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Capítulo 7: El asunto del canal

La bellísima momia del Hombre de Tollund

El Hombre de Tollund
El ser humano, desde siempre, ha vivido con la obsesión de mitigar en lo posible los efectos del paso de los años sobre su piel. Sin embargo, y por desgracia, lo máximo a lo que ha llegado la ciencia es a proporcionarnos el ridículo espectáculo de los famosillos con caras como botas por las inyecciones de botox, lo que más que darles un aspecto juvenil les hace tener la apariencia de una momia en vida. A parte de las consideraciones de imagen personal que cada uno tenga, la verdad es que algunas momias tienen mejor apariencia que algunas "celebrities" del papel cuché. Y si lo dudan, échenle un vistazo al Hombre de Tollund, el cual, con más de 2.000 años de edad, se considera -posiblemente, como la cerveza- la momia más bella del mundo.

Los descubridores
El 8 de mayo de 1950, la comisaría de policía de la población danesa de Silkeborg recibía la alerta de que un cuerpo se había encontrado enterrado en una explotación turbera a unos 10 km de allí. Por aquellos días había desaparecido un estudiante del pueblo, por lo que la policía fue rauda al lugar del hallazgo, ya que por el buen estado del cuerpo que se había descubierto, bien pudiera ser el cadáver del desaparecido. Sin embargo, cuando llegaron vieron que no era un asunto de Homicidios, sino de los arqueólogos: era una momia humana en sorprendente estado de conservación.

Recién sacado
Extraída con sumo cuidado de la turbera, el cadáver fue llevado al Museo Nacional de Dinamarca, en Copenhague, descubriéndose el cuerpo en posición fetal de un hombre desnudo, pero vestido con un gorro de piel de oveja vuelta, un cinturón y, lo que era más extraño, con una soga atada al cuello. No obstante, lo que llamaba la atención era comprobar cómo el paso del tiempo simplemente no había existido para aquel ser humano que había vivido en aquella parte del mundo hacia el 300 antes de Cristo.

Conservación perfecta
El cadáver, que dado su estado de preservación, era normal que fuese confundido con un cuerpo actual, correspondía a un hombre (tenía bien preservada su "cosilla") de unos 40 años y 1.61 metros. Los pies estaban perfectos, así como el pulgar de la mano derecha, lo que permitió que la policía danesa le pudiera sacar las huellas dactilares. Los órganos internos, tales como los intestinos, aún tenían en su interior restos de su última comida, consistente en una sopa de varias semillas con cebada. Pero lo que realmente daba impresión era la cabeza.

El dedo con sus huellas
El cuerpo, recostado sobre el lado derecho, presentaba una cabeza talmente como si la persona estuviera durmiendo (La parálisis del sueño, la espeluznante experiencia del duermevela). Los ojos cerrados, los labios, la nariz... todo estaba perfecto y conservado hasta los más nimios detalles, hasta el punto de que se le marcaban todas las arrugas del contorno de ojos, el bigote e incluso el pelo corto que había bajo el sombrero. Pero... ¿cómo era posible tal grado de preservación?

El pantano donde se descubrió
Las turberas se forman por el crecimiento continuado de un tipo de musgo, el musgo Sphagnum -muy utilizado en bonsái-, el cual crece en los pantanos y sitios donde se acumula el agua. El Sphagnum, al vivir en una zona palustre, genera un tipo de ácido que hace que la planta no se vea atacada por las bacterias a pesar de estar bajo el agua. Este ácido se suma al ácido generado por la putrefacción de las capas más superficiales, creando bajo la primera capa de musgo un ambiente ácido exento de oxígeno que hace que todo lo que se encuentre a su alrededor no se pueda descomponer, sino que acabe fosilizado como una sardina en escabeche. El musgo, con el tiempo se convierte en turba que se utiliza como combustible, explotándose de forma comercial.

2300 años durmiendo
Desgraciadamente, el cuerpo, al ser separado del ambiente ácido que lo conservaba, empezó a desintegrarse rápidamente, con el inconveniente de que, en los años 50, no se tenía las técnicas adecuadas para poder conservar cuerpos como el encontrado. De esta forma, los arqueólogos decidieron separar la cabeza y preservarla sustituyendo el agua de las células, primero por una parafina y luego por cera de abeja, para conseguir que la cabeza y los detalles no se destruyeran por la acción de la atmósfera. La cabeza, preservada con éxito (tan solo mermó un 12%) se guardó, pero el cuerpo no corrió tanta suerte y se tuvo que dejar secar. Sea como sea, el museo decidió hacer una réplica del cuerpo, instalando la cabeza real preservada, pudiéndose visitar en la actualidad en el Museo de Silkeborg.

Hasta las arrugas y el bigote
Las causas de la muerte del hombre de Tollund, a parte de determinarse que fue por ahorcamiento, no están claras. Existe una mayoría de científicos que creen que fue un sacrificio ritual por el trato delicado del cuerpo una vez muerto, pero existe otra vía que cree que sería un ajusticiamiento por algún delito cometido por el finado. Sea uno u otro, el hombre de Tollund fue enterrado en el pantano en que fue encontrado y el crecimiento del musgo durante milenios hizo el resto.

Pie preservado
En conclusión, que la obsesión de la gente por conservarse jóvenes cuando tienen más años que las palmeras de la Plaza Real, las hace convertirse en auténticas momias andantes. Curiosamente, y por el contrario, las momias verdaderas parecen más jóvenes que los vivos. Tal vez debiéramos aprender de la naturaleza que todo tiene un ciclo y que, nos guste o no, no podemos evadirnos de él so pena de hacer el ridículo más espantoso ante un espejo que solo nos enseña lo que queremos ver. Aunque conociendo al ser humano aún veremos a alguien enterrándose en un pantano para conservarse como el Hombre de Tollund.

Si algún desustanciado no lo ha hecho ya, claro.


La bellísima momia del Hombre de Tollund
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