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Arcillas rojas del torrente de Can Nyac |
Durante el cuaternario, el nivel del mar bajó por debajo del nivel actual debido a los efectos de la última
glaciación (
ver La mitológica, pero real, historia de los cíclopes fosilizados). Ello provocó que los torrentes y rieras que bajaban de
Collserola por la vertiente de Barcelona, L'Hospitalet, Esplugues y Sant Just Desvern, se encajaran profundamente en los materiales subyacentes. Con el tiempo, estas rieras acabaron por depositar junto al mar los sedimentos arrancados a los contrafuertes de la montaña de
Sant Pere Màrtir (
ver Los "batiports" de L'Hospitalet, donde historia, inundaciones y malos olores se dan la mano), formando unos potentes y característicos estratos de arcillas rojas, muy visibles en los barrancos que descienden por la parte del
Samontà de L'Hospitalet.
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Bóbila de la Riera del Canyet (años 60) |
Estas acumulaciones de arcillas fueron explotadas hasta mediados del siglo XX por
bóbilas (tejerías) que, salpicando estos municipios ribereños, se dedicaban a la fabricación de tejas,
ladrillos, baldosas y todo tipo de artículos de cerámica que suministraban, sobre todo, para la urbanización del
Eixample barcelonés (
ver La explosión de Cosme Toda, la fortuna que evitó la destrucción de L'Hospitalet). Y hasta tal punto fue importante esta industria en la zona que, por ejemplo, a L'Hospitalet se la llamó “
La bóbila de Barcelona”, al competir directamente con los grandes centros ceramistas de Castellón de la Plana (Valencia) que suministraban este material de construcción a la Ciudad Condal.
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