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¿Sabe porqué se nos pega la cortina de baño?

Cortina de ducha
Cortina de ducha
Uno de los pequeños placeres que nos da la vida es el hecho de poder tomarse una ducha calentita cuando estamos cansados. Ese agua caliente cayéndonos por encima, ese jabón acariciando suavemente nuestra piel... ¡y esa cortina de ducha que no hay forma de quitárnosla de encima ni a pescozones! Efectivamente, el contrapunto a la agradable sensación de la ducha es la cortina de ducha la cual, por mucho que hagamos, acabamos siempre por tener enganchada encima nuestro y estropea tan relajante momento, llevando a la gente a hacer caros desembolsos para sustituirla por una inmóvil y sólida mampara de baño. Pero... ¿a qué es debida esta imparable atracción de la cortina hacia nuestro apolíneo (ejem) cuerpo? La termodinámica, ya le adelanto, tiene mucho que ver en este asunto.

Dejar correr un poco el agua hasta que salga caliente, meternos en la ducha y correr la cortina del baño para que no salpique es parte del ritual que hemos de seguir para ducharnos. Es justamente en el momento que cerramos la ducha con la cortina cuando damos al interruptor que va a hacer que esta cortina se va a ver atraída inexorablemente hacia nosotros. Veamos qué es lo que pasa.

Cabezal de ducha en acción
Cabezal de ducha en acción
Cuando abrimos el grifo de la ducha, si no es que es un asceta y le gusta ducharse con agua fría, el agua sale a presión por la "alcachofa" a una temperatura que -según los gustos- puede oscilar entre los 30 y los 40 grados y desde una cierta altura. Este agua caliente a presión, y en cierta parte vaporizada por esta misma presión, desplaza a la vez que calienta el aire encerrado dentro del habitáculo que hemos improvisado para ducharnos, situación que nos produce la agradable sensación que notamos. Sin embargo, como bien sabrá, el aire caliente pesa menos que el frío por lo que la tendencia es que este aire calentado suba hacia el techo escapando por la parte de arriba de la ducha, la cual normalmente no está cerrada. Y aquí está el quid de la cuestión.

Agradable ducha
Agradable ducha
El cuarto de baño donde se ubica la ducha, si bien puede estar a temperatura ambiente o bien calentada por la calefacción, lo más normal es que se encuentre a una temperatura notablemente inferior a la del agua que sale por la ducha y, por ende, del aire que nos envuelve dentro de ella. Ello provoca que se genere una corriente de circulación del aire entre el aire caliente que asciende de dentro de la ducha y el aire más frío y pesado que hay a ras de suelo, el cual tiende a rellenar el vacío que deja el aire caliente al ascender. O dicho de otra forma... que hemos convertido la ducha en una auténtica chimenea. Para comprobarlo, puede encender un mechero (¡¡ojo que puede ser peligroso!!) y acercarlo a la cortina cuando alguien se está duchando, verá como la llama va hacia adentro de la ducha en la base y hacia afuera en la parte de arriba.

El agua sale cargada eléctricamente de la ducha
El agua sale cargada eléctricamente
Es entonces cuando éste aire frío a ras de suelo, en su afán de rellenar el espacio dejado por el aire caliente en ascenso dentro de la ducha, empuja la cortina hacia nosotros queramos o no. No obstante, esto no es todo, ya que éste acercamiento "irresistible" se ve acelerado por la electricidad estática (ver El Fuego de San Telmo: el poder de un santo encerrado en una botella) que el agua adquiere, debido al frotamiento al salir a presión por los agujeritos de la alcachofa, y que al caernos por encima atrae la cortina en el momento en que se acerca "peligrosamente" a nuestro cuerpo... estorbándonos en nuestro momento de higiénico relax.

Todo este más o menos incómodo fenómeno acaba en el momento en que corremos, aunque sea mínimamente, la cortina para salir, ya que estaremos eliminando el "efecto chimenea" que creaba la improvisada circulación del aire dentro de la ducha e igualando las temperaturas del aire dentro del cuarto de baño.

En definitiva, algo tan simple como tomar un baño desata todo un cóctel físico que acaba por aguarnos un poco la fiesta de un momento de solaz y relax personal. Sea como sea, por mucho que le sea un mínimo incordio y no tenga ganas de gastarse lo que cuesta poner una mampara, no sea como Santa Silvania (ver Silvania, la santa que no se lavó jamás) y hágalo de vez en cuando. Usted lo agradecerá...,

...y los demás, más.

Un engorroso problema que cada uno apaña como puede

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