mucho más de 100 años
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