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Todo el mundo conoce el dicho latino de "Carpe Diem", pero casi nadie lo que le sigue: Memento Mori (recuerda que vas a morir). ¿Un olvido colectivo? ¿O el ciego que no quiere ver? Muchas cosas hay en esta vida dignas de olvidar y muchas otras dignas de que se sepan. Sea lo que sea, no te lo tomes muy en serio: Memento Mori!
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Escrito por
Ireneu Castillo
Vallas de hipocresía
Ni sirvas a quien sirvió, ni pidas a quien pidió. Este es el dicho popular que mejor describe la actitud hipócrita y cínica de la sociedad actual para con los inmigrantes que nos llegan a oleadas cada día. En este país de emigrantes, pobre a rabiar hasta hace cuatro días, a todo el mundo le molesta que venga gente de fuera, y cada uno da su solución milagrosa (a cuál más xenófoba y discriminatoria) para parar a tanto “indeseable” junto, desde lanzarles perros, alambre electrificado, levantar la valla, disparar a matar... Curiosamente, si en vez de ser gente sin recursos, vinieran llenos de billetes, nadie diría absolutamente nada y se abrirían las puertas de par en par. Mallorca está llena de jubilados alemanes cargados de dinero y no nos molestan, sólo vemos al negro. ¿No será que lo que no queremos son pobres?
Esta noche han sido unas mil personas las que han intentado pasar la valla de protección de la frontera de Melilla. Unos cuantos centenares lo han conseguido pese a los policías marroquíes -que actuando con vehemencia, cuando lo ha hecho ha sido con la bayoneta calada-, las alambradas de acero cortante y los antidisturbios de la Guardia Civil española. Muchísimos se han llevado cortes de más de 10 cms de longitud al saltar la valla, e incluso alguno se ha roto un brazo y aún así ha continuado hasta pasar la valla. Nada parece pararles, ni el miedo a morir empalados cual brochetas.
Sin embargo, parece que nadie quiere ver una cosa, y lo que es peor, nadie quiere comprenderla: ¿Se puede parar a alguien para quien su propia vida no tiene ningún valor? Las condiciones de vida en sus países de origen son simplemente espeluznantes y la vida humana allí no tiene ningún valor. No tienen nada que perder. Morir en el intento de buscar un “eldorado” del primer mundo que les permita vivir -punto-, morir de hambre o enfermedad, o morir a manos de cualquier guerrilla paramilitar que arrase su aldea, tanto da. La elección está clara.
Nosotros, por el contrario, vemos la situación muy diferente, simplemente porque en estos momentos nos ha tocado estar en el bando de los que hemos de acoger. ¿Se imaginan que hace sesenta años -no estamos hablando de siglos- Argentina y México, por poner un ejemplo, nos hubieran cerrado las puertas? ¿Dónde se hubieran metido los millones de personas que huyendo de la miseria y de la guerra enriquecieron España a base de enviar divisas a sus familias llevándola hasta la posición que ahora estamos? Ahora, en el mejor de los casos, los llamamos “sudacas de mierda”. Bonito, bonito.
Cierto es que una entrada desorganizada y masiva puede enviar al traste nuestra ya de por sí precaria economía, pero también es cierto que nos aprovechamos de su mano de obra y no podemos eludir las responsabilidades que como país rico -pero poco- tenemos para con los países subdesarrollados. Está muy bien enriquecernos con la venta de minas antipersona a esos países, pero lo mínimo que se tiene que hacer desde el punto de vista del primer mundo, es ayudar al desarrollo de esos países. Que el FMI vaya a devolver a Nigeria 400 millones de euros provenientes de las cuentas secretas suizas de sus dictadores, es un gesto, pero no es más que una limosna en comparación de todo lo expoliado por las potencias europeas -entre ellas, España.
Ahora tenemos la parte ancha del embudo, y espero no tener que volver a estar en la parte estrecha como nuestros padres y abuelos estuvieron. No me gustaría tener que ponerme a saltar vallas de seis metros.
Esta noche han sido unas mil personas las que han intentado pasar la valla de protección de la frontera de Melilla. Unos cuantos centenares lo han conseguido pese a los policías marroquíes -que actuando con vehemencia, cuando lo ha hecho ha sido con la bayoneta calada-, las alambradas de acero cortante y los antidisturbios de la Guardia Civil española. Muchísimos se han llevado cortes de más de 10 cms de longitud al saltar la valla, e incluso alguno se ha roto un brazo y aún así ha continuado hasta pasar la valla. Nada parece pararles, ni el miedo a morir empalados cual brochetas.
