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El wolframio o la batalla perdida por la química española

¿Tugsteno o Wolframio?
Si alguien le preguntase si le suena la palabra wolframio, igual no sabrá a lo que se refiere, pero seguro que la habrá oído alguna vez. Esto mismo le pasará si le preguntan por el tungsteno, aunque si alguna vez ha cambiado una bombilla de incandescencia, estoy convencido que le sonará mucho más. Sea uno o sea otro, lo que es posible que no sepa es que ambas palabras se refieren al mismo elemento químico y que esta extraña dualidad esconde tras de sí una lucha de poder mundial en que España está directamente implicada.

Wolframio
Al mirar la tabla periódica de los elementos, si nos centramos en el elemento con número atómico 74 encontraremos que el símbolo de esta sustancia es la W. No obstante, según qué tabla miremos, el nombre variará entre wolframio (o volframio) y tungsteno. ¿Un elemento con dos nombres? Si, pero no exactamente. Más bien se trata de dos criterios: uno impuesto oficialmente y el otro... español.

El wolframio o tungsteno es un metal muy raro que tiene consideración de estratégico entre los gobiernos mundiales. Su característica principal es que las aleaciones de acero que incluyen este elemento aumentan su dureza y resistencia una barbaridad, por lo que es un material que está especialmente buscado para la construcción de blindajes militares y para endurecer el acero de las balas... aparte de para hacer los filamentos de las bombillas -un uso totalmente secundario, conociendo las prioridades de los gobiernos, claro está.

Carl Wilhelm Scheele
El origen de los dos nombres lo hemos de ir a buscar en los orígenes de su descubrimiento. Tungsteno proviene del sueco y significa literalmente "piedra pesada" debido a que los  químicos suecos Carl Wilhelm Scheele y Torbern Bergman en 1781 predijeron la existencia de un nuevo elemento en un mineral blanco muy denso que recibía el nombre popular de "tung-sten". Si bien no consiguieron aislarlo, las publicaciones químicas inglesas -las más reputadas de la época- popularizaron el nombre de tungsteno entre la comunidad científica, sobretodo anglosajona.

Fausto de Elhuyar
Por su parte, wolframio tiene un nombre mucho más antiguo. En 1556, el mineralogista alemán Georgius Agricola descubrió un mineral que se encontraba entre el mineral de estaño y lo corroía completamente, dejando una espuma. Debido a esta característica se decía que el estaño desaparecía como comido por un lobo, por lo que a este mineral se le llamó wolframita, de "espuma de lobo" o "wolf rahm", en alemán. No obstante, en 1783, los hermanos riojano-vascos Fausto y Juan José Elhuyar descubrieron que el elemento que formaba la wolframita era el mismo que formaba el tungsteno, con la diferencia de que fueron capaces de separar el elemento en cuestión, por lo que aconsejaron que se llamara "volframio", al provenir de la wolframita. Y aquí empieza el follón.

Juan José de Elhuyar
A pesar de que el descubridor tiene el derecho a poner el nombre que quiera a su descubrimiento, los países anglosajones continuaron usando el nombre de "tungsteno" (tungsten, en inglés), mientras que los españoles y los países de la órbita alemana y eslavos lo llamaron -y de hecho lo llaman- "wolframio" (wolfram). Hasta aquí, cada uno en su casa y Dios en la de todos, que se dice popularmente, pero el problema llegó cuando a finales del s. XIX, se hicieron intentos de unificar la nomenclatura química a nivel internacional... y cada uno arrimó el ascua a su sardina.

Mineral estratégico
Durante las dos guerras mundiales, el wolframio se convirtió en una auténtica arma de guerra por si sola, ya que las reservas de este mineral eran vitales para los diversos contendientes, pero no fue hasta 1949 en que la IUPAC (la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada) decidió abordar el problema de la denominación dual del wolframio/tungsteno. Hasta entonces, al máximo consenso que se había llegado era a designar el elemento de número atómico 74 con el símbolo W, pero a partir de aquí cada uno lo llamaba como quería.

Logo de la IUPAC
Durante el simposio de 1949, la ponencia en defensa de "wolframio" llevada a cabo por el químico español Enrique Moles consiguió convencer a la comisión encargada, la cual aprobó que la denominación oficial fuera "wolframio"(wolfram, en inglés) y que "tungsteno" fuera utilizado de forma comercial. Sin embargo esto no gustó ni un pelo a los Estados Unidos, los cuales no iban a permitir que quedara la cosa así.

La situación era clara. En un momento en que la Guerra Fría comenzaba a estar calentita, los estadounidenses, al margen de cualquier consideración meramente química, lo que no iban a permitir era que una denominación utilizada ampliamente por la Unión Soviética y todo su bloque, por la derrotada Alemania y por la España franquista, le pasara la mano al nombre utilizado normalmente por los aliados. Tanto daba que los propios suecos no utilizasen "tungsteno" para denominar al wolframio. Lo que habían perdido en el laboratorio, lo ganarían en la calle. Y lo ganaron.

