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Capítulo 7: El asunto del canal

La tragedia ferroviaria de la Avalancha de Wellington

El transporte ferroviario, a pesar de la tragedia de Santiago de Compostela, es uno de los medios de transporte más seguros y tal vez sea por ello que cuando hay algún accidente que afecta al tren, nos vemos especialmente conmocionados. Pero el hecho de que sea muy seguro, no significa que esté exento de riesgos, y cuando las contrariedades se ponen de acuerdo, la tragedia se produce irremisiblemente. Ni más, ni menos como pasó en 1910 cuando dos trenes fueron trágicamente arrollados por una avalancha de nieve: La Avalancha de Wellington.

Plano de la zona del accidente
El 23 de febrero de 1910, el mal tiempo y las nevadas hicieron parar a las afueras de Wellington (Washington, EE.UU.) a dos trenes que circulaban en la linea Spokane- Seattle, a través de la Cordillera de las Cascadas. Uno era el Rápido Tren Correo nº 27, y otro el tren de pasajeros local nº 25, pertenecientes ambos a la compañía Great Northern Railway. Las continuas nevadas, que llegaban a caer con una intensidad de unos 30 cms a la hora y un máximo de 3'40 metros de nieve caídos en un día, así como las avalanchas durante el trayecto, hacían completamente inútil el trabajo de las máquinas quitanieves, por lo que se decidió quedarse en el sitio a que la situación mejorase.

Wellington, año 1909
Wellington era una pequeña aldea creada en 1893 a la salida del túnel del paso de Steven, como respuesta a las necesidades de aprovisionamiento de carbón, agua y mantenimiento de los trenes que circulaban por el trayecto. Debido a ello, la aldea estaba habitada en su práctica totalidad por trabajadores del ferrocarril. El hecho de permanecer aquí no era casual, ya que aseguraba una provisión a los pasajeros y trenes atrapados. Sin embargo, los días pasaban y la cosa empezó a durar demasiado, con problemas de comunicaciones (el 26 de febrero cayó la linea del telégrafo), de suministro de carbón y alimentos.

El alud bajó de la derecha
Por fin, el 28 de febrero, las condiciones cambiaron y la nieve dejó de caer, sustituyéndolos por lluvia y una masa de aire cálido que vinieron acompañados de violentas tormentas. Justamente a la 1 de la mañana del día 1 de marzo, un fuerte rayo cayó sobre Windy Mountain (la montaña ventosa), la montaña bajo la cual se habían establecido los trenes y la misma aldea. El rayo y el consiguiente trueno, junto con la ayuda de la lluvia desequilibraron el precario equilibrio de la nieve que se había depositado en la ladera y se vino abajo. Un incendio forestal meses antes, había eliminado buena parte de la cobertura vegetal, por lo que la nieve no tuvo ningún freno en su descenso.

Amasijo informe de trenes y árboles
El alud, una desbocada y atronadora masa de nieve y rocas de varios metros de alto, casi un kilómetro de largo y 500 metros de ancho, mezclada con la metralla de los troncos de los árboles encontrados en su caída,  impactó en plena noche sobre los convoyes formados por 5 o 6 maquinas de vapor y eléctricas, 15 furgones, y un número indeterminado de coches de pasajeros y coches-cama. El impacto fue tan violento que arrastró las unidades más de 50 metros ladera abajo, hacia el valle del río Tye, desintegrándolas y enterrándolas bajo una capa de nieve de casi 10 metros de altura.

Restos de bogies de los vagones
El balance del accidente fueron 96 personas muertas, de las cuales 35 eran pasajeros, 58 empleados de los trenes y 3 ferroviarios de la estación. Sobrevivieron 23 pasajeros que fueron atendidos y alojados en diferentes edificios de la aldea y, a pesar de las tareas de salvamento de los cuerpos, las condiciones climatológicas eran tan duras que se tuvieron que abandonar a los pocos días. No fue hasta 21 semanas después, a finales de julio, cuando se deshizo toda la nieve caída, que entre los escombros de lo que habían sido vagones se recuperaron los cuerpos que no se habían podido recuperar meses antes.

Plano del alud
Hasta tal punto fue impactante y vergonzante para la gente este accidente que el pueblecito pasó desde entonces a llamarse Tye, debido a los malos recuerdos del nombre original. Paralelamente, se hizo una variante de la vía férrea en la otra orilla del río Tye, justamente para evitar volver a pasar por aquella zona peligrosa y nefasta. En 1929 se inauguró el nuevo recorrido y con él llegó el abandono del viejo trazado (actualmente llamado Iron Goat Trail)  y de la aldea anteriormente llamada Wellington, el cual ha quedado deshabitado y como recuerdo mudo de una tragedia ferroviaria todavía presente en el imaginario colectivo de la gente de la zona.

Aún hoy día se encuentran restos de la tragedia

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