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El candirú, el pez capaz de meterse en el pene humano

El inquietante candirú
Llegan las épocas estivales y parece que si no te has ido a la otra punta del mundo, no has visitado ninguna ciudad exótica, no has comido nada raro y no te has hecho el selfie con el palito de marras, no has estado de vacaciones. Tonterías supinas a parte, la verdad es que el desarrollo de los vuelos low-cost ha permitido que la gente se mueva de un continente a otro como quien se va a la tienda de la esquina. No obstante, el hecho de que sea más fácil llegar a un sitio, no implica ni que sea mejor conocido, ni que ello nos evite interactuar con unos ecosistemas que poco o nada tienen que ver con nuestros hogares y para los que no estamos preparados biológicamente. En este caso, las enfermedades tropicales se llevan la palma, pero no solo de enfermedades raras se llenan las tumbas de los alelados turistas de escaparate y el conocimiento intensivo de la fauna indígena, muchas de las veces se demuestra el mejor seguro de vida. Tal es el caso de la zona del Amazonas, en Sudamérica, donde, si bien todo el mundo conoce la ferocidad de las pirañas, poca gente conoce al fantasmagórico y temible candirú: el pez capaz de alojarse en el pene humano.

¿Baños arriesgados?
El Amazonas y toda su cuenca, debido a su ubicación en el ecuador, tienen la virtud de ser la mayor zona selvática que hay en el planeta y uno de los ecosistemas más ricos y variados que en él existen (ver El insólito fertilizante del Amazonas llamado polvo del Sahara). Esta impresionante variedad de flora y fauna -en grave recesión por la desforestación humana- hace que los visitantes que, felices como perdices, se dedican a colapsar la tarjeta de memoria de sus móviles fotografiando el paisaje, sean desconocedores de los peligros que los acechan tras esa bonita ranita de colores abigarrados, esa inocente planta de savia rezumante o ese pequeño pececillo que nada entre el agua turbia. El peligro ya se eleva a la enésima potencia como sea de noche o si bien, debido al tremendo calor, se le ocurre al osadillo turista darse un baño en cualquiera de los ríos que por aquellas tierras corren, porque se puede llevar una poco grata sorpresa.

Pequeño, pero peligroso
El candirú (Vandelia cirrhosa) es un pequeño pez de la familia de los siluros que, con un cuerpo casi transparente, alargado y estrecho, hace poco más de 10 centímetros de longitud. Hasta aquí no llamaría demasiado la atención, pero cuando los locales lo conocen con el nombre de "pez vampiro" por algo será.

Efectivamente, este diminuto siluro que recuerda por su forma más a las anguilas (ver  La escurridiza vida de la misteriosa anguila)  que a sus primos mayores, es una especie parásita de pez de agua dulce que se alimenta normalmente de la sangre que extrae de las agallas de otros peces mayores. 

Adaptado a meterse en cualquier sitio
Para esta función, dispone de un par de espinas bajo su cabeza que, ensartándose en la piel de su hospedador, le permite fijarse a él y, con un sistema bucal especialmente diseñado, absorber la sangre que necesita para sobrevivir talmente como si fuera un Conde Drácula acuático (ver La dura realidad de los vampiros de carne y hueso). Pero claro, una cosa es que el candirú se alimente de la sangre de otros peces mayores y otra cosa es que nos vea a los seres humanos como una fuente de sustento diario. Y aquí es cuando entra en conflicto con nosotros.

Prefieren las agallas de otros peces
Los candirús, si bien es cierto que puestos a preferir, prefieren las agallas de los peces, en caso de necesidad no dudan en introducirse en cualquier agujero de cualquier animal superior, ya sean salvajes o domésticos o, incluso, el ser humano. Es decir que cualquier ano o vagina son susceptibles de recibir la visita de este incómodo huésped, pero no solo en estos -relativamente grandes- orificios, sino que, según los testimonios que nos han llegado desde el siglo XIX, incluso pueden alojarse en un sitio tan inverosímil como es el interior de la "pichurra" humana. Y es que hasta las tribus indígenas, tienen la costumbre de bañarse de espaldas a la corriente tapándose los orificios para evitar el ataque del pequeño pez, ya que si se aloja en salva sea la parte, la única forma de extraerlo, en el caso de los hombres, es cortando el pene. Simplemente inquietante.

Doctor Anoar Samad
De hecho, en 1997, un joven de 23 años llamado F.B.C. de la ciudad de Itacoatiara, en el interior de Brasil, llegó a urgencias aquejado de fuertes dolores en el pene, con fiebre, retención de orina y hemorragia. Según el afectado, el hombre estaba meando dentro del agua, cuando un candirú, remontando el chorro de pis cual vulgar salmón, se instaló en la uretra y, a pesar de que intentó quitárselo, el hecho de estar húmedo y resbaladizo le impidió arrancárselo. Atendido por el doctor Anoar Samad, jefe del servicio de Urología del Hospital Adventista de Manaos, el médico pudo determinar que tenía alojado en su uretra un candirú de 13,4 cm y 1 cm de ancho, lo que llevó al facultativo a operarlo y extraérselo.

Un riesgo mítico
Con todo, y a pesar de lo truculento del caso, para su tranquilidad le tengo que decir que existe el convencimiento por parte de la comunidad científica de que la amenaza del candirú está más basada en el mito y las habladurías que no en la realidad contrastable.

El hecho de que todos los testimonios hasta la actualidad (excepto uno) sean indirectos, que existan experimentaciones que demuestren que los candirús no se sienten atraídos por la orina, la imposibilidad física de que un pez remonte un chorro como el de un hombre meando y las grandes contradicciones en el documento de 1997 -único testimonio directo llegado hasta hoy- han hecho pensar a los investigadores que las posibilidades de que le ataque un candirú son similares a las que tiene de que le caiga un rayo mientras está siendo devorado por un tiburón. Es decir, ninguna.

No es tan fiero como lo pintan
En conclusión, que lo más sensato seria que, más allá de los paquetes de los tour-operadores que a toque de pito, y como si estuvieras en un kaiten-sushi, te enseñan únicamente los tópicos de los países que se visitan, el turista, por simple consideración y curiosidad, hiciera un profundo ejercicio de conocer la realidad de la tierra que visita. Una realidad que, talmente como el candirú, se ha de saber que existe, los riesgos que comporta y, una vez informados convenientemente, ser conscientes de nuestro entorno para disfrutar de un planeta peligroso y desconocido, pero que, sin duda, vale la pena conocer y respetar.


¡A saber como le llegó este bicho a su pene!

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