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L'Hospitalet estuvo fortificado ¿lo sabía? |
Si bien sería necio decir que
L'Hospitalet es un centro turístico de primer orden, lo que tampoco tendríamos que creernos demasiado es que nuestra ciudad no tiene nada que ver. De hecho, no hay más que llevar a alguna
amistad forastera a dar una vuelta por el barrio del Centro para que se sorprenda de lo mucho que hay... y del
poco valor que le dan sus propios habitantes -del que le da su ayuntamiento, mejor no hablar.
Masías desconocidas, calles antiquísimas,
palacios solariegos, casitas humildes, edificios
modernistas, pozos escondidos (
ver El metro, un pozo escondido y el río subterráneo de la estación de L'Hospitalet-Av.Carrilet)... toda una retahíla de pequeñas cosas que, perdidas en la inmensidad de la superpoblada urbe, son absolutamente
invisibles para el profano, pero que puestas en su contexto, no dejan de sorprendernos. Por ejemplo... ¿sabía que L'Hospitalet tuvo
murallas y estuvo un tiempo
fortificada? Pues aunque le cueste el creerlo así fue. Pasee conmigo por la conocida Riera de la Creu y permita que le abra los ojos.
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Restos de tapia del siglo XIX (Riera de la Creu) |
La calle de la
Riera de la Creu, no es que sea un magnífico bulevar al uso. Más bien
feota, a trozos estrecha y sinuosa, esta calle marca el cauce de la propia riera de la Creu (de la Cruz, en castellano, en referencia a la
cruz de término que existía donde hoy estaría el Casino del Centre), riera que nace en la visible horcadura que se forma a los pies de la emisora de la montaña de
Sant Pere Màrtir. En Hospitalet, tras atravesar Esplugues y el parque de Can Buxeres, el torrente pierde pendiente hasta llegar al
llano deltaico a la altura de la Avenida del Carrilet. Y, en tanto y en cuanto que era un desagüe pluvial, las casas que daban a él no se esmeraban mucho en darle una buena fachada. No obstante, en el cruce de la Riera de la Creu con la Calle Mayor el espacio se abre y es que, justo en este punto, el pueblo de L'Hospitalet tuvo a mediados del siglo XIX su puerta principal, la
puerta de Barcelona. Una puerta que, junto a 5 más, cerraba a cal y canto la población y protegía a sus habitantes, ya que estaba totalmente amurallada. Sin embargo, no se haga la imagen de que L'Hospitalet era como Ávila o Montblanc. Estaba amurallada y fortificada, si, pero de una forma especial.
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Mapa de L'Hospitalet de 1850 |
A principios del siglo XIX, L'Hospitalet era un pueblo que a duras penas sobrepasaba los 2.000 habitantes y se concentraba en lo que conocemos hoy como
barrio del Centro, sobre todo a lado y lado de la carretera provincial (
ver El invisible y superviviente mojón histórico de la calle Enric Prat de la Riba), aunque también remontando el Samontà siguiendo algunas calles antiguas (
Xipreret) y los lechos de las rieras. Esta situación, en medio de una vía de comunicación importante con la cercana Barcelona, hizo que esta zona del
Baix Llobregat fuera especialmente conflictiva en la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
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Los asaltos carlistas a los pueblos eran temibles |
Las continuas
razzias de los ejércitos que defendían los derechos sucesorios del aspirante
Carlos de Borbón sobre unas villas campesinas básicamente a favor de
Isabel II (
ver El rey de España llamado Paquita), hicieron que, conforme que las hostilidades afectaban a las poblaciones bajollobregatinas, la gente de L'Hospitalet cogiera
miedo. Una cosa era enviar gente y apoquinar los onerosos impuestos para sostener el contraataque y otra muy diferente que entrasen
en tropel en tu pueblo. En junio de 1837, unas incursiones carlistas en una masía hospitalense cerca del río y del Prat pusieron los
pelos como escarpias a la población, ya que vio que los tenían a tocar de casa. Ante tal situación, el pueblo, reunido en asamblea, decidió fortificar el pueblo, habida cuenta que no estaban preparados para contener las acometidas carlistas.
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Ubicación de la Puerta de Barcelona (Major/Rª de la Creu) |
Se ignora qué tipo de obras se llevaron a cabo, si bien sí se sabe que costaron unos
400 duros (unos 5.300 euros de hoy día) y que se fortificaron
6 puertas de acceso a la villa, de las cuales las dos más importantes eran la de
Barcelona y la del
Río. La de Barcelona se sabe su ubicación porque, en 1838, uno de los que estaban haciendo guardia en aquella puerta fue pillado robando
coles (se ve que el hombre pasaba más
hambre que un caracol en un espejo) de los campos de la adyacente masía de
Can Xerricó, a la cual accedió saltando la tapia y dejando la puerta sin vigilancia. La puerta del Río no se sabe exactamente donde estaba, pero se especula que estuviera en la continuación de la
carretera provincial, en las cercanías de lo que sería, pocos años después, el cuartel de la
Remunta.
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Tapia divisoria de Can Sumarro |
Como he comentado antes, L'Hospitalet no tendría unas murallas al uso como si fuera un castillo medieval, sino que al ser un casco urbano muy concentrado resiguiendo la antigua
Vía Augusta (
ver El silo ibérico de La Torrassa, el ignorado socavón de 2500 años de historia), las mismas edificaciones creaban un
núcleo compacto que reducía los puntos de acceso. Por su parte, en los sitios donde no había edificaciones (buena parte de lo que hoy consideramos
barrio del Centro eran huertas privadas), las
altas tapias de división de las propiedades impedían un acceso fácil a un ejército enemigo. De esta forma, y si tenemos en cuenta que L'Hospitalet no era ningún gran enclave estratégico, tan solo fortificando los puntos de acceso y ubicando unas potentes puertas, las facciones carlistas se verían frenadas, dando
seguridad a sus habitantes. Siempre y cuando no vivieras en una masía aislada fuera del centro, claro.
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Muro del s.XIX en la Riera de la Creu |
Sea como sea,
las defensas funcionaron, ya que no hay noticia de combates en el casco urbano de L'Hospitalet y ello llevó que, con el tiempo, las fortificaciones que hubieran acabasen
desapareciendo. No obstante, en la calle de la Riera de la Creu, aún podemos ver una serie de paredes construidas con piedras irregulares procedentes de Montjuïc y unidas con mortero de cal que, a la vez que sirvieron de contención a las aguas que bajaban por el torrente y de los pillastres que pretendían robar, serían contemporáneas de aquellas que cortaron el paso a los
ultraconservadores carlistas. Un último vestigio de un Hospitalet agrícola en extinción que, discretas y humildes, formaron parte de unas efectivas murallas que, a día de hoy, casi nadie sabe que existieron.
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