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¿Conoces mi último libro?

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Dontancredos anticrisis.

Históricamente, durante las épocas de crisis que han azotado a la humanidad, la sociedad ha tenido necesidad de encontrar chivos expiatorios a los que echarles las culpas de todos los males que asolaban las regiones en crisis. Las sociedades han llevado al cadalso social -al mejor estilo de los peores sacrificios rituales- a todo tipo de colectivos. Las brujas, los judíos, los moros, los masones, los jesuitas, los templarios, los cátaros, los gitanos, los comunistas, los nazis, los chechenos... y un larguísimo etcétera tan largo como los periodos de crisis sufridos, llenan los episodios más negros de nuestra historia. Esta crisis actual no podía ser menos y en según qué países han encontrado su particular cabeza de turco. En Francia, han sido los gitanos rumanos, aunque no todo es lo que parece.

Pocas cosas hay más fáciles para un dirigente político que definir un "malo de la película" que personalice todos lo negativo de una sociedad. Por un lado, el grueso de la gente, simplona, ignorante e incapaz de ver más allá de las aberrantes tertulias televisivas,  admite de muy buen grado todo lo que signifique una simplificación entendedora de las causas de una indignación social que la mayoría de las veces son el resultado de una gran complejidad causal, difícilmente digerible por mentes poco iniciadas. Esto, sumado a los prejuicios atávicos que acostumbran a circular por una sociedad, se convierten en un caldo de cultivo de racismo de primera categoría.

Por otro lado, los gobiernos ven en estos "malos" la mejor forma para desviar la atención pública de lo que no le interesa que se sepa, y que significaría una lesión de los intereses electorales del partido en el poder. Muchas de las veces, estos "Don Tancredos" tienen la utilidad de desviar la atención de la gente de los verdaderos causantes de las crisis y enfocarla sobre grupúsculos muy concretos, habitualmente indefensos y poco influyentes: La culpa de la crisis de turno no es del grupo Bilderberg (por ejemplo), sino de los míseros inmigrantes. La plantilla se repite por doquier en todas las épocas y lugares.

En Francia el patrón se personaliza actualmente en los gitanos rumanos y búlgaros, utilizados por Sarkozy para desviar toda la atención de los continuos escándalos de corrupción de su gobierno, de la impopularidad de no remontar el vuelo económicamente tan rápido como se había prometido y de problemas diplomáticos tales como los ataques a Carla Bruni por la prensa de Irán que no interesa avivar en mor de los intereses galos en la zona. Este verano Mohamed VI, apuntó a las policías españolas de Melilla; Sarkozy, a la extradición de los gitanos. Sencillo.

Para complicar el asunto, Sarkozy sabe que ante el contexto actual de crisis económica global y de inseguridad ciudadana -en parte provocada por gitanos rumanos, pero sólo en una pequeña proporción- la gente, y sobre todo una buena parte del electorado de derechas, radicaliza su discurso. En este caso, "Sarko" sabe que su verdadero enemigo electoral, no es un partido socialista francés dividido y debilitado por sus luchas intestinas, sino la ultraderecha de Le Pen. La solución que ha encontrado a este problema es, sencillamente, tomar parte de los objetivos del Frente Nacional y hacerlos suyos. De esta forma tan populista, se evita que un electorado -potencialmente votante del UMP- indignado por la situación, dé su voto a la extrema derecha. El actual presidente, aprovechando su posición de privilegio ante la opinión pública francesa, hace un vistoso giro a la derecha y deja a sus oponentes sin discurso electoral. Jugada maestra.

Por su parte, las izquierdas se han movilizado -sin mucho ahínco, todo sea el decirlo- a favor de los derechos de los gitanos rumanos dentro de la defensa de los valores humanos y de la República, pero el hecho de ser un colectivo estigmatizado desde hace siglos debido a su estilo de vida errante, incontrolable y oportunista hace que la defensa de este grupo sea muy impopular, incluso entre los propios rumanos -que en su mayoría de raza eslava, tienen exactamente los mismos prejuicios con los gitanos que aquí-, siendo un blanco perfecto y sin consecuencias para los partidos políticos que los consideran una lacra y los utilizan para aumentar su cuota de poder. 

A parte queda la infinita injusticia de la utilización de un mismo rasero para medir a los delincuentes y a la gente honrada, independientemente de su origen o etnia, pero estos derechos básicos de todo ser humano son circunstancias que quedan totalmente eclipsadas por la amplificación interesada de los aspectos negativos que una población mísera a matar y secularmente repudiada, ha de tener por fuerza: resulta hipócrita pedir integración a alguien a quien la sociedad de acogida siente una profunda aversión.

En el fondo... ¿no será que lo que odiamos realmente es la pobreza?

¡Gitanos fuera!... Ah, no. Este no.

Comentarios

  1. Ni más ni menos, no somos racistas ni xenófobos con los ricos, si no con los pobres.

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