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Todo el mundo conoce el dicho latino de "Carpe Diem", pero casi nadie lo que le sigue: Memento Mori (recuerda que vas a morir). ¿Un olvido colectivo? ¿O el ciego que no quiere ver? Muchas cosas hay en esta vida dignas de olvidar y muchas otras dignas de que se sepan. Sea lo que sea, no te lo tomes muy en serio: Memento Mori!
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Escrito por
Ireneu Castillo
El caos hecho semana
Esta semana es una de aquellas en que se demuestra cómo la situación política de este país está absolutamente descabalada. Día 6 de diciembre, La Constitución; día 8 la Inmaculada Concepción. O lo que es lo mismo, una semana laboral con fiestas separadas entre medio que más que una semana parece un queso gruyere con tantos agujeros. Unos tienen fiesta, otros no; unos colegios hacen fiesta unos días, otros otros diferentes; hay gente que hace puente de 11 días cogiendo las fiestas como si fuera de oca en oca y gente que no tiene ningún día. El caos más absoluto por un orgulloso pulso entre la Iglesia y la clase política. Para matarlos, vamos.
A uno le puede parecer bien que haya un día o dos de fiesta en medio de una semana laboral, pero cuando se instituyó el día de la Constitución, la lucha con la proximidad de la fiesta de la Inmaculada, provocó el conflicto del Estado con la Iglesia: No es práctico ni para la industria, ni para el comercio, ni para las escuelas, y ni mucho menos para los padres de los niños. Evidentemente, alguna fiesta de las dos fiestas sobraba, pero ¿cuál?. Parecía evidente que la que sobraba era la religiosa, pero la Iglesia puso el grito en el cielo y se negó a retirar su día de fiesta. Por su parte, el Estado, con los socialistas en el poder por aquel entonces, se opuso a retirar su fiesta. Y como no hubo forma -como siempre- de hacer ceder a ninguno, pues dejaron las fiestas tal como están, y si al ciudadano le va mal, pues un “on the rocks” y a seguir tirando. De locos.
Unos días de fiesta, a la gente trabajadora, nunca le va mal, pero lo que sí va mal es el auténtico caos en que se convierte la sociedad durante el puente de la “purísima constitución”. El Estado, como tal, tiene que velar por la correcta organización de toda la vida social del país, y no puede entrar en el juego de si este día es mío, o este día es tuyo, porque toda la sociedad es la que padece las consecuencias: comercios y talleres abiertos mientras que sus proveedores cierran, padres y madres trabajando mientras que los crios tienen fiesta, unos negocios abiertos y otros cerrados... Toda una sociedad trabajando al ralentí gracias a la desidia de los políticos, que mirando únicamente sus intereses partidistas no son capaces de imponer su criterio.
Vale la pena recordar que este es un estado aconfesional y, si hay un conflicto de intereses entre la Iglesia y el Estado, en el caso de afectar a la sociedad, se ha de optar siempre por la opción laica. Si con la instauración del día de la Constitución, la sociedad española entra en conflicto por la proximidad de la fiesta religiosa de La Inmaculada, es la religiosa la que molesta y la que, por tanto, tiene que suprimirse. Sin embargo no se hizo. Una entidad privada ha mantenido un pulso con el Estado y ya no solo no lo ha perdido, sino que ha obligado a éste a que durante más de una semana la vida cotidiana de la ciudadanía sea una locura y funcione mal y a medio gas.
Definitivamente, España es un auténtico caos que jamás llegará a ser nada. Ni se tienen claras las prioridades de su organización, ni la forma más correcta de llevarlo a cabo, y ni tan siquiera existe intención alguna de dar solución efectiva a los problemas que se presentan día a día. Aquí todo es mirar cada uno por sus intereses, y en proporción del poder de cada uno así se va haciendo.
Somos un país de orgullosos analfabetos ex-tercermundistas en que la envidia y las ansias de poder hacen que unos sean capaces de entuertar con tal de que los otros encieguen. Nos importa un huevo el trabajar bien y en beneficio de la comunidad, solo nos interesa que el vecino de enfrente no tenga un coche más bueno que el nuestro. Y si así lo tiene, deseamos con todo el corazón que reviente. Negro futuro se nos presenta.
