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El Pont del Diable |
Durante la época romana, el punto que ocupa hoy en día la villa de
Martorell era un importante nudo de caminos donde confluían el ramal de la
Vía Augusta que venía de Barcino (
ver El invisible y superviviente mojón histórico de la calle Enric Prat de la Riba) remontando la orilla izquierda del Llobregat y el que, proveniente de La Jonquera, se dirigía hacia
Tarraco por la depresión del Vallès-Penedès. Esta posición estratégica hizo que los romanos instalaran una “mansio” (posada) llamada “
Ad Fines” (En el confín) y que sería el germen de Martorell. Se ignora porque se le puso el nombre de Ad Fines, pero se especula que podría marcar el límite entre las tribus íberas de los
lacetanos (que ocuparían el interior de Cataluña) y los
layetanos, que ocuparían el valle bajo del río y el llano de Barcelona (
ver El silo ibérico de La Torrassa, el ignorado socavón de 2500 años de historia).
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Grabado del Pont del Diable (1735) |
Fue justamente en este punto, en la zona donde el río Llobregat forma el
Congost de Martorell, aprovechando la falla que rompe la Cordillera Litoral, que las legiones romanas construyeron en el año 9 a.C un puente que, con 130 m de largo y 5 m de ancho (reducido a 3,5 m en la Edad Media), salvara el cauce del río y permitiera la circulación de carros de bueyes por la Vía Augusta hacia Tarragona. Denominado popularmente “Puente del Diablo” (
Pont del Diable, en catalán) por la leyenda medieval según la cual el diablo lo construyó en una sola noche, el puente que podemos ver hoy en día es fruto de varias reconstrucciones posteriores (1283, 1768, 1963) como resultado de los embates de las
crecidas del río (
ver La Marrada, el meandro olvidado de Cornellà-El Prat) y su
voladura durante la Guerra Civil. A pesar de estas reconstrucciones, todavía quedan como testigos de la edificación romana los estribos de ambos lados y un
arco triunfal en la entrada por la orilla izquierda. Desde 1931 está declarado Bien Cultural de Interés Nacional.
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Las reconstrucciones obligaron a estrecharlo |
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