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Austeridad extrema |
A raíz de la crisis
inmobiliaria y, con ella, de todo el castillo de naipes económico
que había montado a su alrededor, palabras como “
deuda externa”
o “prima de riesgo” se han vuelto habituales en el vocabulario
del común de los mortales del planeta. El hecho de que toda la
economía mundial estuviera soportada en el
crédito entre los
diversos países hizo que, en el momento en que la gente no tuvo ni un
duro que gastar, los estados se vieran imposibilitados de pagar los
créditos que habían solicitado a instancias internacionales. La
solución fue sencilla:
reducir los gastos para poder pagar la deuda,
o lo que es lo mismo, austeridad, austeridad y austeridad. Una
austeridad que acabó produciendo un frenazo en seco de las
economías afectadas y alargando la crisis hasta el infinito y más
allá. No obstante, choca que las instituciones cayeran en esta
trampa de arenas movedizas (en que lo que en teoría te ha de sacar
te hunde más en ella) y más teniendo el ejemplo reciente de
Rumanía, en que la obsesión de
Ceaucescu por eliminar la deuda
externa acabó llevando el país al caos más absoluto y a él mismo
al paredón.
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Rumanía en Europa |
Rumanía, durante la
Guerra Fría, era un caso atípico dentro de la tendencia general del
bloque socialista. Este país, ubicado a orillas del Danubio,
conocido por el
Conde Drácula (
ver La dura realidad de los vampiros de carne y hueso) y, últimamente, por las mafias de
mendigos que llenan nuestras aceras, decidió no abandonar el
estalinismo tras la muerte del líder soviético, lo que le llevó a
desmarcarse de una forma muy notable de las políticas que llevaba la
Unión Soviética.
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Apoyo popular a Ceaucescu |
Esta “independencia”
respecto los rusos, hizo que sus dirigentes, si bien seguían con sus
típicos planes quinquenales, llevaran una política diplomática “
a
su bola” que les permitía entrar en contacto con los países
occidentales y participar, al menos mínimamente, en el juego comercial
mundial.
Así las cosas, cuando
Nicolae Ceaucescu accedió al poder en 1965 como presidente del
Partido Comunista Rumano, siguió con las políticas estalinistas de
potenciación de la industria pesada en detrimento de la agricultura,
la cual ocupaba a la gran mayoría de la población de Rumanía. Y
hasta tal punto era la agricultura importante en el país que cuando
el COMECON (la Unión Europea del bloque soviético) decidió
repartirse las faenas según las características de cada estado,
asignó a los rumanos el papel de proveedor agrícola.
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Complejo industrial en 1978 |
Ceaucescu, nacionalista
hasta las trancas, no aceptó el designio ruso, ya que ello impedía
a su país alcanzar un alto grado de industrialización y, por tanto,
de desarrollo e importancia internacional. Ello le llevó a
hacer
de su capa un sayo, adquiriendo los mejores bienes industriales que
había en el momento directamente de los países occidentales. El
inconveniente era que no tenía suficiente dinero para comprarlo, por
lo que decidió entrar en el
Fondo Monetario Internacional y pedir
préstamos para poderlos invertir en la mejora de la economía
productiva del país. El éxito fue total.
A pesar de mantener el
país con mano de hierro con la inestimable y temible ayuda de la
Securitate (el KGB rumano), el aumento de la industria y la política
de aumento de salarios, hizo que la economía se disparara durante
los años 70 y, con ella, el nivel de vida de los rumanos. No
obstante, al mismo ritmo que crecía la economía, también lo hacía
el grado de endeudamiento con los organismos económicos
internacionales. Hasta que la burbuja explotó.
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Nicolae Ceaucescu |
Fruto de la crisis del
petróleo de 1979 como consecuencia de la revolución en Irán y su
posterior guerra con Irak, las economías mundiales sufrieron una
importante
recesión. Esta recesión, significó el cese de los
créditos al tercer mundo, el
aumento del interés de los mismos y la
reclamación de la devolución de los fondos prestados. Rumanía,
debido a su producción industrial en alza, dependía del petroleo iraní,
por lo que se vio afectado de lleno por la caída de los mercados
internacionales, afectando gravemente a su economía interna.
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Casa del Pueblo |
Fue en el momento en que
vio que no se podía pagar los créditos internacionales, que
Ceaucescu se dio cuenta de la
trampa mortal en que se había
convertido la deuda externa, ya que los 11.000 millones de dólares
debidos en 1981 ponían la independencia del país en manos de los
bancos. Ante esa tremenda bofetada de realidad para un socialista, Ceaucescu decidió
dar
prioridad absoluta a poner fin a la deuda externa, cortando de
forma radical con todo tipo de importaciones y dedicando la
producción propia exclusivamente a la exportación. El resultado de
tal draconiana política fue, sencillamente, la
debacle.
