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Capítulo 7: El asunto del canal

El no tan inútil apéndice humano

Apéndice Vermiforme
En el proceso de evolución de las especies, las necesidades de adaptación a nuevos hábitats y a nuevas formas de alimentación y supervivencia ha hecho que los organismos se transformen continuamente. Cuellos se han estirado, patas se han alargado, se han perdido dedos, los picos se han modificado, los cuerpos se han hecho más grandes o más pequeños... un sinfín de adaptaciones han sobrevenido en los cuerpos de todos los seres vivos hasta llegar a la actualidad. Esto, en muchos casos, ha significado que órganos obsoletos convivan con los funcionales, en lo que se ha dado a llamar "órganos vestigiales". En el caso del ser humano, el más conocido es el apéndice, más que nada porque no parece tener un uso definido y los problemas que comporta en caso de apendicitis pueden llegar a ser mortales. No obstante, los científicos parecen haber encontrado su función real: una función de supervivencia sin la cual, el hombre no hubiera llegado a lo que es en la actualidad.

Apendicitis
El llamado apéndice vermiforme es un tubito de unos 10 cm de largo que, como si fuera un globo sin aire,  sale del ciego, primera parte del intestino grueso en el cual desemboca el final del intestino delgado. Más allá de su ubicación anatómica en el bajo vientre a la derecha, el apéndice ha sido conocido desde siempre por ser un auténtico proveedor de clientes para las funerarias, habida cuenta que su infección, puede derivar en una grave apendicitis. En la actualidad, con los avances en medicina, el riesgo ha disminuido, pero antaño, tener un "dolor miserere" era sinónimo de ir cavando tumba.

Disposición del ciego
Vistos los problemas que ocasionaba el apéndice y la aparente falta de uso, los médicos, durante el último siglo empezaron a extirparlo como quien quita un grifo que ya no se utiliza y que lo único que puede dar es dolores de cabeza. En realidad, sí que tiene una función, posiblemente no muy evidente, pero que el estudio de su origen evolutivo nos pone sobre su pista.

Al comparar los sistemas digestivos entre los mamíferos herbívoros y los carnívoros, se puede comprobar que los animales carnívoros no disponen de ciego, pero sí de apéndice, al contrario de los herbívoros. Estos últimos, no disponen de apéndice pero el ciego está enormemente desarrollado al producirse en él una parte de la digestión de las plantas que consumen. El ciego funciona entonces como saco donde las bacterias simbiontes descomponen la celulosa que no ha podido ser digerida.

Esquema de un herbívoro
Es por esta diferencia sustancial entre carnívoros y herbívoros y por el hecho de que el hombre está en un estadio intermedio entre unos y otros, que se piensa que el apéndice no sea más que la degeneración del ciego de los herbívoros. Sin embargo, como el de estos, ha mantenido una función que hasta hace poco no se le había dado ninguna importancia: el preservar la flora bacteriana.

Durante los últimos años, los estudios inmunológicos fueron encontrando cada vez más la participación del apéndice vermiforme en el sistema inmune , pero fue justamente el estudio de las interacciones de las bacterias con el sistema de protección del cuerpo (ver Una medicina llamada porquería) el que dio con la clave del ignorado uso.

El ciego de los herbívoros es, en realidad, un depósito de bacterias que ayudan a estos animales a la digestión, función que no ha perdido del todo el apéndice humano.

Diarreas otrora mortales
El apéndice vermiforme, como en el resto de los intestinos, tiene bacterias "buenas" de las que ayudan a digerir los alimentos. Sin embargo, cuando se produce una infección del sistema digestivo ello puede provocar diarreas que produzcan graves deshidrataciones y hasta incluso la muerte.

Es en estas situaciones, en que la flora bacteriana ha prácticamente desaparecido, que entra en juego el apéndice, ya que al no tener ninguna función digestiva, se mantiene al margen de la circulación general. Ello lo convierte, de facto, en un refugio de las bacterias beneficiosas a partir del cual regenerar la flora bacteriana del intestino. 

Cuestión de vida o muerte
Ahora, en que el contacto con otras personas permite una regeneración de nuestros gérmenes particulares relativamente rápida, no tiene mucho sentido, pero hasta no hace muchos siglos, en que las poblaciones humanas eran pequeñas y dispersas, el hecho de tener una reserva de bacterias digestivas ante un ataque de cólera, podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. De hecho, se ha constatado que las personas a las que no se les ha extirpado el apéndice se recuperan antes de una diarrea que las que sí lo han sido. Por algo será.

Así, de esta forma, un órgano aparentemente residual y sin función para la ciencia en otras épocas, resulta que pudo llegar a ser vital para el desarrollo humano, demostrando bien a las claras que no lo sabemos todo y que la naturaleza, aún dentro de nosotros mismos, esconde toda una serie de ases que pueden llegarnos a sorprender.


El (no) tan inútil apéndice humano

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Comentarios

  1. Mas que curiosidades las aportaciones de estos conocimientos son sorprendentes para quienes como yo somos legos en materia médica. La labor divulgativa, tan pedagógicamente desarrollada, entusiasma y engancha. Se lee como si al fondo se escuchara la voz de quien lo escribe. Gráfica enseñanza, muy directa...y sobre todo: se entiende. Estupenda labor. Que siga, que siga.

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  2. Jajaja! Gracias, amigo Pancracio! Al menos por mi parte, intentaré seguir en la brecha. De hecho ya he sobrepasado los 1000 artículos y no tengo intención de parar. Espero seguirte dando razones para esos comentarios tan halagadores.

    Un abrazo! :-)

    -Ireneu-

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  3. Julio Galduralde12:30 p. m.

    buenos días Ireneu, siguiendo con el comentario de Pancracio, suscribo todo lo que dice, yo también soy una persona muy curiosa, y con tus entradas aprendo cosas que ni siquiera sabía que me interesaban. como entiendo que este blog no lo haces con fines lucrativos, creo que es justo, por lo menos, felicitarte y animarte a que sigas descubriéndonos cosas. Un abrazo

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  4. Adhiero a los comentarios de Pancracio y de Julio.

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