Sin embargo, parece que nadie quiere ver una cosa, y lo que es peor, nadie quiere comprenderla: ¿Se puede parar a alguien para quien su propia vida no tiene ningún valor? Las condiciones de vida en sus países de origen son simplemente espeluznantes y la vida humana allí no tiene ningún valor. No tienen nada que perder. Morir en el intento de buscar un “eldorado” del primer mundo que les permita vivir -punto-, morir de hambre o enfermedad, o morir a manos de cualquier guerrilla paramilitar que arrase su aldea, tanto da. La elección está clara.
Nosotros, por el contrario, vemos la situación muy diferente, simplemente porque en estos momentos nos ha tocado estar en el bando de los que hemos de acoger. ¿Se imaginan que hace sesenta años -no estamos hablando de siglos- Argentina y México, por poner un ejemplo, nos hubieran cerrado las puertas? ¿Dónde se hubieran metido los millones de personas que huyendo de la miseria y de la guerra enriquecieron España a base de enviar divisas a sus familias llevándola hasta la posición que ahora estamos? Ahora, en el mejor de los casos, los llamamos “sudacas de mierda”. Bonito, bonito.
Cierto es que una entrada desorganizada y masiva puede enviar al traste nuestra ya de por sí precaria economía, pero también es cierto que nos aprovechamos de su mano de obra y no podemos eludir las responsabilidades que como país rico -pero poco- tenemos para con los países subdesarrollados. Está muy bien enriquecernos con la venta de minas antipersona a esos países, pero lo mínimo que se tiene que hacer desde el punto de vista del primer mundo, es ayudar al desarrollo de esos países. Que el FMI vaya a devolver a Nigeria 400 millones de euros provenientes de las cuentas secretas suizas de sus dictadores, es un gesto, pero no es más que una limosna en comparación de todo lo expoliado por las potencias europeas -entre ellas, España.
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Se puede parar a alguien para quien su propia vida no tiene ningún valor?
ResponderEliminarUna observación y una realidad a la que no acierto a aventurar solución.
Un post magnífico, como siempre. Nada que añadir, salvo recalcar que el racismo es contra los pobres. Nadie se plantea expulsar a Roberto Carlos ni a Ronaldinho.
ResponderEliminarMe encanta tu blog, ¿te lo había dicho ya?
Pues sí que es cierto que cuando queremos tenemos mala memoria.
ResponderEliminarA mí los inmigrantes no me estorban, pero lo que no tolero son los radicalismos musulmanes que los llevan a que den su vida por una promesa.
Como dices, su vida no tiene ningún valor ni siquiera para ellos.
Bueno... los radicalismos religiosos tanto se dan en uno como en otro lado. Lo que pasa es que de tanto verlos se nos han hecho habituales los del "bando" cristiano, y solo nos damos cuenta de su existencia cuando entran en colisión con los radicalismos de otras confesiones.
ResponderEliminarLos radicalismos, todos, son malos por definición.
Queda muy bien y progresista decir y gritar ¡Puertas abiertas! y que entre todo el mundo..pero eso es tan sólo demagogia. Al igual que hablar del pasado inmigrante de este pais.Pero seguro que tampoco es la solución dejar que venga quien quiera, sea del sur , del este...¿o si?
ResponderEliminarYo considero que el "papeles para todos" ahora por ahora es una aberración que enviaría nuestra economía al garete, y por tanto estoy en contra.
ResponderEliminarSin embargo actuamos hipócritamente cuando resulta que nosotros, ahora, podemos ir a sus paises de turismo,a repasarles nuestra riqueza por la cara simplemente porque nos venga en gana y podemos costearnoslo, y ellos, que SOLO QUIEREN VIVIR, tienen que dejarse la piel -literalmente- clavada en una valla para venir al nuestro.
Recordar que fuimos un pais de EMIGRANTES, no es demagogia, sino una realidad, por mucho que duela a quien quiera verse como un rico. Es como aquella familia que viniendo de comer carroña de los containers ahora va de "tiquismiquis" en los restaurantes y le ofende que le digan que comía de basura. Y conozco muchos casos personales que se adaptan al ejemplo.
Ni sirvas a quien sirvió, ni pidas a quien pidió. Sabia sabiduría popular.