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Maximiliano I, Emperador de México |
Es harto conocido que no hay nada mejor que morirse para que empiecen a
hablar bien de alguien, sobre todo si ha sido un personaje famoso. Todo lo malo y las
pestes que propios y extraños (más los propios que los extraños, todo sea el decirlo) vierten sobre el interfecto en vida, por arte de
birlibirloque se trocan en halagos y bellas palabras en cuanto que dimite de este valle de lágrimas; no hay quien lo entienda, pero es así. Sin embargo, una cosa es el trato verbal y otra el trato que se dé al cadáver, el cual, como no se entera de nada, es un perfecto
Don Tancredo (
ver La terquedad que hizo que un obispo estuviera 366 años insepulto). Y un ejemplo de esto le pasó al cuerpo de
Maximiliano I, Emperador de México, que sin comerlo ni beberlo se encontró colgado de un tendedero como si fueran unos calzoncillos recién lavados. Si tiene curiosidad por saber cómo pudo llegar a darse tal histriónica circunstancia, a continuación se lo explico.
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Ofrecimiento de la corona |
A alguien no muy ducho en historia de
México, le podrá sorprender el hecho que en dicho país norteamericano haya habido un
emperador como tal, pero así fue. El 10 de abril de 1864, en el
Castello di Miramare, en las cercanías de Trieste (Italia), se corona Emperador de México a
Ferdinand Maximilian Joseph Maria von Habsburg-Lothringen (Maximiliano, para los amigos), archiduque de Austria y hermano del Emperador austro-húngaro,
Francisco José. La realidad es que el hombre, poco tenía que ver con México, pero cuando en julio de 1863, una delegación de políticos conservadores y de la Iglesia Católica mexicana le propusieron ostentar la máxima representación del poder en aquel país, para él que era tercero en la línea sucesoria –ergo no vería el poder imperial
ni por asomo- se le presentaba una oportunidad que difícilmente podía rechazar.
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Benito Juárez |
El devenir de México desde la independencia de España estaba siendo de todo menos tranquila (
ver San Jacinto 1836, la siesta más cara de la Historia). Los continuos cambios de gobierno y las luchas entre las facciones
liberales (republicanas) y las
conservadoras (monárquicas) habían llevado al país a una continua guerra civil y a una división entre estados monárquicos y republicanos. La intromisión de las potencias europeas no hizo más que
empeorar las cosas, llevando a México a la
quiebra y obligando a su presidente, el liberal
Benito Juárez, a hacer en 1861 una
suspensión de pagos a los países creditores, a la sazón, España, Gran Bretaña y Francia. Países que, en vistas del desaguisado, enviaron diversos ejércitos a invadir México reclamando los pagos atrasados.
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Castillo de Chapultepec |
Después de varías promesas de pago, España y Gran Bretaña retiraron sus tropas, pero no así la Francia de
Napoleón III que, aprovechando que
Estados Unidos estaba en plena Guerra Civil , quiso apoyar a los conservadores mexicanos y a los confederados estadounidenses para debilitar el creciente poder de la Unión. Los casi 30.000 soldados franceses desembarcados en el puerto de
Veracruz toman Ciudad de México en junio de 1863 y arrinconan las tropas de Benito Juárez en el norte (
ver Los quebraderos de cabeza de EE.UU. y México por un caprichoso Río Bravo). La mayoría del territorio estaba bajo poder conservador y ello permitió que Maximiliano I llegase el 28 de mayo de 1864 a México, habilitándose como palacio imperial el
Castillo de Chapultepec. No obstante, pronto les saldría rana el emperador para sus avaladores conservadores.