Wolframita
Ante la decisión, la prensa norteamericana empezó a presionar sobremanera a los químicos distribuyendo la noticia falsa de que "tungsteno" se había prohibido, lo que hizo poner el grito en el cielo a toda la opinión pública anglosajona. La inusitada presión, que sorprendió a la comisión de la IUPAC, hizo que en la conferencia de 1951 tiraran para atrás la decisión de 1949 y volvieran a hacer oficial el nombre "tungsteno", aduciendo que los intentos de introducir la palabra "wolframio" en Estados Unidos habían sido infructuosos y que su desconocimiento aconsejaban volver a la oficialidad a "tungsteno". De esta forma tan burda, el equilibrio de bloques volvía a su punto de partida y así se mantendría por casi medio siglo.

Filamento de tungsteno
No obstante, después de 50 años de estar en el filo de la navaja entre uno y otro nombre, en el Libro Rojo de las nomenclaturas de 2004, la IUPAC, sin encomendarse a ningún santo, decidió eliminar la denominación "wolframio" y dejar como única y oficial a "tungsteno". La excusa fue que, como la única lengua oficial de la IUPAC era el inglés (en 1951, lo era también el francés, pero se eliminó más tarde), pues la versión inglesa era la buena... y dos piedras para los demás. Las quejas repetidas de los químicos españoles, que adujeron que la IUPAC se había pasado por el forro el derecho de los descubridores a poner el nombre y los acuerdos de 1949 y 1951, simplemente no fueron tomadas en consideración.

En la actualidad, la IUPAC continua manteniendo la oficialidad del tungsteno frente a wolframio a pesar de seguir manteniendo el símbolo como la W. La realidad es que el creciente peso específico de los países anglosajones dentro de la entidad (EE.UU tiene 661 representantes y Gran Bretaña, 299, frente a los  286 químicos alemanes, los 110 rusos y 58 españoles) hace que un punto de vista diferente, por muy objetivo que sea, simplemente no sirva para nada.

Para que después digan del peso internacional de la marca España y, encima, vayan recortando en investigación.


Sello conmemorativo del descubrimiento del wolframio

Webgrafía

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Fausto y Juan José Delhuyar nacidos en Logroño... ¿Riojano-Vascos?.
He dejado de leer ahí.
Ireneu Castillo ha dicho que…
Allá cada cual con sus prejuicios incapacitantes, pero si bien a los hermanos De Elhuyar "les nacieron" en Logroño, la familia era vasco-francesa afincada circunstancialmente en Logroño. De aquí lo de riojano-vascos.
Anónimo ha dicho que…
Aconsejo al autor del anterior comentario que abra Wikipedia :-)
Curiosidades del Mundo ha dicho que…
Muy bueno el blog! mucha suerte saludos cordiales!
Unknown ha dicho que…
Estimado amigo: acaso las coletillas finales de tus interesante artículos sobren. Desmerecen de un divulgador científico cuya escritura debe ser imparcial a la hora de considerar las cosas. La Ciencia es, como la Historia, algo que está por encima de las veleidades políticas.
Ireneu Castillo ha dicho que…
Aquí podríamos iniciar un interesante debate al respecto, apreciado Pancracio. Personalmente no creo en la imparcialidad ni de la Historia ni de la Ciencia, en tanto y en cuanto que esta Ciencia y esta Historia la escriben (y describen) personas y no Dioses del Olimpo. Personas que en su día a día se ven influenciadas y determinadas en uno u otro sentido tanto por la Historia -de la cual forman parte inextricablemente- como por la Ciencia.

Por tanto, como creo que pedir objetividad a unos seres por naturaleza subjetivos es, simplemente, una utopía irrealizable, no pido a nadie lo que se que no me pueden ofrecer.

Por lo tanto, el conocimiento imparcial de un tema no se puede obtener más que con la suma del máximo de puntos de vista parciales posible. En el bien entendido que, como Aquiles y la tortuga, la imparcialidad es simplemente un horizonte inalcanzable.

En mi caso, como personaje afectado por la Historia y la Ciencia en un determinado sentido, no puedo sustraerme a ellas, por lo que tengo una opinión personal que -quiera o no- me condiciona mi pensamiento. Puede gustar o no el hecho de expresar mi reflexión personal, pero ello no implica que no exista y que no afecte inclusive en el tema tratado o en mi redactado. Y como se que existe, lo expreso. Al fin y al cabo, no puedo expresar otra cosa que no sea la síntesis de la realidad que llegan a mis sentidos.

Por cierto, y aunque suene reiterativo, gracias por leerme. Es todo un placer. :-)
eder lara ha dicho que…
me parece muy interesante el articulo,y su punto de vista..como sujetos somos subjetivos..es la vil verdad,,asi mismo los cientificos mas no la ciencia..
Unknown ha dicho que…
Con toda la objetividad de mi subjetividad, considero que esté artículo sobre el wolframio es más que interesante y bien documentado.
Felicito al autor y recomiendo a sus lectores, complementar sus conocimientos con la ficción histórica que muestra la película «Lobos Sucios», que muestra como era en Galicia, la explotación de este mineral, y de los mineros, en los tiempos de la II Guerra Mundial.

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