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Capítulo 7: El asunto del canal

Los Kaiten, los kamikazes submarinos japoneses

Torpedo Kaiten
Una de las mayores amenazas para cualquier policía o ejército, debido a la dificultad evidente de evitarlos, son los ataques suicidas contra cualquier objetivo. El hecho de que sean personas cuyo fanatismo hace que no duden en sacrificarse por una causa que ellos creen superior, hace que sea prácticamente imposible negociar o llegar a un acuerdo con ellos para impedir el ataque. Sea como sea, los ataques suicidas no son cosa nueva, ya que los japoneses, durante la 2ª Guerra Mundial, ya hicieron famosos a los kamikazes al estrellar letalmente sus aviones contra los barcos americanos. No obstante, los ataques suicidas de los japoneses no se circunscribieron solamente a los famosos pilotos de aviones. ¿Conocía que también existieron torpedos humanos suicidas? Efectivamente, estoy hablando de los Kaiten, los kamikazes submarinos.

Kamikaze en acción
A finales de 1943, Japón empezaba a darse cuenta de que las cosas se estaban poniendo muy negras para poder ganar la guerra. Las continuas bajas, el bloqueo naval de los aliados y la imposibilidad de suplir al ritmo deseado el material de guerra perdido hizo que los mandos decidiesen poner en marcha un desesperado plan de ataques suicidas que ayudase a dar la vuelta a la tortilla. Los más conocidos y que infligieron más daño a los Aliados fueron los kamikazes, los cuales, cual misiles humanos, no dudaban en estrellarse sobre los barcos enemigos y, así, acabar con ellos. Sin embargo, no fueron los únicos.

Promoción de nuevos kaiten
La guerra en el Pacífico era durísima (ver Ramree o el batallón japonés devorado por los cocodrilos), pero los Aliados no hacían más que ganar terreno, por lo que el Alto Mando japonés decidió que, dada la relativa baja efectividad de los torpedos de los submarinos, una forma de aumentarla era que fueran comandados por soldados suicidas. De esta forma, los torpedos impactarían contra las naves enemigas, produciendo los daños con total seguridad y con un ahorro significativo de material de guerra. El inconveniente era que se perdía el soldado pero, por suerte para ellos, el fanatismo de las tropas niponas era tal que no faltaba quien ponía su vida al servicio de su país. ¿Se tenía que ir a pegar tiros a la Conchinchina? Se iba. ¿Se tenía que servir de torpedo humano? Se servía. Sin problemas.

Prueba de uno de los torpedos
En este contexto, los astilleros japoneses empezaron a desarrollar una versión de los torpedos Tipo-93 que ya utilizaban en sus submarinos, en los que se cambiaba el giroscopio neumático que utilizaban para guiar el torpedo a distancia por una cabina de mando. De esta manera, y ayudado con un periscopio, el piloto suicida de turno (llamado kaiten -retorno al cielo, en japonés-) controlaba totalmente la dirección del torpedo, impactando bajo la linea de flotación de los navíos aliados.

Estructura interior de un torpedo humano

Modelo de cómo los llevaban
Estos torpedos, que no tenían ni radio ni sonar, medían unos 15 metros de largo por 1 metro de ancho, pesaban unas 8 toneladas y transportaban una carga explosiva de 1.500 kilos a una velocidad máxima de 75 km/h. En los primeros modelos, los kaiten entraban en el torpedo desde la superficie, pero en las últimas versiones ya se podía entrar en ellos desde el submarino en inmersión. Los últimos modelos iban equipados con un botón de autodestrucción que activaba el suicida en el caso de que no se hubiese producido la explosión a la primera. La teoría decía que tenía que funcionar, pero la práctica, como suele ocurrir en estos casos (ver Los indignantes perros-bomba sovieticos), demostró lo contrario.

USS Underhill, una de las pocas bajas
Entre 300 y 400 torpedos Kaiten se produjeron durante los últimos años de la 2ª Guerra Mundial, pero tuvieron una efectividad muy baja. Según las fuentes, tan solo un petrolero, un destructor y un pequeño transporte de tropas (con menos de 200 víctimas entre los tres) fueron hundidos por acción directa de estos torpedos humanos, mientras que los japoneses, por el contrario, sufrieron bajas mucho más cuantiosas al hundir los americanos 8 submarinos que los transportaban, con más de 800 víctimas en total. Los japoneses sostuvieron que fueron mucho más efectivos de lo que cuentan los americanos, pero sea uno o sea otro, la verdad es que no fueron en absoluto decisivos.

En definitiva, que la desesperación del ejército japonés hizo que enviase a sus tropas a inmolarse por el Emperador y que estas, imbuidas en un fanatismo ciego, no dudasen en poner su sangre y su vida en manos del Alto Mando nipón. El terror y la destrucción de los kaiten no tuvo nada que ver con el efecto psicológico y visual de los kamikazes, pero unos y otros demuestran que, cuando la cordura falla y el espíritu crítico de una sociedad desaparece, quien tiene más a perder es la misma humanidad.

Ayer fueron los japoneses, hoy los del Daesh. Visto está que la locura humana ni se crea, ni desaparece, simplemente se transforma.

Kaiten interceptado por la Armada estadounidense

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