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Pío Nono |
La idea de traer de nuevo la monarquía a México escondía la intención de hacer marcha atrás a las
reformas que el gobierno liberal de Juárez había implantado tiempo atrás, cosa que los lobbys conservadores y la Iglesia Católica (con el
Papa Pío IX al frente) no estaban dispuestos a permitir. El problema fue que escogieron como emperador a alguien que también tenía
tendencias liberales y, al poco de llegar al poder, pronto empezó a legislar no exactamente como esperaban los terratenientes…
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Ferdinand Maximilian von Habsburg |
Para empezar, lejos de tirar atrás las reformas liberales de Benito Juárez,
las dio por buenas, pero no solo eso, sino que hizo diversas reformas encaminadas a fomentar los
derechos humanos y sociales de los indígenas, sobre libertad de culto, eliminación de privilegios eclesiásticos, universalización de los estudios..., entre muchos otros, que llenaron de orgullo y satisfacción a sus antiguos avaladores, que pasaron
a darle la espalda ante tamaña “fechoría”. Paralelamente, y por si fuera poco, toda la situación geopolítica internacional favorable a Maximiliano I se dio la vuelta como si fuera un calcetín.
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Fusilamiento de Maximiliano I |
En 1865, los federados habían ganado la
Guerra de Secesión (
ver Los buitres que celebran anualmente la batalla de Gettysburg), de tal forma que dieron su total apoyo a los republicanos de Juárez contra Francia. Napoleón III, por su parte, se había encontrado que Prusia había ganado su guerra contra Austria, de modo que el nuevo imperio alemán
amenazaba seriamente las fronteras francesas en Europa. Ante este revés, en 1866 Francia retiró gran parte del apoyo militar a Maximiliano, el cual se encontró
vendido entre la desaparición de los aliados franceses, la falta de apoyos conservadores y el avance imparable de las tropas republicanas. A pesar de todo, Maximiliano decidió mantenerse al frente de sus tropas, hasta que, asediado en
Querétaro por el ejército de Juárez, fue vencido, y aunque escapó, fue detenido y
fusilado junto a dos de sus generales (Miramón y Mejía) el 19 de mayo de 1867.
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Momia recompuesta |
El cuerpo de Maximiliano I, que había muerto del impacto de 5 balas en pecho y abdomen, fue llevado al
Convento de Capuchinas de Querétaro, donde el doctor
Vicente Licea lo embalsamó a voluntad del nuevo gobierno republicano, quien supuso que Austria pediría la repatriación del cadáver, como así pasó. El inconveniente fue que Licea, más preocupado por vender ropas del finado a sus seguidores bajo mano que por hacer bien su trabajo, hizo un embalsamamiento de
mírame-no-me-toques y, cuando siete días después fue trasladado a Ciudad de México, lo que llegó fue una auténtica
piltrafa (
ver El extraño entierro a trozos de Don Juan de Austria). De hecho, estaba negro y mojado, ya que el carro había volcado por dos veces, yendo en uno de ellos a parar el cadáver a un río. De traca y banda de música.
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Máscara mortuoria del Emperador |
Así las cosas, en llegando a
Ciudad de México, se habilitó la
Iglesia del Hospital de San Andrés para hacerle un nuevo embalsamamiento habida cuenta que aquello que había llegado no había quien lo entregase. Los embalsamadores, ante la magnitud de la chapuza, decidieron que la mejor forma de hacer
lixiviar los líquidos que tenía el cadáver era
tenderlo en un tendedero y tenerlo unos cuantos días así. Y así lo tuvieron como quien pone a secar un
jamón. La momia de Maximiliano fue finalmente reembalsamada y transportada a Austria en la fragata
Novara (la misma que lo trajo en vida en 1864) siendo enterrado finalmente en la
Cripta Imperial de Viena.
En definitiva, un triste fin para un gobernante digno que, más allá de sus bienintencionadas políticas (de hecho, Juárez no estaba en contra de su persona, ni de sus ideas, sino contra el hecho de haber sido impuesto a dedo) será recordado por haber sido el último Emperador de México… y por haber sido puesto a secar en un tendedero.
Cosas de la Historia.
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Corona y cetro de la monarquía mexicana |
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