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Flores de rosa leñosa |
Pocas cosas hay más
patéticas para la dignidad de la especie humana que el observar los sistemas para
ligar que tiene la gente, sobre todo los hombres, en una discoteca. Desde quien tiene un imán para atraer al sexo contrario (o propio, según el caso), pasando por quien baila como si le hubiesen metido una
cucaracha por el cuello del jersey o quien se cree que tiene telequinesia y se queda bizco de tanto echar
miraditas, la verdad es que cada persona utiliza las armas y trucos que puede para destacar del resto y
refocilarse un rato. En el resto de mundo natural la situación no es muy diferente, y cada uno se busca los garbanzos como buenamente puede para hacerse notar, aunque no sea un refulgente adonis o, lo que es lo mismo, que sea
más feo que Picio. Tal es el caso de la llamada Rosa Leñosa, una planta neozelandesa (
ver Wellington 1855, el terremoto que emuló a la Atlántida) que es una auténtica
birria de planta -estéticamente hablando- pero que ha conseguido desarrollar una estrategia de
polinización que vuelve locos a un montón de
mamíferos y que, como mínimo, podemos tildar de poco ortodoxa:
oler igual que ellos.
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Dactylanthus taylorii |
La apariencia estética de la
rosa leñosa (
Dactylanthus taylorii) si algo podemos asegurar es que es de todo menos agradable. De hecho, se trata de una planta
parásita que vive en las raíces de otras plantas y de las cuales se nutre enteramente, hasta el punto de que, si su hospedador se muere, ella acaba por morirse también. No obstante, no es eso lo “feo” de ella, sino que al crecer de entre las raíces enganchadas a ellas con un tubérculo en forma de patata, sus
tallos no fotosintéticos (obtiene su alimento de la planta parasitada) tienen un
color pardo como la tierra y la hojarasca que los rodea, de tal forma que, en vez de una planta al uso, parece un pegote de musgo húmedo y
podrido. La planta, que de esta manera es capaz de vivir hasta 30 años, pasa totalmente
inadvertida entre el mantillo húmedo y las hojas de los árboles a medio descomponerse, pero claro… ¿cómo llamar la atención de los animales e insectos para que te polinicen, cuando tienes unas minúsculas flores pardas parecidas a alcachofas podridas sin abrir? Pues con el
olor. Sencillo.
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Pasan del todo inadvertidas |
Efectivamente, la estrategia de utilizar el olor como forma de atraer a los
polinizadores es una técnica que es utilizado con profusión en el mundo vegetal (
ver La Rafflesia o el nauseabundo atractivo de la flor más grande del mundo) y que el ser humano ha podido disfrutar desde antiguo. Rosas, lilas, jazmines, claveles, damas de noche… nos embriagan con los delicados
aromas de sus flores y las
cultivamos por ello en nuestros jardines y terrazas. Sin embargo, la rosa leñosa -que recibe su nombre por la forma estrellada del punto de contacto con las raíces de su huésped y no tiene nada que ver con las rosas- en vez de desarrollar un aroma atrayente por su buen olor, ha sido capaz de desarrollar un perfume que imita a la perfección a las
feromonas animales. O dicho de otra forma… que hace un
olor a sobaco que tira para atrás.
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El olor a almizcle los atrae |
Así las cosas, las inflorescencias de unos 5 cm de ancho que crecen a ras de suelo, con su potente olor a
almizcle mamífero y abundante néctar igualmente perfumado, atraen a toda una pléyade de pequeños animales hacia sus flores y, entre ellos, el que se lleva la palma es el pequeño
murciélago colacorta (
Mystacina tuberculata), principal vector de polinización de la especie. Polinización que se traduce en la producción de unos pequeños frutos de 2 mm y que
deleitan a todo tipo de mamíferos, desde los murciélagos, pasando por oposums, zarigüeyas y ratas, hasta llegar a cerdos y ciervos. No obstante, este “éxito” atrayendo mamíferos le está dando bastantes
dolores de cabeza a la especie.
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Inserción en forma de rosa |
Si bien la estrategia
funciona a la perfección, la cual cosa significaría a priori que las posibilidades de reproducción se tendrían que multiplicar, en realidad se ha convertido en un serio
hándicap. El hecho de ser una especie endémica de Nueva Zelanda, con lo que ello significa de haberse desarrollado en una isla, significa que, cuando los europeos llegaron a aquellas islas, introdujeran a cascoporro toda una serie de mamíferos nuevos y
sin depredadores que rápidamente entraron en competencia “desleal” con todo el conjunto de fauna neozelandesa.
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Tela metálica para protegerlas |
En este caso, la rosa leñosa -también conocida como
Wood rose (rosa de madera)- se encontró de golpe atrayendo a tal cantidad de “polinizadores” que lo que tenía que ser una ventaja se convirtió en
inconveniente. Y es que una cosa es estar diseñada para que libe un murciélago y otra que te venga una
rata hambrienta y te roa toda la planta hasta no dejar una rosa leñosa que se pueda reproducir. Esta situación ha provocado que la planta, ya de por sí restringida al espacio de la
isla Norte, se haya visto reducida en todo su ecosistema hasta el punto de estar declarada
en peligro de extinción, debido a la excesiva presión de sus potenciales polinizadores al convertirse en letales depredadores. Ello ha despertado la inquietud entre las autoridades y los
grupos conservacionistas por su incierto futuro, obligado a implementar toda una serie de políticas de protección más o menos eficaces de la especie.
En definitiva, que como en una discoteca, en que cada uno se las apaña como puede, hay especies de plantas que han encontrado que la mejor forma de atraer los
ligues es poniéndose un perfume que agrade a su “clientela” por mucho que éste nos parezca una
aberración. La próxima vez que salga un sábado y se encuentre a alguien que se ha bañado en
Axe (
ver Los terribles hombres-spray), o a quién se le ha muerto toda la banda en el alerón, sepa que, por extraño que parezca, siempre hay un roto para un descosido.
La naturaleza, en asunto de reproducción, nunca dejará de sorprenderle.
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Una planta fea con ganas, pero irresistible |
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