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¿Conoces mi último libro?

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Pobles Medievals de Catalunya (2024)

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Capítulo 7: El asunto del canal

El efecto Gilipollas

El que más y el que menos, a estas alturas, ya conoce que el precio de los pisos está por las nubes y que está imposible poderse comprar -y ni tan solo alquilar- una vivienda. Pisos a reformar, cuchitriles que hasta hace poco solo habitaban las familias sin recursos, locales insanos y sin ventilación, se han convertido ahora en un lujo asiático con unos precios por los que no hace mucho tiempo te podías comprar autenticas mansiones. Y lo peor es que encima los venden. ¿La locura? No, el efecto “Gilipollas”. Me explico.

En todo mercado libre, el precio siempre se establece en proporción de la demanda que un producto concreto tiene. En productos con una alta demanda y poca oferta, los precios tienden a subir hasta que llega un límite a partir del cual la demanda se para debido al excesivo coste. Al revés, en caso de artículos con poca demanda y mucha oferta, los precios tienden a bajar hasta que su bajo precio lo hace atractivo al comprador. Sin embargo, ¿Cuál es la espoleta que hace subir el precio de un tipo a otro?

Cuando hay mucha demanda de un artículo, los comerciantes tienden a intentar aprovechar al máximo las ventas y lejos de hacer caros estudios de mercado, simplemente los suben una cantidad concreta para poder aumentar el beneficio, la excusa es lo de menos. Si la gente se queja y no lo compra, el comerciante vuelve al precio anterior ya que lo que le interesa es ganar, no perder. Sin embargo, si se presenta “el gilipollas” y a pesar de inflar el precio, lo compra, el comerciante tiene la vía libre para no modificar el precio, ya que sabe que ese producto, a ese precio, lo va a vender, forzando a todo el resto de gente que no lo iba a comprar a adquirirlo al precio que a ese “tonto l’haba” lo ha hecho. El comerciante se agarrará al clavo ardiente de ese precio, y la gente se verá obligada a entrar al trapo quiera o no. En los artículos de primera necesidad ocurre mucho, y en el tema de los pisos más.

Gente que vendería sus pisos a un precio razonable, cuando ve que el vecino de al lado, por un piso mucho peor que el suyo lo ha vendido a un precio exagerado, los acaba vendiendo a un precio mucho superior, en proporción de lo que el “gilipollas” de turno ha pagado de más por un piso que no lo valía. De esta forma nos encontramos que en barrios obreros, el precio de las viviendas no viene dado por la demanda, sino por el precio máximo a los cuales han sido vendidos. El gilipollas (o la, no seamos sexistas) rompe el límite de precios de venta por lo superior y obliga a todo el resto de la población a tragar con unos precios exagerados, y como es un producto de primera necesidad, la gente HA de comprarlos. La inconsciencia de unos pocos arrastra a todo el mundo.

La próxima vez que miréis precios de cualquier cosa y veáis que han subido, estad seguros que si han subido es porque algún GILIPOLLAS ha decidido pagar mucho más por lo mismo. Aplicable a gasolinas, pisos, coches, alimentos, vestidos…

El mercado es libre, pero la estupidez humana, supina.

Comentarios

  1. Sí, tienes razón, alguien puso el precio y hubo un tonto que lo pagó. Los motivos no necesariamente son la estupidez si no a veces la ignorancia. Aquello de consumidores informados...

    saludos


    P.D.
    Discrepo contigo en cuanto al sexismo, prefiero pensar en "el" gilipollas y no en una "la" ;-)

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  2. Vale, sí, pero es lo de siempre. Si tú rechazas ese precio por ser caro, alguien vendrá detrás y pagará ese precio por el piso que tú querías. Es un círculo vicioso, trufado de especuladores y gilipollas... que se intercambian los papeles según el caso.

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  3. Ambos teneis razón, pero a lo que quiero yo referirme cuando digo lo de "estupidez", no es la ignorancia de qué precio tienen las cosas, sino a la estupidez que demostramos al comprar sin pensar en lo más mínimo y compulsivamente.

    Si en vez de comprar a primer golpe de vista nos plantearamos nuestras necesidades reales, comparasemos los precios y nos informaramos del producto, podeis estar seguros que la gente compraría menos, de mejor calidad y a precios más ajustados.

    Pero como la neurona está cara, el gilipollas marca el precio.

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  4. Anónimo8:40 a. m.

    Buenos días.
    Entonces, ¿qué debemos hacer para no ser gilipollas?, nos ponemos de acuerdo y no nos vestimos para no pagar los precios desorbitados de la ropa, no vamos en coche ni aunque este sea compartido y no haya transporte público para no pagar la gasolina, no nos independizamos para no pagar los precios de los pisos, no comemos para hacer bajar los precios de los alimentos, ...
    No tenemos más remedio que vivir en esta sociedad, ¿qué debemos hacer?, ilústranos.

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  5. Anónimo10:55 a. m.

    Ahí también tenemos problemas, la neurona va cara, tú lo has dicho muchas veces, así como los libros, que también tienen un precio asequible para muchos bolsillos, como un litro de gasolina o un jersey de marca, a la par que desorbitado si tenemos en cuenta tu blog de hoy.

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  6. Anónimo11:02 a. m.

    Rectifico mi pregunta anterior, ya he visto que te has salido inteligentemente por la tangente, ¿qué debemos hacer para que no nos traten cómo gilipollas?, o para que no se nos quede cara de gilipollas cuando acabamos de hacer una compra, inevitable e imprescindible para cubrir una necesidad básica, a un precio claramente desorbitado.

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  7. Os recomendaría que visitaseis la web de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) o la de la OCUC (la correspondiente de Catalunya). En ellas disponen de toda una serie de consejos para comprar correctamente.

    http://www.ocu.org
    http://www.ocuc.org

    Buena compra!

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  8. El "gilipollas" no es tal. Al gilipollas primigenio, me refiero, al que empezó todo.
    El gilipollas primigenio probablemente fue algún banco o algún multimillonario al que se le ocurrió comprar vivienda a un precio inflado, para que a nadie se le ocurriera hacerle competencia. Mucha. Tanta, que casi monopolizó el mercado en esa zona. Después, si esa zona lo aguanta, vende la vivienda al precio que se le antoja. Poco a poco, la "genial" idea se ha ido extendiendo por España.
    Y así andamos.

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  9. Gracias por el artículo, me apareció en una búsqueda en google premeditada: "El efecto gilipollas"

    Besos.

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