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El Hombre de Tollund |
El ser humano, desde siempre, ha vivido con la obsesión de mitigar en lo posible los efectos del
paso de los años sobre su piel. Sin embargo, y por desgracia, lo máximo a lo que ha llegado la ciencia es a proporcionarnos el
ridículo espectáculo de los famosillos con caras como botas por las inyecciones de
botox, lo que más que darles un aspecto juvenil les hace tener la apariencia de una
momia en vida. A parte de las consideraciones de imagen personal que cada uno tenga, la verdad es que algunas momias tienen mejor apariencia que algunas "celebrities" del papel cuché. Y si lo dudan, échenle un vistazo al
Hombre de Tollund, el cual, con más de 2.000 años de edad, se considera -posiblemente, como la cerveza- la momia
más bella del mundo.
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Los descubridores |
El 8 de mayo de 1950, la comisaría de policía de la población danesa de
Silkeborg recibía la alerta de que un cuerpo se había encontrado enterrado en una explotación turbera a unos 10 km de allí. Por aquellos días había
desaparecido un estudiante del pueblo, por lo que la policía fue rauda al lugar del hallazgo, ya que por el buen estado del cuerpo que se había descubierto, bien pudiera ser el
cadáver del desaparecido. Sin embargo, cuando llegaron vieron que no era un asunto de Homicidios, sino de los arqueólogos: era una
momia humana en sorprendente estado de conservación.
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Recién sacado |
Extraída con sumo cuidado de la turbera, el cadáver fue llevado al
Museo Nacional de Dinamarca, en
Copenhague, descubriéndose el cuerpo en posición fetal de un hombre desnudo, pero vestido con un gorro de piel de oveja vuelta, un cinturón y, lo que era más extraño, con una soga atada al cuello. No obstante, lo que llamaba la atención era comprobar cómo el paso del tiempo simplemente
no había existido para aquel ser humano que había vivido en aquella parte del mundo hacia el
300 antes de Cristo.
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Conservación perfecta |
El cadáver, que dado su estado de preservación, era normal que fuese confundido con un cuerpo actual, correspondía a un hombre (tenía bien preservada su "cosilla") de unos 40 años y 1.61 metros. Los pies estaban perfectos, así como el pulgar de la mano derecha, lo que permitió que la policía danesa le pudiera sacar las
huellas dactilares. Los órganos internos, tales como los intestinos, aún tenían en su interior restos de su última comida, consistente en una sopa de varias semillas con cebada. Pero lo que realmente daba impresión era
la cabeza.
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El dedo con sus huellas |
El cuerpo, recostado sobre el lado derecho, presentaba una cabeza talmente como si la persona estuviera
durmiendo (
La parálisis del sueño, la espeluznante experiencia del duermevela). Los ojos cerrados, los labios, la nariz... todo estaba perfecto y conservado hasta los más nimios detalles, hasta el punto de que se le marcaban
todas las arrugas del contorno de ojos, el bigote e incluso el pelo corto que había bajo el sombrero. Pero... ¿cómo era posible tal grado de preservación?
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El pantano donde se descubrió |
Las turberas se forman por el crecimiento continuado de un tipo de musgo, el musgo
Sphagnum -muy utilizado en
bonsái-, el cual crece en los pantanos y sitios donde se acumula el agua. El Sphagnum, al vivir en una zona palustre, genera un tipo de ácido que hace que la planta no se vea atacada por las bacterias a pesar de estar bajo el agua. Este ácido se suma al ácido generado por la putrefacción de las capas más superficiales, creando bajo la primera capa de musgo un ambiente
ácido exento de oxígeno que hace que todo lo que se encuentre a su alrededor no se pueda descomponer, sino que acabe fosilizado como una sardina en
escabeche. El musgo, con el tiempo se convierte en turba que se utiliza como combustible, explotándose de forma comercial.
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2300 años durmiendo |
Desgraciadamente, el cuerpo, al ser separado del ambiente ácido que lo conservaba, empezó a
desintegrarse rápidamente, con el inconveniente de que, en los años 50, no se tenía las técnicas adecuadas para poder conservar cuerpos como el encontrado. De esta forma, los arqueólogos decidieron separar la cabeza y preservarla sustituyendo el agua de las células, primero por una parafina y luego por cera de abeja, para conseguir que la cabeza y los detalles no se destruyeran por la acción de la atmósfera. La cabeza, preservada con éxito (tan solo mermó un
12%) se guardó, pero el cuerpo no corrió tanta suerte y se tuvo que dejar secar. Sea como sea, el museo decidió hacer una réplica del cuerpo, instalando la cabeza real preservada, pudiéndose visitar en la actualidad en el
Museo de Silkeborg.
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Hasta las arrugas y el bigote |
Las causas de la muerte del
hombre de Tollund, a parte de determinarse que fue por
ahorcamiento, no están claras. Existe una mayoría de científicos que creen que fue un
sacrificio ritual por el trato delicado del cuerpo una vez muerto, pero existe otra vía que cree que sería un
ajusticiamiento por algún delito cometido por el finado. Sea uno u otro, el
hombre de Tollund fue enterrado en el pantano en que fue encontrado y el crecimiento del musgo durante milenios hizo el resto.
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Pie preservado |
En conclusión, que la obsesión de la gente por conservarse jóvenes cuando tienen más años que las palmeras de la
Plaza Real, las hace convertirse en auténticas
momias andantes. Curiosamente, y por el contrario, las momias verdaderas parecen más jóvenes que los vivos. Tal vez debiéramos aprender de la naturaleza que todo tiene un ciclo y que, nos guste o no, no podemos evadirnos de él so pena de hacer el ridículo más espantoso ante un espejo que solo nos enseña lo que queremos ver. Aunque conociendo al ser humano aún veremos a alguien enterrándose en un pantano para conservarse como el
Hombre de Tollund.
Si algún desustanciado no lo ha hecho ya, claro.
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La bellísima momia del Hombre de Tollund |
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