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Todo el mundo conoce el dicho latino de "Carpe Diem", pero casi nadie lo que le sigue: Memento Mori (recuerda que vas a morir). ¿Un olvido colectivo? ¿O el ciego que no quiere ver? Muchas cosas hay en esta vida dignas de olvidar y muchas otras dignas de que se sepan. Sea lo que sea, no te lo tomes muy en serio: Memento Mori!
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Escrito por
Ireneu Castillo
Razones para un desbarajuste.
Una pregunta que parece que no tiene ninguna importancia para mucha gente, es cual ha sido la razón que de repente, se haya disparado la especulación urbanística en prácticamente todos los municipios españoles. Todos nos quejamos, pero nadie habla de las razones que de un tiempo a esta parte, se haya empezado a construir como si fuera el fin del mundo, y a su par los precios de la vivienda hayan aumentado increíblemente, de tal forma que en los últimos tres o cuatro años, el precio de la vivienda se ha triplicado o incluso cuadriplicado en la mayoría de poblaciones mínimamente pobladas. Y las razones son las de siempre: el dinero contante y sonante.
Durante la última época de la presidencia de Aznar, se llevó a cabo el proyecto de ley de supresión del Impuesto de Actividades Económicas (IAE), el cual entró en vigor en 2003. Ello implicaba -en su deria por beneficiar a los empresarios y recortar autonomías en favor del centralismo- que los ayuntamientos se quedaban sin cobrar una gran cantidad de dinero que hasta entonces pagaban los empresarios directamente a las arcas municipales.
En principio -siguiendo el patrón centralista aznariano- los ayuntamientos y organismos locales no tendrían porqué notar ninguna merma en sus presupuestos, dado que este dinero, en vez de cobrarlo ellos, los cobrarían directamente de los presupuestos generales del Estado, tal como así lo hacen. Sin embargo, el gran problema que tienen todos los consistorios es que cuando necesitan dinero, las trasferencias no las reciben cuando las necesitan, sino cuando al gobierno central le parece bien, originando falta de liquidez para los pagos de los salarios y las compras que se han de hacer al contado.
Cuando los ayuntamientos cobraban el IAE, tenían una importante cantidad de dinero líquido para satisfacer sus necesidades, tanto de funcionamiento interno, como de mangoneo. Por el contrario, ahora sólo les quedaba una forma de financiación “líquida”: los impuestos relacionados con la trasmisión y construcción de patrimonio inmobiliario. Es decir, cuanto más se construya en una población, más dinero “eficaz” tendrá su consistorio y podrá depender menos de las siempre tardías trasferencias del Estado.
Dicho y hecho: facilidades para construir, recalificaciones, aumentos de alquileres… que conjuntamente a los bajos tipos de interés, la llegada del baby-boom del 68 al mercado inmobiliario y la creciente demanda de vivienda por parte de la elevada inmigración, forzaron a la ley de la oferta y la demanda a dispararse a niveles jamás vistos. Los ayuntamientos -y los bolsillos de muchos alcaldes- supieron aprovechar la circunstancia. El desbarajuste que le sigue, ya lo conocen ustedes ampliamente.
En fin, que gracias a las ideas de bombero de nuestro querido rapsoda georgetowniano de hacer una España más española y a unos empresarios más ricos a costa de cortar el grifo financiero a los municipios, nos hemos jodido todos y para que los ayuntamientos lleguen a fin de mes estamos pagando cuchitriles de 20 m2 a precios de Palacio de Versalles. Bonito, bonito…
Claro… como él tenía la casa gratis…
Durante la última época de la presidencia de Aznar, se llevó a cabo el proyecto de ley de supresión del Impuesto de Actividades Económicas (IAE), el cual entró en vigor en 2003. Ello implicaba -en su deria por beneficiar a los empresarios y recortar autonomías en favor del centralismo- que los ayuntamientos se quedaban sin cobrar una gran cantidad de dinero que hasta entonces pagaban los empresarios directamente a las arcas municipales.
En principio -siguiendo el patrón centralista aznariano- los ayuntamientos y organismos locales no tendrían porqué notar ninguna merma en sus presupuestos, dado que este dinero, en vez de cobrarlo ellos, los cobrarían directamente de los presupuestos generales del Estado, tal como así lo hacen. Sin embargo, el gran problema que tienen todos los consistorios es que cuando necesitan dinero, las trasferencias no las reciben cuando las necesitan, sino cuando al gobierno central le parece bien, originando falta de liquidez para los pagos de los salarios y las compras que se han de hacer al contado.
Cuando los ayuntamientos cobraban el IAE, tenían una importante cantidad de dinero líquido para satisfacer sus necesidades, tanto de funcionamiento interno, como de mangoneo. Por el contrario, ahora sólo les quedaba una forma de financiación “líquida”: los impuestos relacionados con la trasmisión y construcción de patrimonio inmobiliario. Es decir, cuanto más se construya en una población, más dinero “eficaz” tendrá su consistorio y podrá depender menos de las siempre tardías trasferencias del Estado.
Dicho y hecho: facilidades para construir, recalificaciones, aumentos de alquileres… que conjuntamente a los bajos tipos de interés, la llegada del baby-boom del 68 al mercado inmobiliario y la creciente demanda de vivienda por parte de la elevada inmigración, forzaron a la ley de la oferta y la demanda a dispararse a niveles jamás vistos. Los ayuntamientos -y los bolsillos de muchos alcaldes- supieron aprovechar la circunstancia. El desbarajuste que le sigue, ya lo conocen ustedes ampliamente.
En fin, que gracias a las ideas de bombero de nuestro querido rapsoda georgetowniano de hacer una España más española y a unos empresarios más ricos a costa de cortar el grifo financiero a los municipios, nos hemos jodido todos y para que los ayuntamientos lleguen a fin de mes estamos pagando cuchitriles de 20 m2 a precios de Palacio de Versalles. Bonito, bonito…
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Eso no es exactamente cierto, si las empresas facturan más de 1 millón de euros, sí pagan IAE.
ResponderEliminarPor mi parte, pienso que todos los ayuntamientos se habrían apuntado igualmente al auge de la construcción, el dinero fácil siempre llama la atención, y más si te lo ofrecen las constructoras, que no es una medida impopular como nuevos impuestos, etc.
Diablos, que choza tan salerosa. ¿Cuánto piden por su traspaso?
ResponderEliminarNunca le estaremos al señor Aznar lo suficientemente agradecidos por tanto bueno cuanto hizo, ja ja aja
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