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Tapa con el grabado del Canal de la Infanta
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¿Puede ser considerado
Patrimonio histórico de la ciudad una tapa de alcantarilla de los años 70? Por mucho que lo pueda dudar, así es. Caminar por nuestra atribulada ciudad significa, en una gran mayoría de veces, dejar de lado lo que nos envuelve para centrarnos en aquellos detalles de nuestra vida que más nos llaman la atención. Y, entre ellos no acostumbran a estar las
tapas de alcantarilla, la verdad sea dicha. Sea como sea, en este blog ya he hablado de las historias que se ocultan bajo nuestras pisadas (
ver La Campsa, una pisoteada tapa y la olvidada gasolinera del Casino del Centre), pero no son las únicas, y en una calle apartada de
L'Hospitalet hay una serie de tapas excepcionales que, por mucho que nadie repare en ellas, son testimonio directo de nuestra historia.
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Trayecto de la calle Pintor Sorolla
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Cerca del
Centro Cultural Tecla Sala (
ver El Edifici Molí, 165 años de patrimonio industrial hospitalense salvado por los pelos), la parada del metro de La Torrassa y paralela a la vía del tren, se encuentra la calle
Pintor Sorolla, una corta vía de paso que da al Torrente Gornal y a la que, curiosamente, no da ninguna puerta de ninguno de los edificios que la bordean. Pese a este detalle particular, que hace que la calle sea considerada un simple
callejón donde aparcar el coche cuando suena la flauta, lo que realmente interesa es la existencia de dos tapas de alcantarilla, una a cada extremo de la calle, con un grabado que las hace excepcionales:
R. Canal Infanta (Real Canal de la Infanta).
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Mapa de la red de acequias del Canal de la Infanta (1908)
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Por si no sabe qué es eso del “
Canal de la Infanta” (cosa improbable si me sigue habitualmente) le resumiré que es un canal de riego inaugurado en 1819 de 17,420 km que, saliendo de Molins de Rei y atravesando Sant Feliu de Llobregat, Sant Joan Despí, Cornellá, L'Hospitalet y Barcelona daba riego con agua del río a toda la parte izquierda del
delta del Llobregat desde Montjuïc al mar, siendo de importancia capital para el desarrollo agrícola e industrial de esta parte de
Catalunya (
ver El Canal de la Infanta o la trascendencia histórica de un patrimonio olvidado). Con todo, y a pesar de que aún funciona en algunos trozos (dando riego a los campos de
Cal Trabal, por ejemplo), en L'Hospitalet ha desaparecido de la vista al ser su trayecto convertido en cloaca. No obstante... ¿porqué existen estas dos tapas mientras que en todo el resto de los 3.517 metros de recorrido por Hospitalet no hay ninguna similar?
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Canal de la Infanta en Sant Josep (1957)
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A mediados del siglo XX, el crecimiento del área metropolitana de Barcelona gracias a la riqueza agrícola del delta del Llobregat era imparable. La España de la
autarquía franquista, aislada del exterior, estaba condenada a una falta de recursos agobiante y cualquier punto en el que se pudiera mantener un mínimo de actividad se convirtió en un polo de atracción de la población
empobrecida, sobre todo del sur de la península. Tal era el caso del delta que, gracias al riego a manta procedente del Canal de la Infanta, pudo mantener su actividad agrícola acabada la
Guerra Civil sirviendo sus productos al mercado interior español, principalmente a la cercana a Barcelona de la que era la abastecedora principal de alimentos. El crecimiento poblacional descontrolado a costa de los campos más cercanos a los cascos urbanos hizo que el río
Llobregat y la red de acequias del Canal de la Infanta pasaran a ser el lugar más fácil en el que verter todo tipo de residuos, habida cuenta la falta de una planificación urbanística estricta (
ver El Repartidor, la fuente en peligro por una planificación urbanística obsoleta) y a la idea de bombero (pero real) de que, como eran aguas para el riego, así se
fertilizaba el campo de forma gratuita. De traca.
