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¿Conoces mi último libro?

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Pobles Medievals de Catalunya (2024)

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Capítulo 7: El asunto del canal

El ejemplo mariposa.

Resulta curioso comprobar como el ser humano es capaz de vanagloriarse por minucias, de actuar egoístamente ante cualquier situación, y sin embargo es capaz de despreciar la fuerza que una persona sola tiene para interactuar con su entorno. Innumerables son los ejemplos en que una persona sola, con voluntad, ha movido mares y montañas. Pero lo realmente importante es que no es necesario ser un superhombre como se podría aducir, sino que cualquiera, en su vida diaria puede hacerlo. Todo lo que hacemos tiene una repercusión, mayor o menor, para bien o para mal, pero la tiene, no cae en saco roto. Unas veces son vistosas y evidentes, pero otras, que no lo son tanto, tienen la fuerza del efecto mariposa.

Cerca de casa tengo un paso de cebra que cruza una avenida de seis carriles separados por una pequeña isleta que ocupa lo que la mediana de separación entre carriles. Este paso de peatones lo hago tanto en coche como andando y conozco perfectamente su ritmo semafórico, un tanto descabalado para el peatón, ya que se mantiene mucho rato en rojo sin que pase nadie, pero plenamente justificado porque ha de dar paso a un carril por el que pasan relativamente pocos coches. Muchas veces, si te fijas y sabes donde mirar, puedes pasar en rojo sin peligro y ganar un poco de tiempo. De todas formas, se ha de conocer bien o si no, te puedes llevar un buen susto.

Ayer, cuando fui a cruzar este paso de peatones, me percaté de que en medio de la isleta había una joven mujer con un par de críos esperando que el semáforo estuviera en verde. La niña, más mayor (6-7 años), espetaba a la madre que cruzara porque no pasaba nadie, si bien no hacía ademán de pasar. El niño, de unos 5 años, no hacía más que estirar a la madre para que cruzara el semáforo en rojo. La madre por su parte, no hacía más que decirles que se esperaran a que cambiara, controlando como podía la fuerza del pequeño.

Yo me encontraba en la otra acera, y si bien pudiera haber cruzado en rojo porque no había peligro alguno, preferí quedarme a que el semáforo se pusiera en verde. Si lo hubiera hecho, mi actuación hubiera dejado sin validez el consejo de la madre y los niños hubieran atravesado en rojo. Los niños me miraban como esperando “a ver que hace este” y como comprobaron que no pasaba, se tranquilizaron lo justo para esperar el color verde y pasamos todos con total seguridad.

Puede parecer una tontería, pero ¿Cuántas veces hemos pasado un semáforo en rojo por el simple hecho de que uno lo ha pasado con éxito? ¿Hubiéramos pasado si no hubiese hecho nadie el primer intento? Es un ejemplo más de que todos podemos hacer algo positivo en esta vida y servir de ejemplo para los demás en cualquier campo, ya sea el civismo, la ecología, la política o cualquier otra situación humana. Pero… ¿Por qué no lo hacemos? ¿Por qué siempre nos apuntamos al carro que han empezado a mover otros? ¿Por qué no tenemos iniciativa?... o mejor dicho ¿Por qué sólo nos movilizamos cuando se mueven los demás, sabiendo la potencia que tenemos individualmente para modificar cualquier cosa de nuestro entorno?

La etología humana es complicada, cierto, pero yo solo sé que si vamos a tener un polideportivo en nuestro barrio ha sido por no tener que escuchar a una persona en concreto que no hacía más que “taladrar” constantemente al concejal de distrito. 25000 personas se beneficiarán de la actuación de una sola.

Vergüenza tendría que darnos.

Comentarios

  1. Muy cierto.
    En alguna ocasión, por mimetismo, he empezado a cruzar el semáforo rojo porque lo hace otra persona y casi nos atropellan a los dos !

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  2. Me has recordado algo que ví hace poco, cuando estaba en Madrid por motivos laborales. Una señora mayor, cargada con una pesada bolsa, estaba en la mediana del Paseo de la Castellana. No sé cómo había llegado hasta ahí, estaba a cientos de metros del paso de cebra más cercano, en la zona donde termina ese Paseo hacia fuera de la ciudad, donde ya no hay semáforos y los coches empiezan a acelerar más de la cuenta. Tres carriles a cada lado y un tráfico intenso y continuo, sin atasco. Y ella en medio, en una breve mediana con hierba y arbustos. Imposible cruzar. Imposible llegar hasta ella para ayudarla a cruzar. Pasan los minutos, mucha gente (desde las aceras laterales) la mira, la miramos. A algunos les hace gracia, otros muestran preocupación y siguen su camino. Yo estaba en una parada de bus, y la miraba impotente. Llamé al 112 con el móvil. Siguió pasando el tiempo. La señora, a veces, hacía intención de cruzar, pero nunca era posible. Algunos coches la pitaban. Yo pensaba que iba a ver un atropello, una muerte, en directo. Al final, pasó a mi lado un coche de "agentes de movilidad" (un nuevo invento de Gallardón), les paré y les conté la situación. Cortaron el Paseo de la Castellana y la "rescataron". Unas chicas que pasaban en ese momento, y que no sabían de qué iba el tema, comentaron "hala, paran el tráfico para que cruce la vieja, jijijaja".

    Sólo es una anécdota de una gran ciudad.

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  3. Eso generalmente es lo que hace la mayoría de la gente.
    Los que no lo hacemos, parecemos ir contra la corriente, y eso nos trae muchos enemigos.

    OFFTOPIC: Para que te quede mejor el buscador tiene que ser h2 en vez de h3, para ser consecuente con tu plantilla

    saludos

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  4. Me parece que a veces no somos concientes de los pequeños cambios en nuestro entorno que causamos con nuestras acciones. Esto nos vuelve apáticos.

    saludos

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  5. Anónimo11:08 a. m.

    Creo que tienes razón, es nuestro deber como mayores el de educar a los críos en algo tan sencillo y tan importante para su futuro como eso.

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