¿Lo peor? Que algunos pretenden, encima, que la amemos.
A uno le puede parecer bien que haya un día o dos de fiesta en medio de una semana laboral, pero cuando se instituyó el día de la Constitución, la lucha con la proximidad de la fiesta de la Inmaculada, provocó el conflicto del Estado con la Iglesia: No es práctico ni para la industria, ni para el comercio, ni para las escuelas, y ni mucho menos para los padres de los niños. Evidentemente, alguna fiesta de las dos fiestas sobraba, pero ¿cuál?. Parecía evidente que la que sobraba era la religiosa, pero la Iglesia puso el grito en el cielo y se negó a retirar su día de fiesta. Por su parte, el Estado, con los socialistas en el poder por aquel entonces, se opuso a retirar su fiesta. Y como no hubo forma -como siempre- de hacer ceder a ninguno, pues dejaron las fiestas tal como están, y si al ciudadano le va mal, pues un “on the rocks” y a seguir tirando. De locos.
Unos días de fiesta, a la gente trabajadora, nunca le va mal, pero lo que sí va mal es el auténtico caos en que se convierte la sociedad durante el puente de la “purísima constitución”. El Estado, como tal, tiene que velar por la correcta organización de toda la vida social del país, y no puede entrar en el juego de si este día es mío, o este día es tuyo, porque toda la sociedad es la que padece las consecuencias: comercios y talleres abiertos mientras que sus proveedores cierran, padres y madres trabajando mientras que los crios tienen fiesta, unos negocios abiertos y otros cerrados... Toda una sociedad trabajando al ralentí gracias a la desidia de los políticos, que mirando únicamente sus intereses partidistas no son capaces de imponer su criterio.
Vale la pena recordar que este es un estado aconfesional y, si hay un conflicto de intereses entre la Iglesia y el Estado, en el caso de afectar a la sociedad, se ha de optar siempre por la opción laica. Si con la instauración del día de la Constitución, la sociedad española entra en conflicto por la proximidad de la fiesta religiosa de La Inmaculada, es la religiosa la que molesta y la que, por tanto, tiene que suprimirse. Sin embargo no se hizo. Una entidad privada ha mantenido un pulso con el Estado y ya no solo no lo ha perdido, sino que ha obligado a éste a que durante más de una semana la vida cotidiana de la ciudadanía sea una locura y funcione mal y a medio gas.
Definitivamente, España es un auténtico caos que jamás llegará a ser nada. Ni se tienen claras las prioridades de su organización, ni la forma más correcta de llevarlo a cabo, y ni tan siquiera existe intención alguna de dar solución efectiva a los problemas que se presentan día a día. Aquí todo es mirar cada uno por sus intereses, y en proporción del poder de cada uno así se va haciendo.
Somos un país de orgullosos analfabetos ex-tercermundistas en que la envidia y las ansias de poder hacen que unos sean capaces de entuertar con tal de que los otros encieguen. Nos importa un huevo el trabajar bien y en beneficio de la comunidad, solo nos interesa que el vecino de enfrente no tenga un coche más bueno que el nuestro. Y si así lo tiene, deseamos con todo el corazón que reviente. Negro futuro se nos presenta.
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Pues sí, pues sí: es un lío. Al menos las podían poner juntas...
ResponderEliminartengo la solucion que contentaria a todos: fiesta el dia 7, el motivo tanto da...¿dia del orgullo- orgulloso por ejemplo?
ResponderEliminarTotalmente cierto; como mínimo, deberían juntar las dos fiestas. Aquí en Tenerife, sumando la semanita de la tormenta Delta, llevamos ocn esta dos semanas de verdadero caos.
ResponderEliminarPero tampoco le pueden echar la culpa a la Iglesia porque el ocho siga siendo fiesta. Porque, por ejemplo, ya no existe como fiesta laboral el día de Corpus Christi (excepto en lugares donde es tradicional la procesión).
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