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Pobles Medievals de Catalunya (2024)

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Capítulo 7: El asunto del canal

Los quebraderos de cabeza de EE.UU. y México por un caprichoso Río Bravo

Río Bravo o Río Grande
Las fronteras harto es sabido que son meras invenciones humanas, convenciones políticas que no son más que lineas dibujadas sobre un papel. Para delimitarlas sobre el terreno, se suelen utilizar accidentes geográficos de todo tipo o directamente con tiralíneas encima del campo. Carenas, costas... todo vale para marcar las lindes de unos u otros territorios, y una de las más utilizadas son los ríos. Las riberas, de esta forma, marcan perfectamente las divisorias y las disputas se reducen al mínimo -cada uno en su casa y Dios en la de todos, que dice el refrán. Sin embargo, la Tierra, vale la pena recordar que está en continua evolución, de tal forma que lo que ayer estaba aquí, mañana puede estar allá, trayéndole al pairo si un país ha puesto aquí su frontera o no. Ahora imaginen el follón diplomático que puede suponer si esto mismo ocurre en una frontera tan conflictiva como la de Estados Unidos con México y, para más inri, durante más de un siglo. Estoy hablando de la disputa de El Chamizal.

Cuando en 1848, los estadounidenses acabaron de darse de palos con los mexicanos por un quítame-allá-esa-Texas, decidieron poner la frontera de ambos países en el Río Bravo (río Grande, para los yanquis). En principio no tendría que ser mucho más diferente que miles de otras fronteras que ocupan otros ríos (ver Seis meses francesa y seis meses española: La Isla de los Faisanes), pero no contaron con que el río Bravo era un tanto especial, sobre todo en la zona entre los pueblos de El Paso (Texas) y Ciudad Juárez (México). Bueno... para ser exactos, sí que contaron con ello, lo único es que el río tenía ideas propias.

Una cuenca muy árida
El río Bravo, al tener una cuenca que atraviesa buena parte del desierto de Chihuahua y padecer los rigores de un clima árido, depende mucho de las precipitaciones de nieve de la cabecera y de las esporádicas lluvias que se producen a lo largo de todo su recorrido. Esta irregularidad en el régimen de lluvias provoca que en poco tiempo, el río Bravo pase de tener muy poco caudal, a salir de madre inundando todo lo que encuentra en su cauce. Si a esto le añadimos que en la zona antes comentada hay muy poca pendiente, obligando al curso a formar meandros, el problema se multiplica, ya que el río, debido a su propia actividad erosiva va divagando por toda la llanura.

Evolución del cauce
En previsión de este más que probable movimiento, Estados Unidos y México consensuaron que la frontera, en vez de estar fija, fluctuaría en función de lo que lo hiciera el propio río, lo cual suponía -al menos en principio- un seguro contra las veleidades del río Bravo. No obstante, entre 1852 y 1868, la zona sufrió un aumento de precipitaciones inesperado, produciendo inundaciones prácticamente cada primavera que acabaron por crear en 1873 un enorme meandro. Si tu frontera se mueve unos pocos metros aquí o allá, no tiene más importancia, pero cuando el río crea un enclave de 240 hectáreas de un país dentro del otro, es, como mínimo, para inquietarse. Y si encima es de México dentro de Estados Unidos, el follón está asegurado.

Corte del meandro de 1899
Ante semejante extensión de terreno inesperado (llamado El Chamizal, por estar cubierto de una planta llamada chamiza), tanto uno como otro país reclamaron sus derechos ante los tribunales, produciendo todo tipo de resoluciones que no eran aceptados ni por uno ni por otro. Pero como todo es siempre susceptible de empeorar, el inestable río Bravo decidió, por su cuenta y riesgo, que estaba cansado de dar la vuelta que daba, y acabó cortando el meandro en 1899, creando una isla a la que se le llamó isla de Córdoba. Ya fue el acabose.

Antigua frontera
Aquella zona se había convertido en un enclave mexicano en medio de los Estados Unidos, que entre reclamaciones de posesión de unos y de otros se había convertido en una tierra de nadie que estaba muy poco -o nada- controlada por México, haciendo las delicias de los contrabandistas. A tal punto llegó el desmadre que en 1910 se hizo una comisión entre los dos países, determinando que lo ideal sería, al mejor estilo Rey Salomón, que se dividieran las tierras y se hiciera un nuevo cauce. Sin embargo, ni Estados Unidos, ni México aceptaron la resolución y, por tanto, el conflicto continuó al más alto nivel.
Con el tiempo, los problemas de cruce ilegal de la frontera se incrementaron en la misma proporción que lo hicieron las reclamaciones de ambos países. Como dato curioso, sepa que los mexicanos instalaron una taberna en la zona de El Chamizal, lo cual permitía a los estadounidenses romper la Ley Seca, simplemente cruzando la frontera andando. Al final, se decidió por levantar una valla en la frontera mientras que las reclamaciones judiciales seguían y los años pasaban al galope sin llegar a ningún acuerdo.

Esquema de la solución
No fue hasta 1963 cuando el presidente Kennedy, hasta el mismo moño de los problemas que daba El Chamizal, decidió arreglarlo de una forma definitiva. Siguiendo la proposición de 1910, se construyó un nuevo cauce para el río Bravo, pero esta vez en cemento armado, para fijar la frontera de una vez por todas y no estar pendientes de los caprichos del río. De esta forma, 107 hectáreas pasaban a Estados Unidos y 333 ha. a México. Las obras eran pagadas a medias, se podría vallar convenientemente para evitar el tráfico ilegal y se acabarían, después de más de un siglo, las disputas entre los dos países por ese cacho de tierra, fruto del antojo de la geología del río Bravo.

Vista global de El Chamizal (1969)
En la actualidad, la polémica está totalmente cerrada, no sólo por la banda diplomática -que acabó por construir un parque público tanto en la parte mexicana como en la estadounidense para conmemorar el acuerdo-, sino también por parte del río: la sobreexplotación de los recursos hídricos de los que se nutre y el descenso de las precipitaciones debido al cambio climático han hecho que el río no sea ya, ni grande, ni bravo. Encorsetado en un cinturón de cemento, medio seco y envuelto por la conurbación de El Paso-Ciudad Juárez, el río Bravo se mantiene de momento bajo control... ¿cuándo volverá a hacer de las suyas?

El río, como siempre, tiene la última palabra


Se acabó el problema... o no

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