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Piquetes, huelgas y albedríos.

A todo el  mundo, hoy, día de reflexión de la huelga general, se le llena la boca de libertad: Libertad para ir a la huelga y libertad para no ir. La patronal, por su parte, se queja de los piquetes que habrá y que boicotearán los servicios mínimos aduciendo que la libertad de aquellos que quieran trabajar, será coartada -posiblemente- con violencia. La libertad de elección (o libre albedrío) es un derecho innato del ser humano, sin embargo, en esta sociedad desquiciadamente capitalista, el primer derecho que se conculca es el de elección. Que reclame el libre albedrío, justamente quien lo conculca por sistema, resulta hipócrita y un auténtico caballo de Troya para las reivindicaciones de los trabajadores.

Como dijo Sartre, cada uno es libre de hacer o no hacer, se quiera o no, ya que todo el mundo, al fin y al cabo debemos elegir continuamente. Incluso el no elegir, no deja de ser más que una elección. El trabajador, por tanto, si bien es totalmente libre de elegir ir a la huelga o no, se encuentra con condicionantes de todo tipo para poder ejercer libremente su derecho de ir.

El primero y principal es que la huelga implica una pérdida del sueldo del día. Ello, a alguien que vive holgadamente y sin problemas, no supone ningún contratiempo, pero a la mayoría de trabajadores siempre les faltan cuatro pesetas para el duro, por lo que ejercer su derecho a la huelga -por muy justificada que esta sea- ya le supone un sacrificio. Si lo sumamos a la época de crisis en que nos encontramos, el sacrificio es aún mayor. La tan cacareada libertad se convierte en libertad condicional beneficiando únicamente a los empresarios. Y lo que es peor, sin ellos mover un dedo.

A esta cortapisa básica, se suman muchas otras tales como la precariedad laboral ("Poco que te pagan, y encima tengo que perder parte del sueldo." o "Si no voy, no me renovarán."), el servilismo "pelotil" con la empresa o el jefe ("He de estar a buenas con él.") o incluso la presión social ("No puedo ser el único que no vaya.") de tal forma que la libertad real para escoger el trabajar o no, se ve seriamente frenada, reduciéndose todo a un "tú verás" infame, que traslada al trabajador todo el peso del entorno, por encima de su deseo real de hacer o no hacer huelga.

Por su parte, los sindicatos tienen poco margen de oposición a esta presión contra la huelga del trabajador, más allá de la concienciación o la hartura de la situación del trabajador. Y cuando fallan estas dos, lo único que funcionan son los piquetes eufemísticamente llamados "informativos". Estos piquetes lo que hacen es equilibrar -muchas veces violentamente- los condicionantes del trabajador en contra y a favor de la huelga, habida cuenta que sólo obligándolo a no ir al trabajo se puede hacer daño real a los empresarios y/o al gobierno de turno.

La patronal lo hace por lo "bajini" -no hay mejor antihuelga que tú mismo pienses que no debes hacerla-, y los sindicatos lo hacen violentamente y sin ningún recato -por ello quedan como los malos- pero la realidad es que la libertad de elección y el derecho de trabajar o de hacer huelga está completamente conculcado tanto por unos como otros. 

Llegado este punto, todo vuelve al punto de partida: La elección es tuya. Únicamente.

...o no.
¿Cual es el verdadero piquete?

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