Al cortar las
importaciones y dedicar la producción al exterior, provocó el
desabastecimiento total y, a la vez, la caída en picado de la
economía interna. Los rumanos pasaron de vivir relativamente cómodos
a no tener absolutamente de nada.
Esta situación de
austeridad extrema hizo que todos los productos básicos sufrieran un
racionamiento salvaje. Valga como ejemplo que se racionalizaron todo
tipos de alimentos (patatas, huevos, harina, azúcar, leche...)
llegando al extremo de poder obtener tan sólo ½ kg de carne -ya
fuera vaca, pollo o cerdo- y un litro de aceite... ¡al mes! y eso
con colas que podían llegar a ser de 48 horas. Aunque no fue
lo peor...
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Colas para recoger aceite |
El
racionamiento hizo que
el suministro de energía se redujera al mínimo exponente. Ello
significaba la falta prácticamente total de gasolina en las
gasolineras (los agricultores incluso tuvieron que dejar el tractor y
volver al arado y las mulas) y del gas para las cocinas y las
calefacciones, independientemente de si fuera verano o invierno. La
electricidad no se libraba de los recortes, suprimiéndose el
alumbrado de las calles, y reduciéndose su consumo doméstico hasta
el punto de no poder utilizar más que una bombilla de 40 vatios para
cada casa. El summum llegó cuando, durante el invierno de 1983-1984,
las restricciones en el suministro eléctrico afectaron a los
hospitales, produciendo decenas de muertes de niños debido a que las
incubadoras no podían funcionar. Obvia decir que los medicamentos
simplemente no existían y se llegaba al extremo de reutilizar las
jeringuillas, multiplicándose los casos de SIDA de una forma brutal por deficiente esterilizado.
Dantesco.
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Austeridad al estilo Ceaucescu |
Ajeno a todo este
padecimiento infligido a su propio pueblo, el régimen de Ceaucescu
continuaba con su
estado represivo, dedicando ingentes recursos a
obra pública de dudosa utilidad (Canal Danubio-Mar Negro) o bien a
su propia megalomanía (
Casa del Pueblo, edificio más grande de
Europa en la actualidad) y a su política de eliminación a marchas
forzadas de la deuda externa. Política que había logrado reducirla
a la mitad en 1986, hasta llegar a su total eliminación a principios
de 1989. No obstante, todo tiene un límite, y más si el pueblo las
está pasando
peor que el que se tragó las trébedes con la excusa
del bien común, y resulta que Ceaucescu y su camarilla vivían
rodeados de lujo asiático. A finales de 1989, la gente explotó.
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Revolución de 1989 |
Tras una serie de
protestas sindicales brutalmente reprimidas en
Timisoara y en
Bucarest, la gente se echó a la calle y pese a un primer intento de
control por parte del régimen de Ceaucescu, el ejército se puso en
favor del pueblo (
ver La metedura de pata que precipitó la caída del Muro de Berlín). Ceaucescu, por su parte, huyó con su ambiciosa
mujer
Elena -que controlaba la Securitate- en helicóptero, pero fue
traicionado y fue detenido antes de huir del país. Tras un juicio
sumarísimo (o simulacro de, porque serio, lo que se dice serio, solo
lo fue la sentencia) la pareja fue condenada
a muerte el día de
Navidad de 1989, siendo
ejecutados dos días después, dando fin a
una dictadura de más de 25 años.
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Humilde morada del "Conducator" |
Así las cosas, la deuda
externa, por mucho que significase una pérdida de independencia
económica para el pueblo rumano, no justificaba el grado de
padecimiento que tuvo que sufrir para poder devolver el crédito
acumulado con el exterior. Derrochar a manos llenas es
indecente,
pero imponer políticas de austeridad recalcitrantes simplemente
para satisfacer el bolsillo de unos cuantos, de espaldas a las
necesidades de la sociedad es igual
o peor.
En estos momentos en que
parece que hay gente que, sentada en sus cómodos sillones de piel y cobrando
sueldos espeluznantes, se creen los amos del corral, estaría bien
que recordasen este episodio de la historia y pensasen que, por
desgracia, el ser humano siempre tropieza dos veces en la misma
piedra.
Y no siempre en la que
les pueda interesar a ellos.
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No había recursos para el pueblo, pero sí para edificios megalómanos |
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