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Las acequias se convirtieron en cloacas
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Esta situación hizo que el río y las acequias se convirtieran en
cloacas a cielo abierto, afectando al suministro de agua potable a Barcelona, la cual se abastecía de la estación
depuradora de Sant Joan Despí. Visto lo visto, y dado que el río Anoia y la Riera de Rubí eran los principales focos de contaminación del Llobregat, se decidió desviar los caudales de estos dos ríos al Canal de la Infanta hasta aguas abajo de la depuradora, ya que, en comparación, el río Llobregat bajaba limpio. La
desviación, que entró en funcionamiento en 1968, significó que si el agua que suministraba el canal para el riego ya tenía poca calidad al proceder directamente del río, pasara a ser directamente
mierda licuada, provocando graves problemas higiénicos y de olores allí por donde pasaba. La población afectada, que en una gran proporción era de afuera y no tenía ningún vínculo afectivo ni con el territorio ni con la infraestructura, comenzó a pedir la cobertura o la
desaparición del canal, pero la dictadura estaba bien viva y cualquier intento de reclamación vecinal organizada era poco menos que imposible.
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Campaña contra el canal y contra el régimen
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Al estar el canal y su red de acequias en buena parte
a cielo abierto, el constante crecimiento poblacional aumentó la presión contaminante sobre el alcantarillado, la afectación al vecindario y, de rebote, la presión sobre sus ayuntamientos para que la cubrieran, habida cuenta que no era una cuestión política sino de simple
salud pública. No obstante, la inacción de la administración franquista pronto hizo ver a los grupos opositores que la reclamación “apolítica” de la cobertura del Canal de la Infanta era un
caballo de batalla perfecto con el cual hacer tambalear el régimen provocando la movilización ciudadana. Ciertos articulistas utilizaban las páginas de los periódicos catalanes (sobre todo La Vanguardia) para publicar duros alegatos en favor de la cobertura del Canal un día sí y otro también.
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La reducción de terreno regado fue brutal
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Los ayuntamientos, por su parte, para aliviar el malestar vecinal, presionaban a su vez a la Junta de Regantes del Canal para que asumieran los
costes de cobertura de la infraestructura, sobre todo en las zonas más problemáticas, pero la continua
reducción de terreno agrícola regado con agua del canal (
ver El curioso origen de la estructura de calles de Santa Eulàlia de Provençana), hacía que la entidad tuviera cada vez menos capacidad presupuestaria para atender las exigencias de la administración y, por tanto, no se llevaran a cabo. Pese a ello, se efectuaron algunas (pocas) obras de cobertura durante los años 70 a cargo de la Junta del Canal, y una de ellas se cree que sería el tramo de
Pintor Sorolla, razón por la cual las tapas de la cloaca de esta calle marcarían su pertenencia inequívoca al Canal de la Infanta.
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Una de las tapas del Canal en Pintor Sorolla
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El final del franquismo y la llegada de la democracia significó la
expropiación obligatoria de la infraestructura el 21 de febrero de 1978, en favor de cada uno de los ayuntamientos afectados, para proceder, de esta forma, a la
cobertura total de los tramos más molestos y a su integración dentro de la red de alcantarillado allí donde hubiera perdido su función principal de riego. Así las cosas, gran parte de la red de riego del
centenario Canal de la Infanta, que tanta riqueza había proporcionado durante tanto tiempo, desaparecía convertida en una simple
cloaca municipal, sin ninguna otra señalización de su noble origen más que un par de olvidadas tapas de alcantarilla. Tapas que, en
peligro constante de desaparición, y aunque sean relativamente modernas, forman parte del legado histórico de la ciudadanía, no solo hospitalense, sino de la de todo el país.
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El canal a cielo abierto dio paso a la calle Pintor Sorolla
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Webgrafía
Sabíes que al carrer Roselles, tocant a la cantonada amb c/ Josep María de Sagarra i la Plaça Verge de Montserrat hi ha una tapa de claveguera del 1932?
ResponderEliminarTé la Mateo a edad que el meu pare!!!