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Capítulo 7: El asunto del canal

El Cullinan, el diamante más grande del mundo

Pocas cosas hay que ricen más el pelo (en caso de que lo tengas) que ver el precio que tiene un simple y minúsculo anillo de diamantes. Parece mentira que esa ínfima piedra que está montada encima de un alambre grueso pueda llegar a valer lo que vale, pero un diamante, además de ser el mineral más duro del planeta, es también uno de los más raros y, encima, hay pocos que sirvan para joyería. Es conociendo el precio en que se mueven los diamantes, cuando podrá imaginar como se quedó el minero Thomas Evan Powell cuando, de repente, se dio de bruces con un diamante del tamaño de una taza de desayuno. Se había topado con el diamante Cullinan, el diamante en bruto más grande encontrado nunca en el planeta.

Diamante Cullinan en bruto
Diamante Cullinan en bruto
Corría el 26 de enero del año 1905, cuando el capitán Frederick Wells, el gerente de la mina Premier, mina a cielo abierto a unos 40 km al este de Pretoria (Sudáfrica) recibió en su despacho a Thomas E. Powell. El minero procedió a darle el diamante que había encontrado y, cuenta la historia que el brillante pedrusco salió por la ventana de la oficina ya que se pensaron que era un trozo de vidrio que había sido puesto por los mineros como novatada a Powell. Sea como sea, si fue cierto, salieron rápido corriendo a buscarlo porque entre sus manos tenía el diamante en bruto más grande hallado jamás: 3.106,75 quilates (621,35 gms), y unos impresionantes 9,82 cm de alto, 6,65 cm de ancho y 5,71 cm de fondo. 

Mina Premier
Mina Premier
Wells, que según parece se atribuyó personalmente el descubrimiento y recibió una recompensa de 3.500 libras por ello, bautizó el diamante con el nombre de Cullinan, en honor del dueño de la mina, Sir Thomas Cullinan. Y no era para menos, ya que el diamante, con un rarísimo brillo azulado y una pequeña mácula en su interior, estaba valorado por la aseguradora en 1.250.000 libras de 1907.

El gobierno de Transvaal (una de las regiones de la actual Sudáfrica, entonces colonia británica), decidió comprárselo a Cullinan por 750.000 libras y regalárselo al rey Eduardo VII (ver Cuando los pedos se volvieron arte: Le Pétoman) en honor de haber intercedido para conseguir la futura independencia del país, sin embargo, había que hacer llegar el regalo a la metrópoli.

Réplicas del original y las tallas
Réplicas del original y las tallas
El gobierno organizó un navío fuertemente escoltado que trasladó el valioso pedrusco hasta Londres, no obstante, lo que llegó a la capital británica no fue el gran diamante. La organización decidió despistar a los posibles cacos y en el buque "fortaleza" iba una réplica sin valor, ya que el verdadero fue enviado, tranquilamente, en un paquete por correo ordinario. El mayor diamante del mundo había sido enviado a la otra punta del mundo por el precio de un envío corriente, o lo que es lo mismo, por 0'75 dólares (como informó la prensa estadounidense).

Cullinan 3 y 4
Cullinan 3 y 4
Una vez llegado el brillante, se procedió a cortarlo y para ello se contrató al mejor tallador de diamantes del mundo, el holandés Joseph Aascher, el cual, tras hacer diversas pruebas con diferentes réplicas, se decidió a "atacar" la piedra preciosa. Aascher acabó por tallarla en 9 piezas grandes y 93 piedras pequeñas, y cuenta la leyenda que la talla no estuvo exenta de dificultades. 

Se cuenta que al hacer el primer corte, el cuchillo que utilizó para hacer palanca para separarla se partió en dos, lo cual supuso un susto de auténtico infarto al tallador, habida cuenta el desmesurado valor de lo que tenía entre manos. Recuperado de este primer susto y viendo la calidad del corte (al final del primer corte salieron 3 piezas), continuó con la talla con una tensión tremenda, hasta tal punto que las malas lenguas dicen que estaba acompañado por un médico y una enfermera que lo tuvieron que atender cuando acabó el trabajo, ya que al acabar el último corte, Aascher se desmayó.

Cullinan II
Cullinan II
Sea como fuere, los diamantes que quedaron pasaron a formar parte de las joyas más preciadas de la Corona Británica. El más grande de ellos, el Cullinan I (o Great Star of Africa -Gran Estrella de África-), con 530 quilates, forma parte de El Cetro de la Cruz  y el Cullinan II (o Lesser Star of Africa -Estrella Menor de África-), con 317 quilates, forma parte de la Corona del Imperio Británico. Todos ellos pueden ser admirados en la Torre de Londres (ver El robo mejor castigado), lugar donde se encuentra las preciadas Joyas de la Corona, símbolo de la potencia económica que fue y que aún es la Gran Bretaña.

Cullinan I en el Cetro de la Cruz
Cullinan I en el Cetro de la Cruz

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