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Pitarra o la forma de ganar 12 premios teniendo el jurado en contra

Monumento a "Pitarra"
Si usted ha paseado alguna vez por las Ramblas de Barcelona, bajando a mano izquierda, y ya cerca del monumento a Colón, seguro que habrá visto un gran monumento gris de un personaje sentado en un pétreo sillón, absolutamente desconocido para las galeradas de turistas propios y extraños que por aquella zona circulan a diario. Esta escultura, por si no ha leído la inscripción -ya sabemos que la lectura no es que sea un deporte de masas precisamente- está dedicado a Frederic Soler i Hubert, más conocido por el seudónimo de "Serafí Pitarra", un popular escritor y poeta catalán del siglo XIX... a parte de un personaje muy peculiar. O si no, simplemente tenemos que verlo en la ingeniosa forma que utilizó para arrasar en un concurso literario que, prácticamente, tenía vetado: los Juegos Florales.

Sello de los Juegos Florales
Los concursos literarios, personalmente, es algo a lo que siempre he evitado presentarme ya que, lejos de una objetividad de calidad o contenido, los vicios de los prejuicios de los jurados y  los intereses creados de los patrocinadores acostumbran a ser los que priman en todos estos certámenes. Una cosa similar debió pensar Pitarra cuando presentó sus obras a los Juegos Florales de 1875 en Barcelona.

Los Juegos Florales (Jocs Florals, en catalán), y aunque aún se celebren hoy día, era un concurso poético en que la intelectualidad catalana de la segunda mitad del siglo XIX, intentaba rehabilitar el uso de la lengua catalana para un uso literario, recuperando los concursos poéticos del mismo nombre que se habían hecho en la corona catalano-aragonesa durante la Baja Edad Media. Estos juegos, reunían anualmente la crême de la crême de la poesía y la literatura en catalán, con representantes de todas las zonas de habla catalana (incluidos valencianos y una nutrida representación balear). 

Reunión de escritores en casa de Pitarra
Sea como sea, en aquellos días, el catalán no estaba normalizado y las élites eruditas, imbuidas en plena "Renaixença", discutían sobre cual era el tipo de catalán que tenía que ser el estándar. Ello llevaba a agrias polémicas entre los defensores de una lengua catalana culta, próxima a los estándares medievales, pero totalmente distante respecto el catalán que se hablaba popularmente y entre aquellos que defendían un catalán no tan arcaizante, corrompido por el castellano, pero más cercano a la lengua que se hablaba en la calle. El handicap que había es que los organizadores de los Juegos Florales, tenían una sonora cadencia hacia los "arcaicos", por lo que los "modernos" partían con la desventaja del prejuicio del tipo de lengua usada en sus obras.

Frederic Soler i Hubert
En esta situación Pitarra, con una vastísima obra literaria en novela, teatro, poesía e incluso en zarzuela, pero con un marcado sentido del humor que le hizo dedicarse sobre todo a la comedia y a la sátira, si quería participar en los Juegos Florales lo iba a tener crudo para ganar alguna cosa, ya que era de los que utilizaba un catalán más popular y cercano en su obra y no se escondía de criticar a los "arcaicos". Evidentemente, en cuanto presentara alguna cosa, por muy buena que fuera su obra, el jurado iba a prejuzgar su estilo y se iba a comer lo de clavijo. A pesar de esta limitación, decidió presentarse... pero con "trampa".

Frederic Soler, sabiendo la manía que le podían tener, decidió que las diversas obras que presentaría al concurso fuesen copiadas por diversas personas (recordar que entonces las máquinas de escribir no existían) para que, de esta forma, el jurado no pudiera reconocer su letra. No contento con esta forma de "encriptación", hizo que diversos colaboradores enviaran estas obras desde Valencia y Madrid, para asegurarse así que nadie iba a prejuzgar su obra. El resultado de semejante estrategia fue espectacular.

Revista oficial de los juegos
Gracias a su estratagema, Pitarra dejó con la boca abierta al jurado al ser galardonado hasta 12 veces en los aquellos Juegos Florales de 1875: el premio "Flor Natural", el "Englantina d'Or", dos accésits al premio "La Patria", el premio de la Diputación de Lleida, el premio del Obispo de la Diócesis de Barcelona y seis menciones honoríficas más. Todo un éxito que le valieron ser nombrado Mestre en Gai Saber y, tiempo a venir, ser encargado de presidir los Juegos Florales de 1882. Todo un éxito.

Fue justamente la capacidad de llevar su arte al nivel de la calle, con un lenguaje conocido y cercano, el que lo hizo extremadamente popular y querido, y tras su muerte en 1895, se llevó a cabo una suscripción popular para ponerle un monumento, el cual se erigió en 1907 y que es el que se puede ver hoy día en las Ramblas de Barcelona.

Estampa de los "Jocs Florals"
En resumidas cuentas que, Frederic Soler "Pitarra", con toda la sorna y la desbordante imaginación que caracterizaron su obra, consiguió metérsela doblada al jurado, haciendo que su obra poética fuera reconocida y galardonada por quienes, de forma totalmente subjetiva, estaban predispuestos a no premiar al personaje pese a merecerlo.

Una razón más -esta vez histórica- para dudar de los concursos.

Comentarios

  1. La corona catalano-aragonesa nunca existio, en todo caso seria la corona de aragon.

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  2. Anónimo11:40 p. m.

    Corona catalano-aragonesa me descojono

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  3. Aragonés occitá2:38 a. m.

    Revise sus fuentes bibliograficas históricas. Leí otra ayer sobre reyes vasconavarros....la gran Basconia y otras memeces manga.
    Tampoco Barcelagoza......fué la capital, ni los reyes llevaban barretina o gorro FRIGIO, me os veo retocando las pinturas historicas y pintándole coronitas a los consortes barcelonís condales costeros.
    En fín.....curioso que frente por frente del Medierraneo, los "elegidos de Dios" desarrollen exactamente la misma politica .......

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  4. Cuando el sabio señala la luna, el necio se queda m irándo el dedo

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